Esplendor y ca¨ªda de Alejandro Valverde, que abandona en su 15? Vuelta
El murciano se rompe la clav¨ªcula derecha tras salirse en una curva justo despu¨¦s de haber lanzado un ataque a Roglic, quien defiende su liderato sin m¨¢s y no pelea por una etapa que gana Storer
Antes de la ca¨ªda, habla Enric Mas, el rival m¨¢s cercano. Dice que olvidemos la esperanza, que Tibi es territorio Roglic y el Balc¨®n de Alicante es un puerto Roglic, y, dicho as¨ª, y pens¨¢ndolo bien, es complicado encontrar alg¨²n puerto, alguna etapa, alguna subida, que no sea Roglic. Es la Vuelta. Todos los d¨ªas son Roglic. Los d¨ªas de lluvia y fr¨ªo, que a¨²n no han llegado, y no se sabe si llegar¨¢n cuando la ¨²ltima semana se recorra el Cant¨¢brico...
Antes de la ca¨ªda, habla Enric Mas, el rival m¨¢s cercano. Dice que olvidemos la esperanza, que Tibi es territorio Roglic y el Balc¨®n de Alicante es un puerto Roglic, y, dicho as¨ª, y pens¨¢ndolo bien, es complicado encontrar alg¨²n puerto, alguna etapa, alguna subida, que no sea Roglic. Es la Vuelta. Todos los d¨ªas son Roglic. Los d¨ªas de lluvia y fr¨ªo, que a¨²n no han llegado, y no se sabe si llegar¨¢n cuando la ¨²ltima semana se recorra el Cant¨¢brico de Laredo al Atl¨¢ntico en Santiago. Los d¨ªas de calor, todos hasta ahora, y Roglic, ir¨®nico, dice, no, no ha hecho fr¨ªo la verdad, pero me siento bien con el calor, y a rueda de quienes han estado todo el d¨ªa deseando su soledad busca las sombras entre quebradas y barrancos, por la sierra del Maigm¨®, una pared vertical y oscura, hacia el Balc¨®n de la cima, el mirador desde el que se ve el Mediterr¨¢neo al fondo, pasado el Xorret del Cat¨ª, tan cerca, mirando por encima de almendros y palmerales, el paisaje de un wadi de Om¨¢n, y al fondo un r¨ªo, y hasta un pantano represado hace 600 a?os, paredes de sillares y mamposter¨ªa.
Pero Roglic solo se deja llevar y resulta que no, que Tibi no es Roglic, el balc¨®n no es un puerto Roglic, ni la Vuelta. Un d¨ªa al menos, una etapa de calor y monta?as, la Vuelta es Alejandro Valverde, que ataca y se cae.
Ataca Valverde y los corazones se aceleran. El viejo no se contiene. El Jumbo de Roglic est¨¢ tocado. Quedan ya menos de 50 kil¨®metros. Es el momento. Manda a su compa?ero Rojas que acelere fuerte nada m¨¢s salir de Relleu, una cuesta m¨¢s en una etapa sin respiro, sin un metro de llano, sin un segundo con una nube que frene al sol que les tortura a los ciclistas y hace hervir el agua en sus bidones, que se agotan.
Se cae Valverde y los corazones, y la Vuelta, se detienen. Horas m¨¢s tarde se sabr¨ªa que sufre una fractura en la clav¨ªcula derecha y que este s¨¢bado le operar¨¢n en Murcia.
Esplendor y ocaso en un abrir y cerrar de ojos.
Un peque?o descenso en mitad de la ascensi¨®n del Collao, en el interior salvaje y hermoso de Alicante, y seco. Abre camino Carapaz, su casco dorado brilla, que le acompa?a en el ataque despu¨¦s de que Rojas y otros que all¨ª quer¨ªan ir se pararan. A rueda del campe¨®n ol¨ªmpico, Valverde. Curva a derechas. Pasa Carapaz sin problemas, Suave la trazada en el asfalto fino. Valverde no va suave. Su rueda trastabilla en un peque?o bache, casi invisible. El murciano pierde el control de la bici. Cae sobre su hombro derecho. Se desliza sin que nadie le frene, a toda, a toda, hacia un quitamiedos contra el que no choca porque, no se sabe c¨®mo, se desliza por debajo y desaparece de la vista. Detr¨¢s del quitamiedos, un terrapl¨¦n vertical. Las c¨¢maras buscan rastros del ciclista de Murcia, mientras, aceleradamente en el tiempo detenido, da tiempo a repasar su curr¨ªculum vital tan largo solo en la Vuelta: 41 a?os, cinco hijos, en su 15? Vuelta, siete podios, una victoria final, 12 etapas, 27 d¨ªas de l¨ªder y un abandono solo, en 2002, 22 a?itos, en la etapa del Angliru, una retirada programada por Vicente Belda, su director en el Kelme, su equipo entonces. Dos d¨¦cadas de Vuelta convertidas en una maltrecha figura que reaparece de repente, llenando la pantalla.
De pie, sin gafas, desorientado, la mirada perdida, y tan flojo, un temblor su cuerpo, que solo puede superar el terrapl¨¦n agarrando las manos de su compa?ero Rojas, que se asoma en cuclillas y se las ofrece como unos minutos antes le hab¨ªa ofrecido su rueda acelerada en el ataque. Solo unos minutos despu¨¦s, decide Valverde volver a montarse en la bici y seguir. Solo unas pedaladas m¨¢s tarde, se baja del sill¨ªn, pone los pies en el suelo y, doblado sobre el manillar, llora. No puede seguir.
Valverde se abraza a su Txente, y llora m¨¢s a¨²n en su hombro, y su barba de tres d¨ªas, lobuna, raspa el pecho del director navarro que tambi¨¦n fue su compa?ero ciclista y conduce el coche en el que se monta. La Vuelta sigue. La etapa se adormece. El Movistar ya no ataca. Nadie le tose a Roglic pese a que su Jumbo est¨¢ a punto de caramelo y quedan varios puertos interminables.
La etapa es de un australiano joven, Michael Storer, que pelea en el muro con otros supervivientes de la gran fuga que ha penado por carreteras de asfalto enga?oso, pues parece resbaladizo y, sin embargo, es pegajoso, o eso les parece a quienes pedalean y creen que no avanzan, que siguen en el sitio, que su sombra ni se alarga ni se achica, permaneces. El que m¨¢s se acerca al escaladorcito italiano que consigue su primera gran victoria, es el tallo de El Escorial Carlos Verona, compa?ero de Valverde, s¨ªmbolo del Movistar que ataca.
Valverde, dicen los que le conocen, volver¨¢ un a?o m¨¢s. No ser¨¢ Valverde quien se despida del ciclismo. Ya regres¨® tras romperse la rodilla en el pr¨®logo del Tour del 17, ?no? Y gan¨® el Mundial despu¨¦s, a los 38.
La banda de Tibi bien podr¨ªa haber ensayado el pasodoble dedicado a su figura deportiva, el llorado pilotari ?lvaro, qu¨¦ palma, qu¨¦ saque, para hac¨¦rselo o¨ªr a todos los ciclistas, y a Roglic, que llega, rojo y campe¨®n, al Balc¨®n de Alicante, a casi 1.000 metros. Y a quien mira el paisaje desde all¨¢ hacia el interior, valles y roquedales viejos, agotados por la erosi¨®n incansable que los modela, abstracci¨®n pura, que se pierden en el horizonte, pinos inclinados por el viento, carrascos, no le queda m¨¢s remedio que sumergirse en la melancol¨ªa, en la languidez deseada.
Y en la ausencia de Valverde, que deja a la Vuelta sin su ¨²ltimo s¨ªmbolo.
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