Alaphilippe gana en Niza y se viste de amarillo
El ciclista franc¨¦s, uno de los grandes protagonistas del pasado Tour, se impone en un reducido ¡¯sprint¡¯ a Hirschi tras atacar en el ¨²ltimo puerto
Julian Alaphilippe es un hombre feliz al mediod¨ªa de Niza, al fin luminosa y dulce a la mirada de los ciclistas temerosos, y un coro de aficionados frente a su autocar, a una decena de metros, siempre en la distancia, le entonan un coro afinado y glorioso de ¨¢nimo y amor, y un hombre deshecho en l¨¢grimas cinco horas m¨¢s tarde, y ya el sol empieza a bajar por detr¨¢s de las colinitas que rodean la ciudad y las sombras ya se alargan en el asfalto ondulado del paseo de los Ingleses en el que se sienta, la cabeza entre las piernas, sobre el que, unos minutos de nada antes, casi segundos, acaba de ganar la etapa.
M¨¢s que en los vatios y en la fuerza de voluntad, Alaphilippe, maillot amarillo again, 14 meses despu¨¦s de vestirlo 14 d¨ªas el Tour pasado, su alma de l¨ªder, cree en la fuerza de los emociones que son tan fuertes que quien le contempla, quien le ve suelto, flexible, inteligente, y los ojos le brillan cuando el viento, de frente, un muro, les alcanza, ascendiendo al ataque la peque?a cuesta de Cuatro Caminos, en picado sobre el mar de Niza, ah¨ª abajo, a una decena de kil¨®metros, no puede evitar sentirse trasladado a otro tiempo, otro lugar, a la subida del Poggio sobre San Remo, no tan lejano, el mismo aroma de mimosas en las cunetas, de pinos y cipreses, casi la misma luz, en la primavera de 2019 y tambi¨¦n en agosto de 2020, y el Tour deja de ser el Tour por unos instantes m¨¢gicos.
La acci¨®n no es ya la de la carrera del c¨¢lculo y del juego de machos alfa que intentan imponer c¨®mo se desarrollar¨¢ la novela, cu¨¢ndo habr¨¢ tiempos morosos, cu¨¢ndo acci¨®n, emoci¨®n y brillo, y muchas veces lo hacen con trucos y a?agazas que se ven venir de lejos, que toda la vida se han repetido y los viejos se conocen de memoria, movimientos policiales casi, como el desfile de los Jumbo, encabezado por su Tony Martin de vez en cuando. Ley y orden, se lee en la cara del rodador tremendo alem¨¢n, y viendo a su rueda los gestos de su jefe, Primoz Roglic, su brazo herido en la Dauphin¨¦ cada vez m¨¢s vendado, no es il¨ªcito pensar que m¨¢s que hacer un aqu¨ª estamos y nadie se mueve, no deja de ser una maniobra para esconder posibles debilidades, y el desarrollo final de la etapa lo podr¨ªa confirmar.
El comienzo, no. El comienzo, lo m¨¢s duro y lento, los primeros primera de todo el Tour, la Colmiane, el Turini, se suben a ritmo de sprinter (en monta?a, somn¨ªfero), lo que da tiempo al que dormita a so?ar con Grace Kelly y Cary Grant, perdidos y perseguidos por esas mismas carreteras en un Hitchcock, y cuando bajan el Turini, sus curvas picudas de 180 grados, con un moj¨®n afilado haciendo de perno, se echa hasta de menos el ruido de chirrido de neum¨¢ticos patinando en la gravilla de las cunetas, y los cambios de plano, y la emoci¨®n, el suspense, claro.
Solo al llegar al col d¡¯?ze, tan amado por los corredores que bullen en la Par¨ªs-Niza en marzo, parece que Hitchcock ha resucitado y se ha puesto a dirigir, claqueta, sonido, acci¨®n, y todo pasa tan r¨¢pido entonces que el pelot¨®n manso se queda en nada, y solo los muchos que se descuelgan en las cuestas pueden reflexionar, alimentados por el olor de los jardines frondosos azotados por la luz que refleja el Mediterr¨¢neo desde Cap Ferrat los y palacios de m¨¢rmol que rozan, en cu¨¢ntas muertes, cu¨¢ntas guerras han costado esos jardines, esos palacios, el de los Rothschild, el del emperador Leopoldo, expoliador del Congo. Los ciclistas de delante, buenos cazadores, solo huelen sangre, miedo, el sudor delator de los rivales a los que piensan derrotar.
La etapa, la segunda etapa del Tour de la pandemia, se ha convertido, zas, en un nada, en una cl¨¢sica. Es el final de la Mil¨¢n-San Remo, Cipressa y Poggio encadenados, y los Deceuninck de Alaphilippe saben lo que tienen que hacer. Uno de ellos, Devenys, acelera fuerte en el col d¡¯?ze, donde empieza la escabechina, y los ciclistas bajan sin aliento, y Dani Mart¨ªnez, uno de los buenos, se traga un islote en mitad de una curva, y Valverde pincha y el esfuerzo de volver a enlazar en la bici de Oliveira le deja sin un segundo jump para llegar con fuerza al final; otro, el magn¨ªfico Jungels, acelera en Cuatro Caminos con oficio de lanzador de sprints y Alaphilippe a su rueda, chupando tracci¨®n, y los Jumbo y los Ineos se desbandan y chocan entre ellos buscando colocarse, y Kwiatkowski, del Ineos, derriba a Dumoulin, el segundo m¨¢s fuerte del Jumbo. Y, as¨ª todo lo ocurrido hasta entonces, tanta ceremonia de achante, parece una pel¨ªcula rid¨ªcula, porque ataca Alaphilippe.
Alaphilippe gan¨® la San Remo del 19, y perdi¨® por nada la del 20, la que m¨¢s le habr¨ªa gustado ganar por una cuesti¨®n, of course, puramente emocional, porque el 20 de junio hab¨ªa muerto su padre, m¨²sico de orquesta de sala de fiestas que sufri¨® un ictus dos a?os antes, cuando Alaphilippe triunfaba en Colombia, y cuando se fue era un anciano sano y fuerte y cuando volvi¨® se lo encontr¨® casi sin habla y en silla de ruedas, y as¨ª le visit¨® el pasado Tour, cuando su primer amarillo. Al franc¨¦s se le unen el ingl¨¦s Adam Yates, un veterano en ese tipo de finales, peligroso, y el joven suizo Hirsch, tan fuerte como ambicioso y torpe, y a los dos derrota. Se derrumba y llora. ¡°Se lo hab¨ªa prometido a mi padre¡±, dice. ¡°En San Remo no pude. Aqu¨ª s¨ª¡±.
Las costillas de Landa
Los misterios del rosario los habr¨¢n sacado del Tour, seguramente, de los rostros de los ciclistas despu¨¦s y antes de las etapas, los hay gozosos, siempre gozosos ¡ªAlaphilippe con o sin su bigote de mosquetero y sus ojos tan vivos; Higuita, cuarto en la segunda llega a Niza haciendo lo que dijo que iba a hacer, esperar a llegar en un grupo reducido y batirlos al sprint, o intentarlo¡ª, y los hay dolientes de toda la vida, inmutables, de voz sin brillo, de mirada ca¨ªda, como Mikel Landa, que en el Tour siempre sufre. En la primera etapa, el caos carnicero del s¨¢bado, perdi¨® a su compa?ero Rafa Valls (rotura de f¨¦mur, no de clav¨ªcula como en principio se inform¨®) y ¨¦l mismo se cay¨®, y se golpe¨® en las costillas ¡ª¡°uff¡±, dijo, ¡°me he golpeado donde me golpe¨® el coche que me atropell¨® en febrero¡±¡ª, y por la ma?ana, antes de salir, tem¨ªa que ese golpe pudiera con sus esperanzas de la misma manera que su ca¨ªda en un abanico del Tour pasado o en Roubaix hace dos le hundieron en ambos Tours. Por la tarde, a¨²n con el mismo hilo de voz, sigui¨® quej¨¢ndose, pero menos. ¡°Ha sido un d¨ªa complicado, y solo habr¨ªa faltado la lluvia para completarlo¡±, dijo el l¨ªder del Bahr¨¦in al terminar la etapa en el mismo grupo de todos los favoritos, a 2s de Alaphilippe. ¡°Me he levantado mal, con malas sensaciones pero poco a poco he entrado en calor. En la bici no me he sentido ni tan mal¡±.
El escalador alav¨¦s es, junto al mallorqu¨ªn Enric Mas, del Movistar, el espa?ol que m¨¢s piensa en brillar en la general, un empe?o que la subida ma?ana a Orci¨¨res Merlette, primer final en alto, pondr¨¢ a prueba. ¡°Los finales en alto son mejor que otra cosa¡±, dijo. ¡°Espero estar recuperado¡±.
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