Ona Carbonell gana su 23? medalla mundial en nataci¨®n sincronizada
La espa?ola atrapa la plata en solo libre frente a la exhibici¨®n de su gran rival, la rusa Svetlana Romashina, arrasadora una vez m¨¢s en la conquista de su 20? metal de oro
La sensaci¨®n de plenitud que evoca Ona Carbonell cada vez que describe su primera relaci¨®n con el agua se remonta a la ni?ez, cuando pasaba largas horas semisumergida en la cala de Murtar en Menorca, completamente sola hasta experimentar algo que en sus palabras se parece mucho a un estado de ataraxia. En sinton¨ªa consigo misma, con la armon¨ªa interior y con el ritmo del universo en el umbral de lo absoluto, descubri¨® algo que marc¨® su vida. No es extra?o que la fascinaci¨®n que la empuj¨® a practicar la nataci¨®n sincronizada estuviera m¨¢s relacionada con las rutinas del solo que con las de d¨²o o el equipo, y entre las disciplinas solitarias prefiriera las libres a las t¨¦cnicas. Todo fluye hacia un destino telegrafiado en la espl¨¦ndida nadadora espa?ola, de modo que tampoco result¨® sorprendente que este mi¨¦rcoles ganara la plata en la final de solo libre de los Mundiales que se celebran en Gwengju (Corea del Sur).
La cuarta medalla de Ona Carbonell en solo libre, que suma su 23? medalla mundial, m¨¢s que ninguna otra mujer en la historia, fue tan predecible como la tormenta que desat¨® Svetlana Romashina. La fiera rusa arras¨® en las puntuaciones del panel de jueces despu¨¦s de poner la piscina como un hervidero. Result¨® perfectamente l¨®gico que la gran campeona eligiera interpretar una espa?olada para medirse mano a mano a su gran rival. La Habanera de la Carmen de Bizet fue el hilo conductor de las evoluciones de Romashina, un cicl¨®n ejecutivo e interpretativo que concentr¨® todos los elementos que mandan en el manual de la nataci¨®n sincronizada: abarcar la mayor superficie de piscina posible, nadar lo m¨¢s fuera del agua que se pueda, hacerlo completando los elementos del modo m¨¢s geom¨¦trico que permita el organismo humano y cumplir con el deber del sacrificio de la apnea hasta donde resistan los pulmones y el cerebro.
Romashina hizo de su obra un monumento al espagat. La Real Academia reserva entradas para apechusques, jonr¨®n, bluy¨ªn, yin, muslamen o culamen pero no certifica el espagat, t¨¦rmino tradicional de la danza cl¨¢sica que la Wikipedia define como ¡°posici¨®n f¨ªsica en la cual las piernas est¨¢n alineadas una con otra y extendidas en direcciones opuestas formando un ¨¢ngulo de 180 grados o m¨¢s¡±. Si la cosa ya es dif¨ªcil en el suelo boca arriba, hacerlo cabeza abajo en una piscina de tres metros de profundidad y elevando el tronco por encima de la superficie de forma que el espagat brille en todo su esplendor a¨¦reo, resulta de una considerable heroicidad. A los jueces les faltaron dedos para pulsar los botones de la clasificaci¨®n (le dieron 97 puntos) cuando la temible Romashina, inerte y p¨¢lida como la luna, flotando en el agua clorada, acab¨® representando a la muerta Carmen, apu?alada, v¨ªctima del machismo decimon¨®nico, o, como dir¨ªa Bizet, del amor, ¡°p¨¢jaro rebelde¡±.
Contra el remolino carism¨¢tico ruso, Ona Carbonell ofreci¨® una interpretaci¨®n so?adora, l¨¢nguida, sentida, del cl¨¢sico de James Brown It¡¯s a Man¡¯s World. La letra es perfecta: el hombre hizo los trenes, la luz el¨¦ctrica, los barcos y el Arca de No¨¦. Es un mundo patriarcal, pero no hay manera de parar a una diosa haciendo espagats. Cantado por el dionis¨ªaco James Brown, el tema ten¨ªa fuego. Cantado por Louisa Johnson, famosa por ganar un concurso televisivo en Inglaterra, la fuerza coreogr¨¢fica qued¨® reducida al poder de convicci¨®n de Ona Carbonell. Sola, armada de su cuerpo y su ¨¦xtasis acu¨¢tico, la espa?ola debi¨® esforzarse al m¨¢ximo en su sucesi¨®n de figuras perfectamente bien cumplidas con piernas de ballet, rotaciones inclinadas, giros y albatros para elevarse sobre el agua contra las notas inclementes de la cantante brit¨¢nica, menos ligeras que un plomo. Los jueces la premiaron con 94,5 puntos.
Ona Carbonell, de 29 a?os, recibi¨® el asesoramiento de Virginie Dedieu, la francesa, ¨²ltima solista en arrebatar el oro a Rusia en esta especialidad, en 2007. No le faltaron recursos para armarse para la final. Tampoco le falt¨® talento natural para dar y tomar. Su ¨²nico problema fue de principio: este no es un mundo de hombres. Es el mundo de Svetlana Romashina, due?a de un r¨¦cord femenino: 20 medallas de oro en la historia de los Mundiales.
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