Alegr¨ªa de Eladio en Xorret de Cat¨ª
Heras resiste a Valverde en una llegada dur¨ªsima, Nozal sufre y Mancebo pierde medio minuto
La Vuelta propicia la melancol¨ªa. La Vuelta tiene vida propia, ajena a los sentimientos, a las necesidades, a los ritmos de los que en ella viajan. La Vuelta arrasa, sin pausa, sin tiempo, sin reflexi¨®n.
V¨ªctima de varios d¨ªas de bochorno levantino, Martin Hardie, un australiano de natural jovial, un abogado endurecido en Timor Oriental, en Mozambique, en tierras duras, en conflictos sangrientos, se apoya en el tronco de una palmera y se confiesa. "Ayer cen¨¦ solo, igual que el s¨¢bado, y que el viernes", dice. "Llam¨¦ a mi mujer a Mozambique y no pude hablar con ella, porque estaba muy ocupada. ??Yo quiero estar all¨ª, con ella!! ?Qu¨¦ hago, triste, solo y ap¨¢tico en la Vuelta?". Martin, enorme, trabaja para una web americana, hace fotos, env¨ªa cr¨®nicas, entrevistas, gacetillas, suspira. Alessandro Petacchi sigue triste. No sonr¨ªe cuando gana. Menos estos d¨ªas. Ferretti, el viejo Ferretti, su director, a su lado, junto al coche del equipo, no se permite ni un pico de nostalgia, ni siquiera mientras habla con Julio Jim¨¦nez, con el gran Julito, el relojero de ?vila, que le cuenta su subida al Puy de D?me del 64, delante de Anquetil y Poulidor, que le cuenta que gan¨® la monta?a de un Giro en el que Ferretti corri¨® en el Salvarani, gregario de Gimondi. Ferretti no hab¨ªa vuelto a la Vuelta desde que la corri¨® en el 68. Ferretti, haciendo eco al tiempo, prefiere tronar. Truena contra los ritmos infernales a que se corre la Vuelta. "??Y en septiembre!!", se exalta. "En septiembre, cuando los que han corrido el Tour est¨¢n cansados, los que han corrido el Giro, tambi¨¦n, los que han firmado por otro equipo pasan, los que siguen, tambi¨¦n...".
Pablo Lastras, cruzada la meta de Xorret, junto al ¨¢rea recreativa, bajo los pinos, dice suave: "Somos los gladiadores del momento. Nos ponen estas subidas para que el p¨²blico se divierta vi¨¦ndonos retorcernos de dolor y para que griten "?qu¨¦ espect¨¢culo!". En la Vito del Baleares, Paco Mancebo, mu?eca rota, se tiene que ayudar con los dientes para quitarse el maillot empapado de sudor y agua, que se le pega a la espalda, a los brazos sin fuerza. "He sufrido mucho por el agua", dice. Paco Mancebo sigue tercero en la general, est¨¢ a s¨®lo 29 segundos del l¨ªder, que sigue siendo Landis, pero ayer perdi¨® 39s con Heras y Valverde, 10s con Nozal. Los perdi¨® en los apenas cuatro kil¨®metros de la subida de Xorret de Cat¨ª, en una cinta de asfalto estrecha y desigual, en repechos del 15%, en carreteras convertidas en torrentes por el agua, en el terreno en el que Eladio Jim¨¦nez volvi¨® a sentirse grande, en el que Valverde se exhibi¨®, en el que Heras mostr¨® su solidez, en el que Nozal se retorci¨®. En el que Freire, s¨ª, el sprinter, fugado desde el comienzo con Eladio y cinco m¨¢s, podr¨ªa haber sido el protagonista.
Despu¨¦s de a?os de problemas musculares por su desgana postural, de accidentes, de atropellos, de operaciones en las que le han soldado los huesos con tantos clavos que nunca pasa silencioso por los arcos detectores de metal de los aeropuertos, Eladio Jim¨¦nez, un optimista nato, volvi¨® a sentirse campe¨®n. Volvi¨® a sentirse imbatible en el mismo lugar en el que hace cuatro a?os corri¨® sin cadena, desbocado, en los mismos repechos en que entonces vol¨®. El ciclista de Ciudad Rodrigo lo hizo azuzado por la oreja, ensordecido por los gritos de su director, Belda, el hombre cuya fama no pod¨ªa permitir no ganar la etapa, su etapa, junto a su casa, en su jard¨ªn, el director que ha logrado que sus ciclistas no piensen, que s¨®lo act¨²en a sus ¨®rdenes. "Vuelve a atacarle, vuelve a atacarle", le grit¨® cuando Eladio, despu¨¦s de un primer intento pens¨® que no podr¨ªa deshacerse f¨¢cilmente de ?scar Freire. "Vuelve a darle, vuelve", le repiti¨® Belda. Y, en efecto, la figura de Freire se convirti¨® en una borrosa mancha naranja clavada sobre el asfalto, retorcida de lado a lado de la carretera. Cada vez m¨¢s lejana. Freire luchaba contra un imposible, contra un pi?¨®n de 23 dientes que no podr¨ªa haber movido ni H¨¦rcules en la cuesta del 15%. Con su 25, m¨¢s ligero, guiado por la emoci¨®n, Eladio, feliz entre tanto melanc¨®lico, vol¨®.
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