El Oporto de Pepe elimina a la Juve de Cristiano
Liderado por el central de 38 a?os, el equipo portugu¨¦s doblega al conjunto italiano (4-4 en el global) a pesar de jugar una hora con uno menos
El Oporto barri¨® a la Juventus en igualdad num¨¦rica y tambi¨¦n la super¨® con un jugador menos. Fue dominador en Oporto (2-1) y fue heroico en Tur¨ªn (3-2), donde supo rebelarse en la pr¨®rroga tras quedar mermado por la expulsi¨®n de Taremi en el minuto 54. Nada pudo detener al equipo portugu¨¦s, valiente, generoso, ordenado y h¨¢bil para manejarse en todas las situaciones, comenzando por su propia ¨¢rea, en donde Pepe ¡ªese central que Mourinho dio por acabado en 2013¡ª ofreci¨® un recital. La derrota no solo supone la eliminaci¨®n de la Juventus. Deja en evidencia la inmadurez de Andrea Pirlo para dirigir el proyecto m¨¢s ambicioso del f¨²tbol italiano y coloca un interrogante sobre el sentido de construir un equipo alrededor de Cristiano Ronaldo, contraviniendo las costumbres de un club colectivista por excelencia.
Dice Marco van Basten en Basta, su autobiograf¨ªa, que ser entrenador consiste, al menos, en ¡°no hacer tonter¨ªas¡±. Elegir a Demiral para descartar a De Ligt en el partido m¨¢s importante de la temporada tuvo toda la apariencia de un colosal sinsentido. Una se?al m¨¢s del desconcierto de Pirlo, un t¨¦cnico que desde que debut¨® en el cargo, hace ocho meses, encadena decisiones err¨¢ticas en la gesti¨®n de un equipo informe.
La consistencia del Oporto comenz¨® por Pepe, que a sus 38 a?os parece m¨¢s fino y sensato que nunca. No hab¨ªan transcurrido 20 minutos de partido cuando el central portugu¨¦s desmont¨® un ataque de la Juventus para que sus compa?eros se desplegaran con ¨ªmpetu. La combinaci¨®n certera de Sanusi, Oliveira, Uribe y Otavio, desband¨® a la defensa local y espant¨® a Demiral, que derrib¨® a Taremi en una acci¨®n descontrolada. El penalti anotado por Oliveira puso el parcial de la eliminatoria en 3-1 y empin¨® la senda de su rival cuando todav¨ªa no hab¨ªa encontrado su lugar en la cancha. Si el Oporto se afirmaba en su ¨¢rea, la Juventus se deshac¨ªa en la suya, por m¨¢s que Bonucci se esmerara en limpiar las salidas.
La Juve ni defendi¨® bien ni supo generar otra cosa que una interminable bater¨ªa de centros laterales de Sandro y Cuadrado. Superada en todos los departamentos mientras el duelo fue de 11 contra 11, el equipo italiano solo gener¨® un remate en la primera parte, de cabeza de Morata. El atasco se prolong¨® hasta la segunda mitad, cuando Chiesa meti¨® el 1-1 gracias a una dejada de Cristiano, tras un pase largo de Bonucci saltando l¨ªneas. Expulsado Taremi por dos infracciones rid¨ªculas ¡ªuna por discutible, otra por imprudente¡ª, Chiesa se hizo cargo de la situaci¨®n resuelto a convertirse en el h¨¦roe de Tur¨ªn. Su cabezazo para rematar el en¨¦simo centro de Cuadrado empat¨® (2-1) la eliminatoria y devolvi¨® la fe a su equipo, que, contra diez, recobr¨® el aliento.
Pirlo sustituy¨® a Ramsey por McKennie y a Bonucci por De Ligt transcurrida la hora de partido. Bonucci sali¨® contrariado, como si no entendiera la l¨®gica de un cambio que no cambiaba nada m¨¢s que hombre por hombre, cuando la inferioridad num¨¦rica del adversario lo expon¨ªa gravemente. Enfrascada en el predecible patr¨®n de aperturas a banda y centros a la olla, la Juventus agot¨® la f¨®rmula condenando a Morata y a Cristiano a combatir en el jard¨ªn de Pepe, Mbemba y Manaf¨¢, casi siempre mejor posicionados para despejar.
Un tiro de Cuadrado al larguero y una llegada de Chiesa que desbarat¨® Pepe cuando el extremo se dispon¨ªa a rematar a puerta vac¨ªa, fueron lo m¨¢s notable que destil¨® el asalto de la Juventus. Firmes alrededor del sereno Marches¨ªn, protegido por dos l¨ªneas y un punta, Marega, que se incrust¨® entre los pivotes, distribuidos con inteligencia y certeros cada vez que tuvieron la pelota, los jugadores del Oporto superaron los baches hasta alcanzar la pr¨®rroga inesperadamente crecidos.
El gol de Oliveira, de tiro libre raso desde fuera del ¨¢rea, supuso la disoluci¨®n del ¨²ltimo sue?o de los Agnelli. En la agitaci¨®n de los instantes finales, el cabezazo de Rabiot apenas sirvi¨® para que el desastre conste como victoria. Pobre paliativo para la Juventus menos reconocible que se recuerda.
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