Carlos Vela incendia Anoeta
El jugador mexicano se despide con un gol y la Real finiquita a un Sevilla demasiado irregular
Cuando lleg¨®, era un errabundo manoseado por el f¨²tbol, llamado a protagonizar las grandes batallas que nunca disput¨®. M¨¢s que un artista mexicano reclutado por el selecto club del Arsenal, tan educado, tan aseado, tan franc¨¦s, tan revolucionario como diplom¨¢tico, se antoj¨® enseguida un quijote enviado de andurrial en andurrial en busca de un destino. Y a Carlos Vela el destino le esper¨® en Donostia, en la Real Sociedad, cuando la vida le hab¨ªa volteado tantas veces que pareci¨® un juguete roto o, por lo menos, un juguete mareado.
Ayer se march¨® de San Sebasti¨¢n, con rumbo a Estados Unidos, al Los Angeles FC de la MLS estadounidense. Se march¨® con la humildad del suplente, que accede al partido a falta de 12 minutos viendo adelantarle en el orden de los cambios a dos muchachos muy j¨®venes, Oyarzabal y Zubeldia, sin perder la sonrisa. Pero Carlos Vela se march¨® con la jerarqu¨ªa de la autoridad futbol¨ªstica, o sea, con un gol en el minuto 90, pint¨¢ndoles la cara a los dos g¨¹eritos que ejerc¨ªan de centrales en el Sevilla y que dedicaron todo el encuentro a empeorar todos los balones que pasaban por sus pies o su cabeza. El de Vela fue su ultimo gol con la Real y el ¨²ltimo de 250 partidos que le han convertido en el segundo extranjero, tras Kovacevic, con m¨¢s encuentros disputados.
S¨ª, era una noche m¨¢gica. Lo fue tanto, que incluso ??igo Mart¨ªnez debut¨® como lateral izquierdo y cerr¨® su hoja de servicios con un gol (el primer eslab¨®n en la cadena de errores de Kjaer) y una asistencia perfecta a Carlos Vela para que firmase en el libro de oro de la Real. Feliz fue el defensa de Ondarroa, agradecido porque Berizzo (que viaj¨® de Sevilla a San Sebasti¨¢n en tren, otro h¨¦roe) no le opusiera extremo alguno que le buscase las cosquillas que maldita hubiera sido la gracia.
Tan m¨¢gica que el Sevilla se qued¨® embobado toda la primera mitad mirando al cielo y viendo c¨®mo la Real remataba una, dos, tres, cinco, siete veces, y combinaba en el ¨¢rea peque?a de David Soria, y tiraba ca?os y taconazos, y Odriozola arrasaba la banda derecha como si cada vez llegase tarde a sembrar la cosecha por su costado. Y todo as¨ª hasta que la magia se fue para el otro lado. Ben Yedder tiene alma de Macaulay Culkin, porque vive casi siempre solo en el ¨¢rea resolviendo a solas sus problemas y sus peligros. Dos quiebros m¨¢gicos a Llorente y disparo entre las piernas de Rulli. Gol cuando lo m¨¢s parecido a un gol que hab¨ªa conseguido el Sevilla podr¨ªa haber sido un saque de banda o un lanzamiento de Soria, David (no la ciudad).
El Sevilla fue otro Sevilla en la segunda parte: presi¨®n, intensidad, combinaci¨®n, remate, amor por el bal¨®n. Y la Real haciendo del Sevilla de la primera mitad: asustado, impotente, confuso, fr¨ªo. Pero las noches m¨¢gicas producen sue?os tan incre¨ªbles que son reales. Eusebio retir¨® a Zurutuza, muy cansado, y meti¨® al joven Zubeldia, un torete. El Sevilla ni advirti¨® el cambio. A los 30 segundos de pisar el c¨¦sped atraves¨® el campo por el centro derecha, mientras Oyarzabal, iba por el centro izquierda. Todos los sevillistas se fueron a por Oyarzabal y su centro lo remat¨® Zubeldia, que incluso tuvo la fortuna de que el bal¨®n golpease en Escudero y enga?ase la estirada de David Soria. Y jugando peor, en ese momento, gan¨® el partido. La luz se encendi¨® con el gol de Carlos Vela. Nunca una vela fue tan incendiaria.
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