La sexta llegada masiva para un sexto espr¨ªnter, Caleb Ewan
La v¨ªspera de los Pirineos el pelot¨®n llega a una Toulouse canicular con el coraz¨®n en un pu?o por carreteras estrechas que provocan varias ca¨ªdas y un susto de Nairo
Los ciclistas son lo que somos, pura contradicci¨®n, chicos de pueblo a quienes gustar¨ªa pasar la tarde con la bici apoyada en un banco en el que se sientan a tomar un helado Tonny y a ver el sol caer pero a quienes su propio amor por la libertad que da la bici obliga a ser n¨®madas. Hijos del mestizaje que enriquece al mundo y le hace m¨¢s sabio, como Caleb Ewan, medio australiano, medio coreano, medio belga, y no levanta un palmo del suelo, pero saca ventaja de eso, porque el viento ni le ve pasar, y esprinta como un disparo, sale a 70 por hora de la rueda del coloso Groenewegen, y les gana a todos en Toulouse, la roja. Despu¨¦s emprende otro sprint: agarra una botella de agua de medio litro y se la bebe a presi¨®n, estrujando el pl¨¢tico para que el chorro le llegue r¨¢pido y fuerte hasta el gaznate.
Su victoria por un tubular bendice la pluralidad del Tour: seis sprints y seis vencedores distintos (Teunissen, Viviani, Sagan, Groenewegen, Van Aert y Ewan) de cinco pa¨ªses diferentes (Holanda, Italia, Eslovaquia, B¨¦lgica y Australia).
Todos llegan del pueblo, y muchos han nacido para campesinos, con los genes de la tierra, como Nairo o Lampaert, que planta hortalizas en B¨¦lgica. Y todos se juntan en el Tour, donde cuentan sus historias, y todas sus historias mezcladas crean una nube de melancol¨ªa y nostalgia y de rabia, de la que sale triste ayer uno como Damiano Caruso, siciliano de Punta Secca e hijo de polic¨ªa, que les dice que nunca hay que salir de la tierra de uno para lograr que esa tierra siga viviendo, y deja escapar una l¨¢grima porque se ha muerto Camilleri, su escritor y el de la Sicilia que ama, y el de los sbirri (polic¨ªas), y el de los desterrados, los despose¨ªdos y desesperados, como esa familia sin hogar a la que ve acampada y achicharrada en una tienda de campa?a en una acera de asfalto asador en la Toulouse en la que entran sin aliento y con el coraz¨®n brincando mientras despega lento un Airbus llamado Belluga y una f¨¢brica construye cohetes aeroespaciales que apuntan a la luna y olvidan la tierra.
Los ciclistas han llegado a todo gas por carreteras estrechas y traicioneras que reflejan el gusto del Tour por las sorpresas y en las que han pedaleado encajonados. Unos cuantos se han ca¨ªdo tras enganchones inevitables. Tan feliz de amarillo hace nada, Ciccone, bautizado P¨¢jaro Loco por su cresta, su napia y su tenacidad por Gianni Mura, se ha dado fuerte en la mu?eca y la rodilla; Terpstra se ha roto la clav¨ªcula, y, mientras pedalea junto al autob¨²s para desengrasar, a Nairo le chorrea tanta sangre de un rasp¨®n en el brazo derecho que el periodista colombiano que narra en directo se ve legitimado para dramatizar la escena y con chillidos despierta a su audiencia. Pero su Nairo tranquiliza a todos. "No es nada, no es nada", dice sonriente. "Un rasp¨®n nada m¨¢s. Vi la ca¨ªda delante y me dio tiempo a frenar un poco. Cambi¨¦ de bici y el equipo, a medias con el Trek de Porte, que tambi¨¦n se cort¨®, me llev¨® r¨¢pido al pelot¨®n".
¡®Camilleri sono¡¯
El grupo estaba a¨²n en fase colaborativa y no acelera para eliminar al colombiano y al australiano. Los ciclistas ya no hablan, prefieren darse a la enso?aci¨®n, y Caruso, que nunca se ir¨¢ del mar de Ragusa, piensa en dos ni?os de Vittoria, el pueblo de al lado, a los que mat¨® un automovilista cuando paseaban en bicicleta, y llora un poco, e imagina a su escritor llegando al cielo. ¡°Camilleri sono, le dice Andrea a San Pedro, y estoy aqu¨ª personalmente en persona, y me acompa?an mi Catarella y mi Montalbano¡±.
Y luego se lo cuenta al periodista: ¡°Bueno, ten¨ªa 93 a?os, ya era viejo, pero me da mucha pena. Ha inventado un personaje y una lengua, y dado vida y esperanza a la gente sencilla, y ha sacado a la vista su rabia y su desesperanza, y toda su historia. Y, de chaval, durante la Segunda Guerra Mundial, un d¨ªa cogi¨® una bicicleta y esprint¨® para que no le alcanzara el ej¨¦rcito americano de Patton, que hab¨ªa invadido Sicilia¡±.
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