Simon Yates recupera su tesoro
Etapa y liderato de nuevo para el gemelo ingl¨¦s en la subida brutal de Les Praeres, donde Nairo dispara al aire tres veces
Nairo dispara, una, dos tres veces, y cuando para, siempre est¨¢ a su lado Miguel ?ngel Superm¨¢n L¨®pez, que se niega a darle el relevo. Entonces, se para. Detr¨¢s, resoplan y aplauden el espect¨¢culo que agota a los dos m¨¢s fuertes.
El duelo de orgullo colombiano, dos campesinos de Boyac¨¢ cuerpo a cuerpo, como si se disputaran no una etapa m¨¢s en una Vuelta m¨¢s, sino la vida misma, y olvidando que los dem¨¢s tambi¨¦n son buenos, les da esperanzas a los cerebrales, a los que piensan, casi filosofan, en d¨¦cimas de segundo, sopesan, qu¨¦ quiero, qui¨¦n soy, qu¨¦ puedo, d¨®nde estoy, qu¨¦ tengo que hacer, y hacen.
Enric Mas se quita los guantes para sentir con las manos el manillar al que se agarra y sobre el que se apoya y hace bailar cuando se pone de pie sobre la bicicleta. Y se siente un poco m¨¢s libre, y se quitar¨ªa todo hasta desnudarse para subir como un ni?o, despreocupado y feliz entre ciclistas m¨¢s mayores y muy serios, agobiados, parece, por las responsabilidades. Y entre ellos florece y crece, y la gente le ve llegar y se emociona. Un chico de Mallorca, de 23 a?os, entra en la corte de los grandes.
La subida de Nava a Les Praeres, corta y brutal, como la vida, desenfrena a los ciclistas, les devuelve a un estadio de antes de la civilizaci¨®n. No a Simon Yates y a Alejandro Valverde, que, entre jadeos y pedaladas costos¨ªsimas, calculan su momento. Son depredadores que observan a los cervatillos saltarines perder el tiempo. Analizan con las pulsaciones a 200 y la bici casi vertical sobre el polvo del ¨²ltimo kil¨®metro. Deciden y atacan.
Han llegado hasta all¨ª con la lengua fuera, azotados por la fuga de Kwiatkowski que ha obligado al pelot¨®n a estar todo el d¨ªa en modo persecuci¨®n, guiado, primero, por el esfuerzo conjunto del Movistar y el Cofidis del l¨ªder Herrada, que no resisti¨® mucho, y despu¨¦s por un intento loco del Bahr¨¦in a iniciativa de Nibali. Y luego, pasadas las curvas traicioneras de Fuensanta a la salida de Nava, es Carapaz, el ¨²ltimo trabajador de los Movistar el que acelera y frena a Kruijswijk, que se siente ligero, volador.
Despu¨¦s de los disparos al aire de Nairo, se reagrupan todos los fuertes. Se miran. Simon Yates salta el primero. Ha elegido su distancia habitual, un kil¨®metro, la que le dio victorias y brillo en el Giro. Valverde duda. Mira. Espera a ver lo que hace Nairo, su compa?ero de equipo que tambi¨¦n quiere ganar la Vuelta y que tira la toalla, espera que reaccione Superm¨¢n y le lleve hasta el ingl¨¦s felino y el¨¦ctrico, que deja detr¨¢s solo la polvareda de su velocidad.
El mejor de los gemelos es preciso, infalible. Es el ¨²nico que ha gastado todas sus fuerzas, bien concentradas, en el momento preciso. Y es curioso, porque antes de parecer m¨¢s civilizado que ninguno, Yates era conocido como el m¨¢s salvaje de los que llegaban.
La contra fracasa. Valverde termina tercero, a 20s del maillot de l¨ªder, que recupera Yates, esta vez porque as¨ª lo ha querido. Cuando lo alcanz¨® por primera vez, en la Covatilla, le lleg¨® de rebote y se lo quit¨® de encima en cuanto pudo. Ya no lo quiere soltar.
El corto asalto de Les Praeres, el¨¦ctrico, casi at¨®mico por el ruido que hace, y resuena en el valle, deja a cuatro en la general en menos de un minuto. Simon, Valverde, Nairo y Superm¨¢n. La Vuelta es como un reloj de arena, que parece que no se mueve pero aun imperceptiblemente acaba, inevitable, marcando los segundos que pasan y crecen. Y se mira atr¨¢s y se dice, ?tanto tiempo ha pasado?
Es tan fuerte la sensaci¨®n de que las cosas pasan sin que parezca que pasan, que todos esperan que en los Lagos de Covadonga no pase mucho, pese a que all¨ª, en la primera subida que en Espa?a se gan¨® el adjetivo abusado de m¨ªtica, el peso de la historia y de la memoria sea tan grande. Nairo, siempre Nairo, recuerda. ¡°All¨ª gan¨¦ hace dos a?os¡±, dice. ¡°All¨ª empec¨¦ a ganar mi Vuelta¡±.
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