El Leipzig empuja al PSG hacia la pesadilla
El equipo alem¨¢n remonta el 0-1 de Di Mar¨ªa y amenaza a su rival con quedar eliminado a menos que se sobreponga en un calendario que le obliga a pasar por Old Trafford
El PSG desperdici¨® dos oportunidades en Leipzig. Desaprovech¨® la merecida ventaja que le proporcion¨® el gol de Di Mar¨ªa a los cinco minutos del partido, se dej¨® remontar, acab¨® desquiciado con dos jugadores expulsados, y no pudo explotar la derrota del Manchester United en Estambul (2-1) para escalar posiciones. Ahora es tercero del Grupo H con tres puntos, a tres del Leipzig y el United, y ante un calendario cada vez m¨¢s empinado. Debe medirse sucesivamente al Leipzig en Par¨ªs, viajar a Old Trafford, y acabar la gira contra el Istambul BB sin que se sepa muy bien el estado en que se encuentran Neymar y Mbapp¨¦, sus figuras, ambas lesionadas. Dos meses despu¨¦s de alcanzar la final de la Champions en Lisboa, el punto m¨¢s glorioso de su historia, el club de Par¨ªs se asoma a la pesadilla de sus propietarios catar¨ªes: quedar fuera de la gran competici¨®n europea, la raz¨®n de ser del proyecto, en fase de grupos. Podr¨ªa ocurrir incluso en la pr¨®xima jornada, el 24 de noviembre, si pierde ante el Leipzig.
¡°Es dif¨ªcil de explicar lo que ha pasado en Leipzig", dijo Thomas Tuchel, el genial t¨¦cnico del PSG. El hombre se pas¨® medio partido inflando globos de chicle en la zona t¨¦cnica. Sin demasiado que decir. At¨®nito, quiz¨¢s, ante la complejidad que impregna todo. Por ejemplo, Upamecano.
Dayot Upamecano es un futbolista parad¨®jico. Grueso, sin cintura, ni demasiado potente ni tampoco veloz, su fenotipo no es el de un central, mucho menos el de un central que pueda encajar armoniosamente en un equipo que defiende lejos de su porter¨ªa. Sin embargo ah¨ª est¨¢. Haciendo carrera en el Leipzig, uno de los equipos m¨¢s atrevidos de Europa. Tan osado que este mi¨¦rcoles sali¨® a presionar al PSG elevando su l¨ªnea de zagueros hasta el campo rival en una aventura temeraria. Durante media hora el destino del partido y del Grupo H oscil¨® en el alambre. Fue el tiempo que tard¨® Upamecano en sobreponerse a su limitada realidad f¨ªsica para transformarse en el majestuoso l¨ªder que siente que es, contra toda evidencia. Especialmente, contra el vertiginoso Moise Kean, su n¨¦mesis en la noche de Leipzig.
No atravesaba una buena ¨¦poca el equipo de Nagelsmann. Ven¨ªa de sufrir una humillaci¨®n (5-0) en Old Trafford y de caer ante el Borussia M?nchengladbach (1-0). Su entrada al campo este mi¨¦rcoles fue la propia de un equipo que duda. En esa desorientaci¨®n andaban todos cuando Upamecano demostr¨® que su valor reside en su inteligencia. Si se distrae, se convierte en un defensa vulgar, incluso mediocre. Kean le rob¨® la pelota y en una acci¨®n trepidante le puso un pase muy sutil a Di Mar¨ªa para que aprovechara el mano a mano con Gul¨¢csi. El Fideo recogi¨® el regalo en tierra de nadie y bur¨® al portero con un toque tan delicado como la asistencia. El 0-1 no solo fue un aviso. Fue la constataci¨®n del dominio apabullante que impuso el PSG en el arranque del partido.
Sin Neymar ni Mbapp¨¦, de baja por lesi¨®n, el equipo franc¨¦s se comport¨® como un cuerpo de operarios solidarizados unos con otros. Sacaron al Leipzig de la cancha a base de empuje y coordinaci¨®n colectiva. Todos se esforzaban, todos acud¨ªan a tiempo, nadie se quedaba atr¨¢s en las maniobras. Despojado de tiempo para decidir, el Leipzig perdi¨® la iniciativa y acab¨® repleg¨¢ndose a la fuerza. Un pase largo de Sarabia a Kean dej¨® en evidencia otra vez a Upamecano. El italiano hizo un control acrob¨¢tico y su remate a la media vuelta peg¨® en la mano del defensor. Si Di Mar¨ªa hubiera metido el penalti¡ Pero lo par¨® Gul¨¢sci. Y, poco a poco, empez¨® otro partido.
La guerra se decidi¨® en una larga serie de batallas de pressing. No pod¨ªa ser de otra manera con Tuchel y Nagelsamann de por medio, dos alemanes m¨ªsticamente entregados a refinar la presi¨®n, sublimar la contrapresi¨®n, y subir al cielo que hay m¨¢s all¨¢. Eso es, el lugar sagrado en el que todos los jugadores propios pueden recibir la pelota, pensar y pasar sin ser molestados. Al cabo de la primera parte, el Leipzig comenz¨® a pisar la frontera del m¨¢s all¨¢.
El gol de Christopher Nkunku, antes del descanso, consagr¨® el empe?o del Leipzig por aventurarse en campo rival con las maniobras m¨¢s arriesgadas que pueden verse en el f¨²tbol de m¨¢ximo nivel. La jugada avanz¨® con Orban y Konat¨¦, los dos centrales que escoltaban a Upamecano, ejerciendo de v¨¦rtices adelantados. Apoyados por su zaga, los volantes y los atacantes siempre encontraron l¨ªneas de pase y espacios para tocar y moverse, puesto que sus oponentes no llegaban nunca a marcarlos, de tanta gente que les obligaba. As¨ª fue que Fosberg y Angeli?o se entendieron por la izquierda intercambi¨¢ndose la pelota y las posiciones antes de dejar solo a Nkunku en la medialuna del ¨¢rea. El tiro del franc¨¦s, un emigrado del PSG, entr¨® pegado al palo derecho de Navas. El costarricense, que hab¨ªa hecho una gran parada a Haidara, esta vez no alcanz¨® la pelota.
Tuchel: ¡°No temo por mi puesto¡±
El PSG no volvi¨® a tener el control del partido. Al regreso del descanso Kimpembe detuvo con la mano el avance de Fosberg, que se encarg¨® de rematar el penalti. Con la ventaja en el marcador, el Leipzig consolid¨® su dominio. La falta que desencaden¨® la expulsi¨®n de Gueye, por pisar a Haidara, expres¨® la impotencia de una plantilla incapaz, desde hace a?os, de sobreponerse a las dificultades. Le sigui¨® Kimpembe, expulsado de un modo absurdo, baja sensible para la vuelta en el Parque de los Pr¨ªncipes.
Abanderada la estampida por Di Mar¨ªa, al PSG no le qued¨® m¨¢s que un arrebato de furia. Poco m¨¢s que el resto de la energ¨ªa que expulsan los j¨®venes cuando sienten que su orgullo est¨¢ en juego. El prestigio del subcampe¨®n, en este caso, cada vez m¨¢s desgastado, a menos de tres meses de la final de Lisboa.
¡°En absoluto", dijo Tuchel, cuando le hicieron la pregunta del mill¨®n, en la sala de conferencias: ¡°?Teme usted por su puesto?¡±. Todo el mundo en Par¨ªs sabe que el presidente del PSG, el se?or Al-Khelaifi, quiere despedir a su entrenador, como antes despidi¨® a Ancelotti, o a Emery. Pero Tuchel se hace el ignorante. ¡°Hemos jugado hoy contra un equipo que iba l¨ªder en la Bundesliga y hemos estado cerca de ponernos 2-0¡å, advirti¨® el alem¨¢n. "No temo por mi puesto¡±.
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