Carta a David Ferrer
Ya vale de hacerlos sufrir. Exigir¨¦ que en la silla de cambios haya siempre una tetera y que la pista jam¨¢s sea de tierra batida
Me llama un buen amigo hace unos minutos. ¡°Ferru; ?te apuntas ya al Veteranos que voy a organizar la semana que viene? Te doy un wild card para que entres en cuadro de 16...¡±. Nos entra la risa floja. A m¨ª se me saltan las l¨¢grimas, pero ¨¦l no lo nota.
Llevo toda la semana en una nube. Y encima la victoria frente a Roberto. Y las l¨®gicas molestias f¨ªsicas. Sin embargo, me sent¨ªa bien de nuevo esta ma?ana. He descansado. La lucidez mental me plantea r¨¢pidamente la estrategia; ¡°pase lo que pase no juegues hoy otro tercer set, David. No necesitas otro tercer set m¨¢s en tu vida¡±. La cabeza me lleva entonces a momentos concretos del juego. A mi actitud ante los puntos importantes; a mi sitio en el resto. Y me trae una vez m¨¢s un resumen muy claro de mi vida en el tenis; ¡°yo no fallo; que me gane ¨¦l¡si puede¡±.
A veces, llegados hasta aqu¨ª, tras veinte a?os de intensa experiencia profesional, con m¨¢s de 40 semanas al a?o viajando por el mundo, puede ocurrir que te ofrezcan un bonito hueco donde poder respirar junto a los mejores. El triunfo de la constancia, lo llaman. Probablemente haya sido una mezcla de responsabilidad, mirada larga y un evidente sacrificio. Un estudio en La Gazzeta dello Sport, hace alg¨²n tiempo, revelaba la dificultad de un jugador de tenis para ganar un partido frente a alguien con un nivel de juego superior. Ning¨²n deporte de esta trascendencia planetaria (apunten aqu¨ª el f¨²tbol, o el baloncesto, o el golf) distribuye sus reglas con tanta ventaja hacia el mejor frente a los simplemente buenos. Se juega sin l¨ªmite de tiempo (cosa que baloncesto y f¨²tbol s¨ª tienen), siempre encarado hacia el rival directo (en golf esto se puede evitar), y con el Everest delante; cada punto suelen ser varios golpes, cada juego un m¨ªnimo de 4 puntos, cada set un m¨ªnimo de 6 juegos, y cada partido de Grand Slam un m¨ªnimo de tres sets ganados. Cada victoria frente a alguien superior a priori, tiene una lectura por encima de cualquier otra; la reivindicaci¨®n de que hasta Goliat puede perder. Y los clubes de tenis tienen que seguir llen¨¢ndose de ni?os orgullosos, capaces de perseguir de lado a lado de la pista el siguiente tiro ganador del superdotado de enfrente. Es bueno para los chavales. Es bueno para la sociedad.
En el punto de m¨¢xima euforia, cualquier locutor deportivo era capaz de lanzar un ¨®rdago a la grande. "Si David gana esta final de Roland Garros a Rafa, estaremos presenciando una de las m¨¢s bellas gestas ten¨ªsticas de todos los tiempos". Las gestas, tan literarias y necesarias como impredecibles en su desenlace. "David, jugaste incre¨ªble. Mereces ganar aqu¨ª. Ojal¨¢ puedas conseguirlo alg¨²n d¨ªa".
Otra oportunidad, el sue?o de cualquier deportista. Esos instantes que cada deporte configura a la perfecci¨®n. Aquello que Robert Redford nos defini¨® a trav¨¦s de la historia de Bagger Vance como ¡°El Juego que siempre merece la pena ser disputado¡±. Cuando terminen los aplausos, y os d¨¦ a todos los gracias, pienso aceptar esa invitaci¨®n del torneo de veteranos de mi amigo. Estar¨ªa bueno. Pero le voy a proponer que sintonicemos de una vez por todas con los inventores de este divertimento aristocr¨¢tico ingl¨¦s. Ya vale de hacerlos sufrir. Exigir¨¦ que en la silla de cambios haya siempre una tetera y que la pista jam¨¢s sea de tierra batida, que me conozco. Ah, y que si se alguna vez se cruza con Rafa, Roger o Novak, me avise antes de darles una plaza de wild card en nuestro torneo, Seremos un mont¨®n para la paella, y con eso no se puede improvisar.
Siempre vuestro. David.
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