El maestro Roglic regresa al rojo de la Vuelta
El esloveno recupera el liderato de la Vuelta en la subida al castillo de Cullera, donde se impone el dan¨¦s Cort Nielsen, brillan el Movistar y Enric Mas y flojea Mikel Landa
En Cullera, donde una sombra es un milagro, a un pe?asco de 200 metros y rala vegetaci¨®n le llaman monta?a y graban grande su nombre en su ladera, letras blancas may¨²sculas pintadas en las piedras, CULLERA, como si fuera Hollywood, y los rascacielos de apartamentos ah¨ª abajo, donde el mismo J¨²car al que vieron nacer en Cuenca mezcla sus aguas marrones con el azul del Mediterr¨¢neo, la barbarie invadiendo la playa, Los ?ngeles, por lo menos y las amplias curvas de Sunset Boulevard ascendiendo desde la arena hacia el castillo.
Blasco Ib¨¢?ez emerge de su Albufera y sus barracas que el pelot¨®n bordea temiendo el viento y les escribe una novela, que ser¨ªa los jinetes de la apoteosis, como los rejoneadores que hicieron juegos de palabras con su apocalipsis cuando los toros eran religi¨®n oficial. Uno va de rojo l¨ªder, Primoz Roglic, otro, de blanco joven, Egan Bernal; tres, de azul Movistar, el viejo Alejandro Valverde, el l¨ªder Enric Mas, el volador Superman L¨®pez; uno, de azul, Astana, el inescrutable ruso Alexander Vlasov. Entre ellos, 53s en la general. En la etapa, delante, uno de rosa y gran bigote rojo, el veloz e inteligente Magnus Cort Nielsen, un dan¨¦s a quien no alcanza nadie, ni Roglic, desencadenado, en su estilo depredador de repechos.
Los ciclistas, la Vuelta, sexta etapa, en Sueca se han despertado ya, por fin, entre las marismas (marenys), las acequias, los arrozales y las verduras plantadas en la arena y acariciadas por la brisa, toda la herencia, como el castillo, de la infinita sabidur¨ªa del pueblo ¨¢rabe, que hace mil a?os constru¨ªa sus casas en calles estrechas y en la ladera, empinadas, y siempre con sombra, y una fuente rumorosa y fresca. Y despreciaban la playa masiva que encanta a los b¨¢rbaros y que los ciclistas ni miran cuando pasan a toda velocidad, y los gu¨ªa un jinete azul, feliz, Imanol Erviti, que lleva a rueda a todos sus Movistar, enfilados junto a la cuneta de los caminos estrechos, el viento soplando, y Valverde, con el cuello dolorido, colabora.
Detr¨¢s de ellos, la apoteosis de los m¨¢s fuertes de la Vuelta, seleccionados con primor y energ¨ªa y con el tremendo vigor ecuatoriano y ol¨ªmpico de Jhonatan Narv¨¢ez y Richard Carapaz, los misiles Ineos que lanza Egan en la primera cuesta tras la playa. No est¨¢ el hasta entonces l¨ªder, Elissonde, entre ellos. Tampoco est¨¢ Landa, que cede 33s a Roglic en la cima (27s m¨¢s 6s de bonificaci¨®n) y est¨¢ a 1m 12s en la general. No est¨¢n sus piernas largas de largos esfuerzos en largas ascensiones; su reino no es de ascensiones cortas, explosivas, de cambios de ritmo de dinamita, ese no es su feeling, y quienes lo tienen, Roglic el primero, ni le llegan a los tobillos a Magnus Cort Nielsen, el jinete de rosa, que gana la etapa por un suspiro despu¨¦s de haber estado todo el d¨ªa en la fuga.
La victoria del dan¨¦s, un sprinter que en Andorra, donde vive, ha aprendido a acelerar en cuesta, son dos lecciones de ciclismo.
Los m¨¢s de 100 kil¨®metros que estuvo en fuga con cuatro m¨¢s le sirvieron para iniciar la ascensi¨®n --dos kil¨®metros m¨¢s o menos, a la as¨ª llamada monta?a de Cullera pasando por el castillo y el santuario adosado, la cruz siempre junto a la muralla¡ªcon 27s de ventaja, un tiempo escaso que alguien dir¨ªa que podr¨ªa haber logrado fug¨¢ndose a ¨²ltima hora, entre las acequias y las hierbas altas del arroz. Quiz¨¢s s¨ª, pero llegar¨ªa entonces tan asfixiado a la cuesta que ah¨ª se habr¨ªa quedado clavado. En cambio, con la fuga lejana lleg¨® con las fuerzas suficientes para, como explica luego, jovial, acelerar y aguantar en cuanto a su oreja lleg¨® la voz de su director dici¨¦ndole que se acercaba el tremendo Roglic. ¡°Y estoy feliz porque he demostrado que no solo soy un sprinter¡±, dice el dan¨¦s tras su cuarta victoria de etapa en la Vuelta, dos en el 16, incluido el sprint de Madrid; una en el 20, en Ciudad Rodrigo, despu¨¦s de pasar la covid. ¡°Y encima la he conseguido en la primera semana, cuando todos est¨¢n m¨¢s fuertes, y eso tiene m¨¢s m¨¦rito¡±.
La segunda lecci¨®n la ofreci¨® Roglic, que ya, tras dos Vueltas ganadas, algunos fracasos en el Tour y en otras carreras y muchas ca¨ªdas, ya puede decirse que ha alcanzado el grado de maestro del ciclismo. Hace cinco meses, llegando a La Colmiane en la Par¨ªs-Niza, Roglic aceler¨®, como en Cullera, en los ¨²ltimos metros para alcanzar a Gino M?der, fugado de larga duraci¨®n. Entonces, como hizo Pedro Navaja, el pu?al clav¨® sin compasi¨®n en la espalda del ciclista suizo, al que priv¨® de la victoria y de su ¨²ltimo aliento. Una victoria innecesaria, un golpe gratuito a M?der, comentaron los veteranos. Roglic ya hab¨ªa ganado dos etapas, ya iba de amarillo, ya hab¨ªa demostrado que era el m¨¢s fuerte. ?l dec¨ªa que no entend¨ªa, que la obligaci¨®n de todo corredor era ganar siempre. Al d¨ªa siguiente, el esloveno se cay¨® varias veces, se qued¨® sin equipo y nadie le quiso ayudar. Perdi¨® la carrera. No hubo quien no concluyera que aquello fue un justo castigo a su soberbia. ¡°Claro que me acord¨¦ de aquello, siempre recuerdo las experiencias de las que aprendo¡±, dice Roglic, ya maestro en agosto, despu¨¦s de que en la carretera, tras coger la rueda de Cort Nielsen, no hiciera un ¨²ltimo esfuerzo para ganar la etapa. ¡°El objetivo era superar el d¨ªa. Estoy superfeliz con la conclusi¨®n. Yo ten¨ªa muy buenas piernas, pero ¨¦l las ten¨ªa mejores. Es un merecid¨ªsimo ganador¡±.
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