Un respeto, por favor
Mientras se concreta el futuro de la Superliga europea, tan cercana que casi est¨¢ aqu¨ª, los grandes aceptan de mala gana los rigores de las ligas nacionales
Obsesionados con su deseo de convertir el f¨²tbol en un selecto club de fumadores, los grandes miran con aire condescendiente al resto de la especie. Estamos en la hora del elitismo y la megaloman¨ªa, y por tanto de una desigualdad que crecer¨¢ imparable cuando los capitostes del negocio ¡ªlos clubes m¨¢s poderosos, las organizaciones que les amparan, los patrocinadores que les forran y el habitual mundillo de aprovechados¡ª dise?en una competici¨®n exclusiva para ellos, a la que unos pocos acceder¨¢n de vez en cuando y por invitaci¨®n, que es la formalidad que utilizan los ricos de este mundo para marcar el territorio y segregar a la plebe.
El f¨²tbol se ha alejado tanto de sus or¨ªgenes que es in¨²til tomarlos como referencia. Casi desde el principio se establecieron diferencias. Muy pronto los pueblos se impusieron a los barrios y las ciudades a los pueblos: el Arenas de Getxo y el Real Uni¨®n de Ir¨²n pertenecieron al grupo de fundadores de la Liga, antes de que Bilbao y San Sebasti¨¢n ejercieran su poder sobre ellos en el incipiente mundo profesional. No es novedad, por tanto, la influencia del dinero y la demograf¨ªa, as¨ª que comienza a concretarse un nuevo salto, el de las ciudades a las grandes metr¨®polis.
?C¨®mo iba a castigar la UEFA los pecadillos del Paris Saint-Germain, el club de la capital francesa y sus 12 millones de habitantes, plataforma pol¨ªtica, econ¨®mica y comercial de primer orden mundial? Hasta para esas cuestiones se aplica una l¨®gica clasista. A qui¨¦n le importa la sanci¨®n al Manchester City, un reci¨¦n llegado que ni tan siquiera es el principal equipo de su ciudad.
Mientras se concreta el futuro de la Superliga europea, tan cercana que casi est¨¢ aqu¨ª, los grandes aceptan de mala gana los rigores de las ligas nacionales, donde se miden con equipos que muy pronto perder¨¢n de vista. Juegan su Liga, pero no est¨¢n en su liga. Contra esta molesta sensaci¨®n no hay mejor ant¨ªdoto que la Copa de Europa, el t¨®tem que se eleva sobre las miserias dom¨¦sticas, hasta que los prebostes del nuevo f¨²tbol conviertan a m¨¢s de la mitad de los equipos champions en ciudadanos de segunda.
Hasta que eso ocurra, el Real Madrid y el Bar?a, los dos clubes m¨¢s empe?ados en un formato exclusivo del f¨²tbol, atienden sus obligaciones en la Liga, donde encuentran la oposici¨®n de rivales pegados al suelo, sin m¨¢s sue?os que hacer bien su trabajo y llegar a buen puerto. Gracias a ellos, el f¨²tbol se ha articulado en todos los rincones de Espa?a, din¨¢mica capilar que permite reunir en la Liga a potencias como el Real Madrid o el Bar?a, hist¨®ricos como el Atl¨¦tico, Athletic, Real Sociedad, Valencia, Sevilla y Betis, y los admirables representantes de peque?os pueblos ¡ªVillarreal y Eibar¡ª y de ciudades suburbiales como Getafe y Legan¨¦s.
Aunque las jerarqu¨ªas est¨¢n definidas, todos juntos todav¨ªa permiten alimentar la ilusi¨®n de un f¨²tbol m¨¢s humano, m¨¢s amable y bastante m¨¢s competitivo de lo que los grandes piensan. Basta un repaso a los n¨²meros del Madrid y Bar?a en esta temporada. Puede que a sus dirigentes les parezca fastidiosa la competici¨®n, pero son los peque?os de la Liga los que est¨¢n decidiendo el liderato. De los 22 puntos que ha perdido el Madrid hasta ahora, 14 se los han arrebatado los 10 ¨²ltimos clasificados. En el caso del Bar?a, ha cedido 10 de 20 puntos ante los rivales de la segunda mitad de la tabla. Es el saludable ba?o de realidad que acredita a los d¨¦biles y desconcierta a los jerarcas, corolario de escaso futuro en un f¨²tbol que gira inevitablemente hacia el lado contrario.
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