El control antidopaje de un palo de golf
El uso de la tecnolog¨ªa se lleva al l¨ªmite y cambia un deporte en el que los pegadores sustituyen a los artistas
La tecnolog¨ªa ha matado al arte. O al menos lo ha arrinconado. En pocos deportes como en el golf se observa tanto esa preponderancia hoy en d¨ªa del material sobre el talento. Los creadores est¨¢n en peligro de extinci¨®n, sustituidos por una corte de pegadores que mandan la bola desde la salida del hoyo a 300 kil¨®metros por hora y a 300 metros de distancia. Tipos como Jon Rahm, Rory McIlroy y Brooks Koepka representan la evoluci¨®n de un deporte nuevo por la incre¨ªble transformaci¨®n de los palos de golf y de las bolas. El laboratorio ha alterado por completo un juego en el que ya no existen ingenios como Seve Ballesteros. El c¨¢ntabro gan¨® este domingo hace 40 a?os su primer grande, el Open Brit¨¢nico, con una demostraci¨®n de imaginaci¨®n para salir de las trampas del campo que hoy ser¨ªa imposible ver. ¡°Ya nadie ganar¨¢ un Open como Seve¡±, dice Rahm.
Y donde hay tecnolog¨ªa, hay dopaje tecnol¨®gico. El desarrollo de los materiales se estira tanto que en ocasiones se superan los l¨ªmites de lo reglamentario. Es lo que le ha pasado en este Open Brit¨¢nico al estadounidense Xander Schauffele, de 25 a?os. El mi¨¦rcoles, un d¨ªa antes de que comenzara el torneo, la organizaci¨®n del campeonato, la m¨ªtica Royal and Ancient, le comunic¨® que no pod¨ªa usar su driver Callaway Epic Flash, el palo m¨¢s potente de la bolsa, porque no hab¨ªa superado el control antidopaje. El Open seleccion¨® de forma aleatoria a 30 jugadores para que sus palos fueran examinados, y al menos el de Schauffele suspendi¨®. En concreto, no super¨® la prueba del COR, coeficiente de restituci¨®n, que mide la flexibilidad de la cara del palo, su capacidad para recuperarse de un impacto. Se lanza una bola a 100 millas por hora a la superficie del palo, y si rebota a una velocidad superior a las 86, la herramienta de trabajo del golfista se considera no apta, como le sucedi¨® al estadounidense.
¡°Estar¨ªa encantado de renunciar a mi driver si no es conforme al reglamento, pero potencialmente hay otros 130 jugadores en el campo con un palo como el m¨ªo. Que hagan las pruebas a todos, es lo que ped¨ª. Pero cuando lo dije no me respondieron. Hubiera sido lo m¨¢s justo¡±, se quej¨® Schauffele, que se qued¨® con la pataleta. En la v¨ªspera de un grande, tuvo que cambiar de palo y jugar con otro con el que no estaba c¨®modo (acab¨® en el puesto 41).
?D¨®nde est¨¢ el l¨ªmite de la tecnolog¨ªa? David Cambronero, gerente en Espa?a de la empresa de material de golf Ping, explica el proceso por el que ha de pasar cualquier producto. ¡°Antes de lanzar al mercado un palo o una bola, mandamos una muestra, un prototipo, a los dos organismos que regulan las normas del golf mundial, la USGA [organismo estadounidense] y el Royal and Ancient. Ellos hacen las pruebas y no se ofrece nada al p¨²blico en general ni a los profesionales hasta que den el visto bueno. Sucede que a veces algunos fabricantes van tal al l¨ªmite del reglamento que se pueden pasar por un margen muy escaso. Hoy los golfistas tienen la tecnolog¨ªa m¨¢s desarrollada posible. En los palos y sobre todo en el caso de las bolas, que se han llevado el mayor desarrollo. Est¨¢n hechas para ir rectas, y algunos jugadores se quejan de que no las pueden manejar como antes¡±, cuenta Cambronero.
Hasta el mism¨ªsimo Tiger Woods, el golfista que a finales de los noventa revolucion¨® el golf con su brutal golpeo, ha advertido del peligro: ¡°La bola vuela demasiado lejos, hay que hacer algo¡±. Los mayores pegadores cubren hoy hasta el 65% del campo con su primer golpe desde la salida. El palo es un cohete, un ca?¨®n que dispara una bola dur¨ªsima que pesa menos de 46 gramos, con una capa superficial de uretano y tres capas internas que se comprimen para aumentar su velocidad. Una bala.
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