La vida sin f¨²tbol
falta de partidos, la gente querr¨ªa cumplir sus sue?os, aunque no tuviese idea de c¨®mo llevarlos a cabo
Cae de caj¨®n que en una vida sin f¨²tbol algunos aficionados se dar¨ªan prisa en apuntarse a un seminario sobre Baudelaire o Pascal. Puede que alguien se interesase por el jai alai o la pr¨¢ctica del golf. Yo me veo muy bien llevando unos palos en el maletero del coche permanentemente y so?ando con eagles y birdies. No faltar¨ªa, supongo, quien retomase el sue?o de ser actor de teatro o farero. En el caso de los ultras tal vez podr¨ªan reconvertirse en predicadores desquiciados y machistas, como Tom Cruise en Magnolia.La inesperada vida sin f¨²tbol se habr¨ªa consumado despu¨¦s de una revuelta mundial, que prendi¨® cuando un aficionado del Madrid, pongamos que vecino de la plaza Pedro Zerolo, arroj¨® desde un cuarto piso su televisor en una tarde que el equipo blanco volvi¨® a empatar, al grito de ¡°Estoy harto de gilipolleces. Se acab¨® el f¨²tbol¡±. El gesto hizo gracia y se contagi¨®, primero a todo el barrio, luego a la ciudad, al pa¨ªs y al fin al mundo entero, deseoso de celebrar una revuelta ¨²til, pac¨ªfica, que ampliase el tiempo libre. Puesto que estaban a punto de empezar los Juegos Ol¨ªmpicos de invierno, los hinchas m¨¢s fan¨¢ticos suplieron la amputaci¨®n de su deporte favorito con el hockey y el esqu¨ª alpino, aunque haciendo incursiones en el bobsleigh e incluso en el curling, siempre tan ag¨®nico.
Ya sin f¨²tbol en la parrilla, surgir¨ªan quiz¨¢ nuevos detectives salvajes, que saldr¨ªan en busca de las huellas de la poeta Ces¨¢rea Tinajero por todo el planeta, como 40 a?os antes hicieron Arturo Belano y Ulises Lima. A lo mejor algunos empezar¨ªamos a hacernos la cena nosotros mismos, y junto al f¨²tbol desaparecer¨ªa de golpe la comida a domicilio, y los motoristas de Just Eat, de repente cruzados de brazos, se apuntar¨ªan a clases de chino, se emplear¨ªan en alg¨²n sector pr¨®spero, donde les prometer¨ªan una existencia precaria, o narrar¨ªan sus incursiones por las calles en una novela. No pocos seguidores se inscribir¨ªan en un club de ajedrez, ir¨ªan al gimnasio con regularidad, creer¨ªan en la vida saludable, pr¨®spera e insoportable que culmina con una carrera los domingos por la ma?ana, obligando a cortes de tr¨¢fico enojosos. Inevitablemente, alguien se levantar¨ªa una ma?ana temprano, envalentonado, y se dir¨ªa ¡°Quiero ser editor¡±, o ¡°Me apetece estudiar mecanograf¨ªa¡±, en previsi¨®n de que volviesen a inventarse las m¨¢quinas de escribir. Algunos de los que gustan de las casas decidir¨ªan que se dedicar¨ªan a construirlas. Es un paso arriesgado, pero bello. En general, a falta de f¨²tbol la gente querr¨ªa cumplir sus sue?os, aunque no tuviese idea de c¨®mo llevarlos a cabo.
En ese hueco que dejar¨ªa los partidos y su entramado informativo redescubrir¨ªamos el silencio, la paz, el sexo, las bibliotecas p¨²blicas. Qui¨¦n sabe si no volver¨ªan los d¨ªas de gloria de las viejas enciclopedias y de los vendedores a domicilio de esas enciclopedias, que aprovechar¨ªan las motos paradas de Just Eat. Ser¨ªa un mundo tan maravilloso que muchos no querr¨ªan habitarlo para no acarrear una vida sin f¨²tbol.
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