Un h¨¦roe at¨ªpico: Maradona en datos
No gan¨® decenas de t¨ªtulos ni lidera rankings hist¨®ricos, pero su influencia creativa y desequilibrante en el terreno de juego era incomparable
Diego Armando Maradona es un h¨¦roe at¨ªpico. No se cuenta entre los m¨¢ximos anotadores de la historia del f¨²tbol. No obtuvo ning¨²n Bal¨®n de Oro (en aquella ¨¦poca, reservado a jugadores europeos). S¨®lo gan¨® un Mundial de los cuatro que jug¨®, un par de t¨ªtulos de la Serie A, una copa de la UEFA (todo con el N¨¢poles), otra m¨¢s en su Argentina natal, y algunas copas en Espa?a e Italia. Pero su mito no es un espejismo. Un an¨¢lisis superficial de los datos de la trayectoria de Maradona muestran un jugador regateador, que no soltaba el bal¨®n ni para guardarlo en la cesta y que hac¨ªa mucho mejores a sus equipos: un N¨¢poles propio de la media tabla italiana, y una Argentina que no ha sido capaz de reeditar los ¨¦xitos que vivi¨® con ¨¦l.
Los datos que mejor retratan su excepcionalidad se concentran en las siete temporadas que vivi¨® en Italia, donde gan¨® 2 ligas, una Copa de la UEFA, llev¨® a Argentina hasta el campeonato del mundo del 86 y le hizo acariciarlo en la final del 90. Todo ello en el intervalo desde que aterriz¨® en N¨¢poles, en el verano de 1984, y la sanci¨®n de 15 meses luego de dar positivo por coca¨ªna en 1991 que desemboc¨® en su salida definitiva de Italia.
N¨¢poles: el equipo al que por fin llev¨® a la gloria
Aunque la leyenda de Maradona est¨¢ llena de sucesos a primera impresi¨®n imponderables, hay algunas pistas para dimensionarlos. Para empezar, no es lo mismo hacer campe¨®n en Italia al N¨¢poles, el equipo del sur que siempre se ahogaba en la orilla y nunca hab¨ªa conseguido un scudetto, que a la Juventus, o en el ¨¢mbito europeo al Real Madrid en Espa?a o al Bayern M¨²nich en Alemania ¨Csi de imponderables se trata, hay que a?adir que Maradona lleg¨® cuando todav¨ªa estaba fresca la devastaci¨®n del terremoto de Irpinia, que subray¨® las desigualdades entre el norte y el sur de Italia¨C.
Maradona visti¨® la camiseta celeste 188 partidos en 7 temporadas. Con ¨¦l la escuadra italiana gan¨® el 54% de los partidos. En la Serie A el 51% de los partidos fueron victorias y solo el 17% derrotas. En las dos temporadas anteriores a la llegada de Maradona solo ganaron el 23% de los partidos de liga. Cuando Maradona jugaba, N¨¢poles marcaba 0.3 goles por encuentro m¨¢s y encajaba 0.1 goles menos. Con todo ello, su paso por el equipo dibuja una curva ascendente en puntos, goles y clasificaci¨®n final en la serie A que se truncar¨ªa con su salida, al inicio de los noventa.
Pero no s¨®lo en la liga regular se notaba el peso del n¨²mero 10. En la final de la UEFA contra el Stuttgart marc¨® un gol y asisti¨® en otro en la ida y dio dos asistencias en la vuelta. Particip¨® en 4 de los 5 goles que anot¨® su equipo en la final. La intensidad y regularidad con la que contribuy¨® al marcador de su equipo como jugador contrasta con la imagen impredecible que nos ha dejado el personaje.
Ciertamente, esta regularidad conviv¨ªa con el aura de antih¨¦roe que ya rodeaba al astro. Las cr¨®nicas de la ¨¦poca coinciden en que el Maradona napolitano era la ant¨ªtesis del franc¨¦s Michel Platini, la estrella ya asentada de Juventus, el club de Tur¨ªn que representaba a ese norte industrial junto a los equipos de Mil¨¢n. Las tablas de goleadores ¨Cy las cifras de anotaciones¨C tambi¨¦n dibujan un panorama de la influencia del astro argentino en su club. Y en una liga heredera del catenaccio en la que en la d¨¦cada de los ochenta el capocannoniere sol¨ªa coronarse con menos de 20 goles.
En este contexto, Maradona estuvo varias veces cerca de coronarse como m¨¢ximo goleador de la Serie A, pero s¨®lo lo lograr¨ªa en la temporada 87-88, un a?o despu¨¦s de que Michel Platini dejara la Juve. N¨¢poles ya hab¨ªa logrado el primero de sus scudetti la anterior campa?a, y los 15 goles del argentino no sirvieron para repetir t¨ªtulo. Sin embargo, los 16 que marc¨® en la temporada 89-90 (aunque no fue capocannoniere) s¨ª le permitieron a los celestes levantar su segunda liga el mismo a?o en que Italia celebrar¨ªa su Mundial.
La ¨²ltima gran Argentina
Si su juego en Europa durante los a?os napolitanos subraya la capacidad de Maradona de echarse un equipo a la espalda y llevarlo a lo m¨¢s alto, su papel en la selecci¨®n albiceleste, particularmente en los Mundiales de 1986 y 1990, completa el retrato de un jugador que ha merecido como casi ninguno el ep¨ªteto ¡°desequilibrante¡±.
Ning¨²n campe¨®n desde Pel¨¦ en el Mundial del 70 hab¨ªa participado en 10 goles de su selecci¨®n al sumar anotaciones y asistencias, como lo hizo Maradona en el 86, con la coincidencia de que las que se consideran las dos mayores exhibiciones de talento en una Copa del Mundo ocurrieron en ambas ocasiones en los estadios mexicanos. Al llevar el comparativo al porcentaje de participaci¨®n en los goles del equipo camp¨¦on, Maradona 86 alcanza el 71 % sobre los 14 goles anotados por Argentina, solo por detr¨¢s de David Villa en Sud¨¢frica 2010 ¨Cuna influencia que se explica en gran medida por la cifra inusualmente baja de goles con la que se coron¨® Espa?a¨C.
En su periodo en activo Argentina anotaba 0.25 goles m¨¢s por partido cuando Diego jugaba. As¨ª, Maradona marcar¨ªa en M¨¦xico los dos tantos de su equipo tanto en los cuartos como en las semifinales, y sirvi¨® la asistencia para que Jorge Burruchaga anotara el gol definitivo de la victoria 3-2 sobre Alemania en la final. Su influencia en la albiceleste cobra a¨²n mayor relevancia, por ejemplo, al compararlo con otra actuaci¨®n hist¨®rica, la del brasile?o Ronaldo en 2002. Con 8 tantos en Jap¨®n y Corea, O fen?meno ha sido el ¨²nico goleador que ha superado la barrera de las 6 anotaciones en una sola edici¨®n desde los 10 tantos de Gerd M¨¹ller en 1970. Y sin embargo se queda lejos de Diego en t¨¦rminos de participaci¨®n sobre las 18 anotaciones de ese Brasil arrollador ¨Cy ni siquiera se asoma en los cinco primeros lugares al sumar goles y asistencias¨C.
El Diego, de hecho, es el futbolista que m¨¢s asistencias ha servido en los Mundiales desde 1966, con un total de 8 pases para gol. Un ¡°solista¡± de brillo incomparable que tambi¨¦n era muy generoso, como lo ha definido Jorge Valdano. ¡°La felicidad que sent¨ªa dentro de una cancha lo convert¨ªa en solidario, valiente, h¨¢bil hasta el exhibicionismo y competitivo como un hambriento¡±, escribi¨® en este peri¨®dico su compa?ero de selecci¨®n, autor de uno de los goles a Alemania en la final del estadio Azteca.
A esa faceta de asistidor, que habla de generosidad en su juego, se a?ade otra que concentra la noci¨®n de desequilibrio. En el uno contra uno, el diez de Argentina ha sido tambi¨¦n uno de los regateadores m¨¢s exitosos desde que se llevan registros. En el n¨²mero de regates por partido (5), solo aparece por detr¨¢s de Messi y del belga Eden Hazard, y en cifras totales acumula la segunda mayor cantidad de regates exitosos en sus cuatro mundiales (105), solo cinco por detr¨¢s de su compatriota.
El entrenador de la albiceleste campeona del mundo, Carlos Salvador Bilardo, insist¨ªa en que los futbolistas argentinos ten¨ªan que vivir con la pelota en los pies. Con elegancia, Maradona encarn¨® esa m¨¢xima como ninguno, al punto de que se convirti¨® en un lugar com¨²n decir que la llevaba atada a su bot¨ªn izquierdo. Ninguno de sus goles a lo largo de los cuatro Mundiales que disput¨® fue desde fuera del ¨¢rea.
Ese apego a la pelota implicaba riesgos. En una ¨¦poca en que el reglamento no proteg¨ªa a los talentosos tanto como hoy, las incursiones maradonianas requer¨ªan una notable dosis de coraje, de arrojo f¨ªsico ante las patadas de las que fue blanco recurrente ¨Cla recordada entrada de Andoni Goikoetxea que lo lesion¨® cuando todav¨ªa jugaba en Barcelona es solo una muestra¨C. En los mundiales, El Pelusa ha sido el jugador que m¨¢s faltas ha recibido: 152.
El gol de todos los tiempos en el mundial m¨¢s brillante
El virtuosismo de Maradona encontr¨® una inigualable vitrina en M¨¦xico 86, que disput¨® en estado de gracia. El bal¨®n pasar¨ªa por sus pies una vez cada minuto y medio; tres cuartas partes de los casi 200 pases que dar¨ªa acabar¨ªan en pies de un compa?ero, y colocar¨ªa en la red uno de cada cuatro disparos que dirigir¨ªa a la porter¨ªa.
Dos han quedado grabados en la psique colectiva, no ya argentina sino occidental, como pocas cosas en el f¨²tbol. El consenso absoluto se?ala que el punto m¨¢s alto de Maradona fue el partido por los cuartos de final en el estadio Azteca frente a Inglaterra, la tarde en que anot¨® el doblete m¨¢s recordado de los mundiales, uno con la zurda y otro con la mano, o ¡°un gol estratosf¨¦rico y otro tramposo¡±, en palabras de Valdano. De regreso a los imponderables, la haza?a deportiva de Maradona se convirti¨® tambi¨¦n en una reivindicaci¨®n nacional, pues anot¨® esos dos tantos apenas cuatro a?os despu¨¦s de la Guerra de las Malvinas que enfrent¨® a Gran Breta?a y Argentina.
Dos im¨¢genes que ya forman parte de la memoria del siglo XX, siempre le¨ªdas como caras distintas de un jugador, de una persona, hecha de contradicciones. Pero hay otra forma de leerlas, m¨¢s alineada con los datos aqu¨ª volcados: estos dos goles en un solo partido constituyen los ejemplos m¨¢s acabados, de un futbolista definido por su creatividad en el sentido m¨¢s estricto del t¨¦rmino. Maradona fue un creativo transformador, seg¨²n la definici¨®n de la cognitivista Margaret Boden: alguien que mira a su campo de trabajo y modifica la manera habitual de plantearse los problemas, los conceptos normales para ofrecer soluciones, tensando incluso las normas establecidas para producir una aproximaci¨®n a la vez distinta y superior. ¡°Alguien que hac¨ªa posible lo imposible¡±, escrib¨ªa Mariana Enr¨ªquez en su obituario, ¡°pero que nunca hac¨ªa que pareciera f¨¢cil, nadie dir¨ªa que eso que pasaba entre Diego y la pelota era normal¡±. Era, efectivamente, creatividad transformadora. Puro desequilibrio extraordinario.