Gan¨® la ciudad
El ¨¦xito del 92 convirti¨® Barcelona en un lugar de gran atracci¨®n tur¨ªstica y de inversionistas, aunque no todo fueron aciertos y triunfos
¡°Hacemos la ciudad de 1993¡±, dec¨ªa el eslogan una vez obtenida la candidatura ol¨ªmpica. El evento no hubiera sido exitoso limitado a una imagen fugaz aunque fuera mundializada. Correspondi¨® a lo que la ciudad de Barcelona necesitaba y la ciudadan¨ªa deseaba. La recuperaci¨®n del frente de mar ciudadano. La Villa Ol¨ªmpica fue la oportunidad, y no fue f¨¢cil. Se enterraron dos l¨ªneas ferroviarias y centenares de miles de personas accedieron f¨¢cilmente a las playas que desde finales de los a?os 50 eran no usables. Contra las presiones de actores privados poderosos que pretend¨ªan desarrollar una urbanizaci¨®n especulativa, segregada y lejos de la ciudad.
Quiz¨¢s falt¨® ambici¨®n. En vez de 2.000 viviendas se hubieran podido ampliar despu¨¦s de los Juegos a 5.000 o 6.000 viviendas, lo que hubiera creado una masa cr¨ªtica y heterog¨¦nea para la vida ciudadana, una palanca para un desarrollo urbano ordenador de una zona desestructurada a partir del frente de mar. ¡°Se hizo ciudad¡± hacia el Bes¨®s, se inici¨® la regeneraci¨®n del tejido urbano y de la actividad econ¨®mica en el Poble Nou (proyecto 22@). Se crearon las condiciones para la estructuraci¨®n urbana del este de la ciudad hacia el gran proyecto casi paralizado del proyecto Sagrera (300 ha). Probablemente ha sido la operaci¨®n m¨¢s compleja, exitosa y duradera para la ciudad. Pero hubo mucho m¨¢s.
Se encendieron luces en los barrios populares y en algunos casos hubo transformaciones muy visibles
Se reforzaron o se iniciaron nuevas centralidades pr¨®ximas en los l¨ªmites municipales y se establecieron equipamientos en el entorno metropolitano en la perspectiva de una ciudad metropolitana (Montju?c, el eje de la Granvia hacia el Llobregat, el Valle de Hebr¨®n y el citado eje del Bes¨®s). Se inici¨® una ambiciosa regeneraci¨®n del centro hist¨®rico, la ciudad que fue enmurallada, donde se concentra la diversidad y la monumentalidad, accesible para los de fuera con una poblaci¨®n residente que garantiza su vitalidad.
El boom tur¨ªstico posterior pone en peligro esta centralidad integradora, pero esto es otra historia. En el Ensanche se mantuvo el equilibrio entre actividades terciarias con habitantes pero las Rondas no resolvieron la contaminaci¨®n generada por la movilidad de los autos (el tranv¨ªa es una apuesta importante). Se encendieron luces en los barrios populares y en algunos casos hubo transformaciones muy visibles como en Nou Barris. La ciudad finalmente lleg¨® a una zona urbana marginal, se hizo justicia espacial. Una conquista de la ciudadan¨ªa asociada y combativa. Se realizaron o se proyectaron grandes equipamientos culturales y espacios p¨²blicos como el Macba, el CCCB, el Museo de Historia de Catalunya, la reconstrucci¨®n del Museo de la Rep¨²blica y el Pabell¨®n de Mies van der Rohe, el parque de Nou Barris, etc¨¦tera, y tambi¨¦n equipamientos medianos en los barrios incluidos decenas de centros deportivos. Se instalaron elementos ic¨®nicos que daban significados y referencias. Casi sin darse cuenta la ciudad se convirti¨® en un lugar de gran atracci¨®n tur¨ªstica y de inversionistas. Un exceso de ¨¦xito.
No todo fueron aciertos y triunfos: la vivienda, la movilidad sostenible, el gobierno metropolitano por razones de justicia espacial y de coherencia territorial. Y no se previeron los efectos perversos de las actuaciones exitosas. La cualificaci¨®n de la ciudad deriv¨® en especulaci¨®n inmobiliaria, desposesi¨®n ciudadana, insostenibilidad ambiental. Pero ganamos la guerra civil. Las ideas de Cerd¨¤ y los proyectos del Gatcpac y Pla Maci¨¤ en el periodo republicano estuvieron presentes en las propuestas de los 80 y 90. Fueron a?os de gran transformaci¨®n. En lo que vino despu¨¦s hubo de todo y un abuso mercantilizado y a veces excluyente. Sin embargo, la ciudad mantiene su dinamismo, su fuerza y su atractivo. Es la gran fuerza de Catalunya.
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