Un nombre con el que entrar en la historia
De La Saeta Rubia, pasando por El Lechuga hasta RDT. Los apodos en el f¨²tbol, tan vetustos como vigentes, esconden una historia propia plagada de giros sorprendentes. ?C¨®mo han evolucionado? ?Qui¨¦nes fueron sus inventores? ?Cu¨¢l es el secreto para que triunfen?
Jorge Alberto Gonz¨¢lez Barillas o Rafael Moreno Aranzadi no son nombres que hayan pasado a la historia. Si uno los teclea en un buscador de Internet o en una enciclopedia virtual, siempre aparecen en segundo plano o acompa?ados de un ¡°m¨¢s conocido como¡±. Jorge y Rafael, como debieron figurar en el pupitre de la escuela, se quedaron con los a?os en una peque?a sombra detr¨¢s de la agigantada leyenda de M¨¢gico, el jugador m¨¢s m¨ªtico del C¨¢diz CF, y de Pichichi, uno de los primeros grandes goleadores del Athletic Club. Denominaciones, estas s¨ª, que han quedado grabadas en la memoria colectiva para identificar a estos ¨ªdolos, pero que a menudo encierran tanto misterio para los aficionados como los nombres que les dieron sus madres y sus padres. ?Cu¨¢ndo empezaron los futbolistas a tener motes y por qu¨¦ los siguen teniendo hoy en d¨ªa? ?Qui¨¦n invent¨® sus sobrenombres? ?Tener uno es un signo de haber triunfado?
Lo de los alias surgi¨® cuando el balompi¨¦ iba camino de convertirse en un deporte de masas y a imitaci¨®n de los toros, otro gran espect¨¢culo de la ¨¦poca con el que compet¨ªa en pasiones, explica el historiador Jos¨¦ Ignacio Corcuera. ¡°Queriendo emular las pintureras plumas de la cr¨®nica taurina, algunos gacetilleros comenzaron a aplicar apodos, siempre laudatorios¡±, cuenta. As¨ª, en los a?os veinte, treinta y cuarenta los espa?oles empezaron a adorar a unas estrellas rebautizadas con apellidos que suger¨ªan cualidades sobrenaturales como El Divino Zamora o Bala Roja Gorostiza, que se llevaron estos ep¨ªtetos hasta la tumba, u otras como El Hombre Langosta Samitier o El Conde Pazos, que fueron luego ¡°pasto del olvido¡±, asegura Corcuera.
La costumbre trascendi¨® fronteras, y tras ganar Espa?a a Francia por 1-5 en Par¨ªs en 1949, los cronistas galos llamaron a los centrocampistas Puchol y Gonzalvo III Les blondes merveilleux, los rubios maravillosos. Incluso Rafael Alberti, t¨®tem de las letras espa?olas del siglo pasado, experiment¨® tal arrebato al presenciar en 1928 la final de Copa entre el FC Barcelona y la Real Sociedad en Santander, tras la cual dedic¨® una oda a Ferenc Plattk¨®, el meta azulgrana, al que se refiri¨® como ¡°Oso rubio de Hungr¨ªa¡±. Un calificativo que acabar¨ªa cristalizando en el acervo popular como El Oso, abreviatura m¨¢s sencilla y directa.
La del poeta gaditano ser¨ªa una de las pocas incursiones de una gran pluma en un terreno dominado por periodistas, aunque su inventiva no siempre fuera reconocida. En la primera mitad del siglo XX, antes de la popularizaci¨®n de las retransmisiones radiof¨®nicas y televisivas, son pocos los casos en los que se sabe qui¨¦n fue el autor de un mote, por muy popular que fuera. Uno de ellos es el argentino Roberto Neuberger. Inspirado por la velocidad de flecha y el color de pelo apod¨® a Alfredo Di St¨¦fano como La Saeta Rubia, antes de que este llegara al Real Madrid y protagonizara una pel¨ªcula en los cincuenta que llevar¨ªa como t¨ªtulo precisamente esa designaci¨®n que siempre le acompa?¨®.
EL CURIOSO CASO DEL ¡®APODO¡¯ ARGENTINO
Pablo Vande Rusten
A quien haya sido presentado a un grupo de amigos argentinos le costar¨¢ muchas veces enterarse de cu¨¢l es el nombre real de cada uno de sus integrantes. Si la gran mayor¨ªa de los futbolistas de ese pa¨ªs que juegan o jugaron en Espa?a tienen un mote especial ¡ªVasco Arruabarrena, Pintita Gago, Conejito Saviola, Payaso Aimar, Ca?o Ibagaza, Burrito Ortega, Cabez¨®n Ruggeri, Hueso Galletti, Mudo V¨¢zquez, Piojo L¨®pez, Rat¨®n Ayala, la lista no termina nunca¡ª se debe a que fuera del campo, en la vida, as¨ª tambi¨¦n suceden las cosas all¨ª. Pocos se salvan del mote. Muchos se apropian de ¨¦l.
El escritor argentino Eduardo Sacheri, autor de la novela La pregunta de sus ojos sobre la que se basa la pel¨ªcula El secreto de sus ojos, explica el fen¨®meno: "Nacen del humor ir¨®nico, del amor cruel, que es el que mejor se nos da. La animalizaci¨®n de los apodos, por ejemplo, tiene que ver con tomar una caracter¨ªstica y exagerarla, re¨ªrnos un poco del amigo al que le ponemos ese mote". Gordo, Pipa, Galgo, Mono, Papu, Pato¡
Sacheri, escritor de varias novelas y cuentos de f¨²tbol y profesor de historia, a?ade: ¡°Esto refleja el valor que le damos a la amistad. El apodo se lo ponemos a un amigo. No suelen ser puestos por extra?os. El apodado se lo apropia. Es un acto de cercan¨ªa y de diferenciaci¨®n. Tenemos 10 amigos que se llaman Leo, pero uno solo es La Pulga¡±. Y esto, dice Sacheri, muestra una tercera caracter¨ªstica del fen¨®meno argentino de los apodos: ¡°El individualismo feroz. Nos gusta ser objeto de apodos y distinguirnos de los otros mortales que tienen nuestro nombre¡±. Pr¨ªncipe, Muro, Fiera, Bomb¨®n, Saeta, D10S...
M¨¢s tarde, en Espa?a emergieron algunos narradores que hicieron de la imaginaci¨®n para los sobrenombres un sello distintivo. El m¨¢s representativo, asegura Corcuera, miembro del consejo de redacci¨®n de la revista del Centro de Investigaciones de Historia y Estad¨ªstica del F¨²tbol Espa?ol, fue el ya fallecido H¨¦ctor del Mar. Nacido en Buenos Aires, Del Mar lleg¨® a Madrid en los a?os setenta, en principio como doblador de pel¨ªculas, y dio el salto a los medios desplegando un peculiar estilo de narraci¨®n plagado de alias como Pulpo Arconada, Hacha Brava Benito, Pantera Rosa Sarabia, C¨¢mara Lenta Del Bosque, Vendaval Quini o Tarz¨¢n Migueli, por solo mentar unos pocos. Solo algunos como Andr¨¦s Montes, el popular narrador de la NBA que en 2006 se pas¨® al f¨²tbol, pudieron igualarlo en cuanto a maneras vibrantes y productividad en t¨¦rminos de bautismos futboleros. ¡°Yo no pienso nada antes, vivo de la morcilla, de la improvisaci¨®n¡±, dijo en EL PA?S antes de su muerte en 2009 Montes, que lleg¨® a tener un buz¨®n de sugerencias para nuevos apodos.
El escritor y columnista en As Javier Aznar cree que todo mote debe ser ¡°pegadizo, ocurrente y representativo¡± y que con el paso del tiempo se ha perdido la creatividad de nombres del estilo de Galerna del Cant¨¢brico (Paco Gento) que, en sus o¨ªdos, sonaban ¡°rimbombantes, po¨¦ticos, chispeantes, visuales¡±, como ¡°sacados de una novela de Raymond Chandler¡±.
Pero por bien que no se puede negar una evoluci¨®n, tambi¨¦n es justo decir que el imaginario parte de los mismos referentes antes y ahora: exageraci¨®n de un rasgo f¨ªsico (del Pelucas C¨¦sar Rodr¨ªguez a Lo Pelat Iv¨¢n de la Pe?a), ensalzamiento de una virtud (de la facilidad para el remate de Cabeza de Oro Kocsis al incansable Moto GP Alves), comparaci¨®n con personajes de ficci¨®n o animales (de El Gato del Maracan¨¢, t¨ªtulo con que honraron al guardameta Ramallets, a La Pulga Messi o El Toro Acu?a), entre muchos otros en los que cabe Carlos El Lechuga Roa, arquero argentino que en los a?os noventa se singulariz¨® por su dieta vegetariana.
La ¨²nica moda un poco a contracorriente y ajena a cualquier tradici¨®n es la de las siglas. Esta tendencia que naci¨® en la Copa del Mundo de 1998 cuando Ronaldo Nazario grab¨® la inscripci¨®n R9 en sus botas, se ha convertido en la forma predilecta para llamar a futbolistas como el exmadridista Cristiano Ronaldo (CR7) o al actual m¨¢ximo goleador perico, el madrile?o Ra¨²l de Tom¨¢s, que lleva en su camiseta las letras RDT junto al n¨²mero 11. Denominaciones que por primera vez no se refieren ni a su apariencia ni a su condici¨®n, a diferencia de otras de LaLiga Santander como El Principito Griezmann o el Menino de Oro Jo?o F¨¦lix.
Cabeza, cabez¨®n, Son
Aun as¨ª, hay jugadores que hoy lucen con orgullo el mote que le han dado en la otra gran fuente de creaci¨®n de apodos en el f¨²tbol y en la vida en general: la familia y los amigos. Fue el caso de Pedro Rodr¨ªguez, que debut¨® con el FC Barcelona como Pedrito antes de quedarse sencillamente en Pedro, y es el caso tambi¨¦n del levantinista Francisco Javier Hidalgo G¨®mez, sevillano de 26 a?os y Son en los partidos. ¡°Me lo puso mi primo. Cabeza, cabez¨®n¡ me dec¨ªa cabez¨®n y se qued¨® en Son¡±, contaba en una reciente entrevista en la cadena COPE.
Tambi¨¦n los apodos nacen en la intimidad de los vestuarios (se sabe que Iker Casillas y Xavi Hern¨¢ndez se llamaban cari?osamente Mofeta y Pelopo entre ellos, por ejemplo), pero pocas veces se popularizan fuera de ellos. Algo que s¨ª ocurri¨® con el actual entrenador del Deportivo Alav¨¦s y exjugador formado en el Sporting de Gij¨®n, Abelardo Fern¨¢ndez. Su compa?ero Luis Enrique empez¨® a llamarle Pitufo y Pitu, y as¨ª se le sigue conociendo en el mundo del f¨²tbol.
Solo un grupo selecto de futbolistas con rango de m¨ªticos fue acumulando apodos a medida que se iba acrecentando su leyenda, como si fueran t¨ªtulos nobiliarios. Entre ellos se cuentan Maradona (Barrilete C¨®smico, Pelusa, Pibe de Oro, Cebollita) o Luis Aragon¨¦s (Zapatones, Plomo, El Sabio de Hortaleza). Y es que los apodos no solo hablan de una forma de vivir y contar el f¨²tbol, sino tambi¨¦n son un term¨®metro para saber qui¨¦nes dejaron una imprenta en la historia con su nombre, aunque fuera prestado.