Koeman y el principio de la guerra rentable
Como buen conocedor del entorno, el t¨¦cnico holand¨¦s parece decidido a explotar las debilidades de un Joan Laporta que no pasar¨ªa por ser el presidente m¨¢s respetado de la historia
Cuando un presidente en problemas sienta en la banqueta a cualquiera de los grandes mitos del club, el primer problema con el que se encuentra su sucesor en el palco es el de explicar a dicho mito que su funci¨®n como parachoques ha terminado. Incluso los galones mejor bordados se deshilachan con el paso del tiempo y un entrenador del Bar?a deber¨ªa ser, por encima de cualquier otra consideraci¨®n, un empleado ejemplar. El principio de autoridad -esto me lo explicaba mi abuelo sin demasiada fortuna, para qu¨¦ nos vamos a enga?ar- suele funcionar en dos direcciones y no parece la mejor de las ideas exigir a tus subordinados aquello que no est¨¢s dispuesto a ofrecer a tus superiores.
Como buen conocedor del entorno, Ronald Koeman parece decidido a explotar las debilidades de un Joan Laporta que no pasar¨ªa por ser el presidente m¨¢s respetado de la historia. Mientras a otros dirigentes se les conceden los t¨ªpicos cien d¨ªas de gracia -o incluso cien a?os, como sucedi¨® con Josep Llu¨ªs N¨²?ez-, al actual presidente ya le estaban buscando las cosquillas horas antes de conocerse su contundente victoria en la noche electoral. Ustedes lo recordar¨¢n: por las redes sociales corri¨® como la p¨®lvora un v¨ªdeo editado con muy mala baba -y sin contextualizar- en el que Laporta parec¨ªa una especie de Harvey Weinstein sin bat¨ªn, absolutamente dispuesto a utilizar su poder en ciernes para aprovecharse sexualmente de una menor. Esto, que ahora puede parecer una exageraci¨®n, desat¨® una tormenta que amain¨® a rega?adientes cuando se conoci¨® la verdad del asunto: ni menor, ni abuso de poder, ni nada que se le pareciera; tan solo unas prisas inmensas por comenzar a retorcer su mandato cuando ni siquiera hab¨ªa tomado posesi¨®n. Ese es el juego en el que Koeman parece dispuesto a participar y, por cierto, asumiendo bastantes m¨¢s riesgos que en la pizarra.
Habr¨¢ quien sostenga que el holand¨¦s tiene todo el derecho a quejarse. Aquel tiempo de reflexi¨®n que puso en entredicho su continuidad, sumado a varias declaraciones de la junta directiva respecto a la naturaleza deseable de su trabajo, lo sit¨²an en una posici¨®n inc¨®moda aunque perfectamente asumible a la vista de los hechos: entre pegar un portazo o aceptar que puede continuar su labor sin contar con la m¨¢xima confianza del jefe de obra, Ronald Koeman ha optado por lo segundo. Ahora falta por comprobar si tambi¨¦n Laporta est¨¢ dispuesto a consentir que el primero de sus empleados utilice una posici¨®n que ¨¦l cree de poder para menoscabar su autoridad y, en ocasiones, hasta su competencia. De momento se limita el presidente a sonre¨ªr y conciliar, pero ya se sabe que -y esto tambi¨¦n me lo repet¨ªa constantemente mi abuelo- despu¨¦s de las risas, vienen los lloros.
Partidos como el del martes tampoco ayudan a fortalecer la posici¨®n de un t¨¦cnico que se mueve h¨¢bilmente entre la complacencia y una cierta soberbia dependiendo de los resultados. Nadie le va a pedir, en semejantes circunstancias, que derrote a los grandes imperios de Europa. Pero el modo en que decida combatirlos se?alar¨¢, para bien o para mal, sus verdaderas virtudes como t¨¦cnico de entreguerras. Porque una cosa es coger un fusil a la m¨ªnima ocasi¨®n y otra, muy distinta, equivocarse constantemente de campo de tiro¡ Salvo que, como A. Philip Randolph, piense que cualquier guerra es asumible mientras resulte rentable.
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