Powless desaf¨ªa al poder esloveno
Se impone en la Cl¨¢sica de San Sebasti¨¢n por delante de Mohoric
Un verano agradable y fresco, as¨ª califican los donostiarras, los vascos en general, a esas nubes que cubren el cielo, que descargan de vez en cuando un chaparr¨®n, y a un term¨®metro que no acaba de subir de los veinte grados; a pasear por el Boulevard, tomarse unos pinchos a mediod¨ªa y un helado de dos sabores a la tarde, y llevarse la rebequita bajo el brazo por si refresca. Que refresca, claro. Nadie da vueltas en la cama por el bochorno con este tiempo, por eso es fresco pero agradable, y a los ciclistas les gusta en parte, porque no tienen que achicharrarse, aunque no tanto que los kil¨®met...
Un verano agradable y fresco, as¨ª califican los donostiarras, los vascos en general, a esas nubes que cubren el cielo, que descargan de vez en cuando un chaparr¨®n, y a un term¨®metro que no acaba de subir de los veinte grados; a pasear por el Boulevard, tomarse unos pinchos a mediod¨ªa y un helado de dos sabores a la tarde, y llevarse la rebequita bajo el brazo por si refresca. Que refresca, claro. Nadie da vueltas en la cama por el bochorno con este tiempo, por eso es fresco pero agradable, y a los ciclistas les gusta en parte, porque no tienen que achicharrarse, aunque no tanto que los kil¨®metros finales se disputen entre penumbras, bajo los focos de los coches de los equipos, bajadas peligrosas, suelo h¨²medo y un sirimiri manso en apariencia pero que acuchilla en el rostro cuando la bicicleta coge la velocidad de crucero.
Pero as¨ª es la Cl¨¢sica donostiarra cuando el verano es agradable y fresco, aunque hubo peores d¨ªas, como en 1992, cuando la carrera se disput¨® bajo el aguacero y gan¨® un mexicano Ra¨²l Alcal¨¢, y acab¨® ¨²ltimo un debutante estadounidense, Lance Armstrong, que tres a?os despu¨¦s gan¨® y fue el primer ciclista de barras y estrellas en levantar los brazos frente al Ayuntamiento. Y el ¨²ltimo hasta que apareci¨® Neilson Powless, estadounidense con pedigr¨ª, el primer ciclista nativo americano en correr el Tour, procedente de la tribu Oneida, de la confederaci¨®n iroquesa, gente de la piedra erguida, seg¨²n el significado de su nombre. Gan¨® el sprint a tres en el Boulevard y consigui¨® en Donostia su primera victoria profesional.
Minutos antes, y durante un rato hasta el desenlace, la Cl¨¢sica de San Sebasti¨¢n se convirti¨® en el inicio de Match Point, la pel¨ªcula de Woody Allen. ?De qu¨¦ lado caer¨¢ la pelota despu¨¦s de rebotar en la cinta de la red?, pero entre Neilson Powless y Matej Mohoric estropearon el guion. Se lo destrozaron al tercero en discordia, el dan¨¦s Mikkel Honor¨¦, que fue la pelota que rebot¨® en la red y cay¨® del lado correcto, para su fortuna, porque al otro lado estaba el precipicio. Bajaban los tres de Murgil, junto al italiano Lorenzo Rota, lanzados hacia la meta, con el pelot¨®n a m¨¢s de un minuto, y Mohoric se asust¨® en una curva en la que unas horas antes, la ganadora de la prueba femenina, la insaciable Annemiek Van Vleuten hab¨ªa tenido que hacer equilibrios junto al bordillo para no caerse. Mohoric solt¨® el pie del pedal. Por simpat¨ªa, Honor¨¦ se desliz¨® hasta el pretil, su bicicleta choc¨® contra la piedra y ¨¦l se balance¨® peligrosamente entre un lado y el otro. Un poco m¨¢s fuerte y habr¨ªa ca¨ªdo m¨¢s all¨¢ de la protecci¨®n, pero se reh¨ªzo el dan¨¦s. Cargado de adrenalina, alcanz¨® a Powless y Mohoric bajo el t¨²nel del palacio de Miramar y lleg¨® con ellos a la meta. El esfuerzo, puede que el susto, en cualquier caso la velocidad en las llegadas, le relegaron a la tercera plaza. Subi¨® al podio. Entre la puerta grande y la enfermer¨ªa solo hay mil¨ªmetros, los que hacen que la pelota caiga a un lado u otro de la red, o el ciclista a un lado u otro del pretil.
La carrera se hab¨ªa activado poco antes del suceso en el descenso de Igeldo. Fue en Erlaitz, cuando Mikel Landa, que reaparec¨ªa, atac¨® con ganas, aunque todav¨ªa sin fuelle. Le sigui¨® Simon Carr, que le adelant¨® y cogi¨® casi un minuto de ventaja. Bajo la lluvia, el Trek y el Deceuninck lideraron la persecuci¨®n para neutralizar al ciclista del Education First, pero la ¨²nica escaramuza que prosper¨® fue la de Mohoric, aunque se le pegaron como una lapa Powless, Honor¨¦ y Rota. Alcanzaron a Carr subiendo Murgil, las mejores vistas de San Sebasti¨¢n, lo dejaron atr¨¢s. Ya para entonces, Alaphilippe, Mollema y los dem¨¢s candidatos hab¨ªan perdido toda la esperanza. En el descenso se produjo el suceso de la curva, se desmadej¨® Rota, el m¨¢s perjudicado, y pocos kil¨®metros m¨¢s adelante, la en la recta de meta, Mohoric se crey¨® invencible, como cualquier ciclista esloveno de ¨¦lite, lanz¨® un sprint demasiado largo y Powless le adelant¨® en el ¨²ltimo metro.
En la prueba femenina, la vencedora fue la holandesa Van Vleuten, doble medallista ol¨ªmpica, y a la que no le afect¨® en absoluto el jet lag despu¨¦s del largo viaje del Tokio. La corredora del Movistar esper¨® hasta la ¨²ltima ascensi¨®n a Murgil para, lanzada por sus compa?eras de equipo que controlaban el pelot¨®n, atrapar a cuantas intentaron marcharse en solitario para abandonar su compa?¨ªa y presentarse con 30 segundos de ventaja en la l¨ªnea de meta.
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