La pasi¨®n infinita de un escalador de 99 a?os
El suizo Marcel R¨¦my espera cumplir un siglo de vida haciendo lo que siempre ha deseado hacer: moverse por las paredes
Marcel R¨¦my cumpli¨® el pasado 6 de febrero 99 a?os y lo celebr¨® escalando en un roc¨®dromo una v¨ªa vertical de 16 metros de longitud y dificultad 4 c, algo que un adolescente en forma pero sin experiencia en escalada no ser¨ªa capaz de hacer teniendo en cuenta que la graduaci¨®n de la escalada empieza en el cuarto grado y acaba en el noveno. Adem¨¢s, escal¨® como a ¨¦l le gusta, de forma aut¨¦ntica: en paredes cortas, se puede escalar como primero de cuerda o en polea. La diferencia es sustancial. Escalar de primero de cuerda, como le gusta a Marcel, implica ca¨ªdas serias, mientras que el que escala ...
Marcel R¨¦my cumpli¨® el pasado 6 de febrero 99 a?os y lo celebr¨® escalando en un roc¨®dromo una v¨ªa vertical de 16 metros de longitud y dificultad 4 c, algo que un adolescente en forma pero sin experiencia en escalada no ser¨ªa capaz de hacer teniendo en cuenta que la graduaci¨®n de la escalada empieza en el cuarto grado y acaba en el noveno. Adem¨¢s, escal¨® como a ¨¦l le gusta, de forma aut¨¦ntica: en paredes cortas, se puede escalar como primero de cuerda o en polea. La diferencia es sustancial. Escalar de primero de cuerda, como le gusta a Marcel, implica ca¨ªdas serias, mientras que el que escala con la cuerda pasada por el descuelgue apenas notar¨¢ nada si cae. El matiz es sumamente importante, porque aqu¨¦l que escala de primero ha de aceptar un componente psicol¨®gico que puede ser tanto o m¨¢s determinante que lo estrictamente f¨ªsico.
Si no llueve y no arrecia el fr¨ªo, este suizo nacido en 1923 sigue anim¨¢ndose a escalar en roca, al aire libre, acompa?ado por sus hijos Yves y Claude, dos leyendas de la escalada en pared que aprendieron a amar la vida en vertical observando la pasi¨®n desmedida de su progenitor. Los padres de Marcel, en cambio, nunca tuvieron en buena estima a esos personajes que se bajaban del tren, junto a su casa, y cargaban pesadas mochilas al encuentro de las monta?as para escalarlas atados a una cuerda. Pero el peque?o Marcel, apenas siete a?os de edad, ya se hab¨ªa envenenado: so?aba que los persegu¨ªa, se un¨ªa a ellos, se ataba a ellos. Pero de momento, ten¨ªa que conformarse con una cuerda de ocho o nueve metros hecha de retales de las que se usaban para amarrar a las vacas y con la que un amigo y ¨¦l imitaban sin saber bien c¨®mo a los alpinistas.
Esta historia es bien conocida y ha sido repetida hasta la saciedad por los medios suizos. Pero su idilio con las monta?as casi se borr¨® para siempre cuando una avalancha barri¨® su casa y mat¨® a su madre y su hermana. Su padre, su hermano y ¨¦l se salvaron porque ese d¨ªa trabajaron limpiando de nieve el ferrocarril del Oberland. Los sue?os de alpinista de Marcel tambi¨¦n fallecieron sepultados por el mismo alud. A?os despu¨¦s, en 1945, la monta?a le concede una segunda oportunidad: su amigo se bloquea en una pared, es incapaz de pasar y pide a Marcel que lo intente, que los saque a ambos del atolladero en el que se encuentran. Marcel tiene p¨¢nico: no est¨¢ preparado a¨²n, pero pasa y, juntos, alcanzan la cima. ?C¨®mo explicar lo que siente un escalador cuando supera su miedo, cuando se revela mejor de lo que cre¨ªa? Todo se juega en un momento, y en los inicios suele ser un cara o cruz. El mismo d¨ªa que convirti¨® a Marcel en alpinista pudo haber sido el d¨ªa de su adi¨®s al alpinismo. Todo est¨¢ en la cabeza, mucho m¨¢s que en los antebrazos.
Mientras el cuerpo aguante y tenga salud, pienso seguir escalando al menos dos d¨ªas a la semana en el roc¨®dromo.
Hace pocos d¨ªas, el roc¨®dromo de la localidad suiza de Villeneuve se visti¨® de gala para celebrar el reciente cumplea?os de Marcel, a un paso de los 100 a?os de vida. Hubo una tarta y muchas ganas de alcanzar a entender de d¨®nde nacen la ilusi¨®n, la motivaci¨®n y la dedicaci¨®n de este se?or. Hay enamoramientos que duran una vida, y el idilio que este anciano mantiene con su pasi¨®n es uno de ellos, la ¨²nica justificaci¨®n posible para entender algo dif¨ªcilmente asumible. ¡°Mientras el cuerpo aguante y tenga salud, pienso seguir escalando al menos dos d¨ªas a la semana en el roc¨®dromo y aprovecho para dar las gracias a esta sala indoor que me permite mantener mi estado de forma. Y es que para seguir as¨ª necesito mantener la regularidad en el esfuerzo y alimentar el cuerpo y la mente¡±, aclar¨® Marcel poco despu¨¦s de soplar las velas.
Hace cinco a?os, Marcel R¨¦my fue capaz de escalar una pared de 450 metros con dificultades de hasta 5 c. Bien apoyado por sus hijos, logr¨® superar todas las dificultades en libre, es decir, sin agarrarse a nada que no fuese la roca para progresar. Sus hijos, que le flanquearon, no se lo pusieron f¨¢cil: ten¨ªa que seguir un entrenamiento serio antes de acceder a la pared. Durante semanas, escal¨® en roca y en interior simulando la longitud del reto en cuesti¨®n, camin¨® por las monta?as y si no le pusieron a dieta fue porque no le sobra un gramo de grasa. Como premio a su implicaci¨®n, los hijos le regalaron un descenso en parapente desde la cima.
La escalada, ahora tan de moda, incluso ol¨ªmpica, ha conocido una evoluci¨®n tan lenta como fant¨¢stica: cuando Marcel R¨¦my naci¨®, la muerte sol¨ªa puntuar el valor de los m¨¢s arrojados. Hoy en d¨ªa, la escalada deportiva es tan l¨²dica que alcanza a todo tipo de p¨²blico. Si algo no ha cambiado, y puede ser el hilo conductor de la trayectoria de Marcel desde el periodo entre guerras hasta la invasi¨®n de Ucrania, es la capacidad de abstracci¨®n que regala la escalada. Desde el momento en el que uno se aferra a una pared, la vida es sencilla y se reduce a un ¨²nico pensamiento: no caer. Y uno desea regresar una y otra vez al universo de la sencillez.
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