El Madrid no es broma
Amancio en el Bernab¨¦u y el equipo de Ancelotti en Anfield nos contaron lo mismo: la leyenda blanca no tiene fin
Ser leyenda del Real Madrid es dif¨ªcil porque la historia pesa y hay mucha competencia. Amancio, Presidente de Honor, falleci¨® esta semana cuando al Madrid le esperaba el Liverpool en Champions. Y un desfile interminable de gente le despidi¨® como merec¨ªa en el Palco del Bernabeu. Su familia, Florentino, los compa?eros de su generaci¨®n, Ancelotti, algunos jugadores actuales, emblemas como Ra¨²l, el futuro del club representado por la plantilla de los juvenil...
Hay historia porque hay memoria
Ser leyenda del Real Madrid es dif¨ªcil porque la historia pesa y hay mucha competencia. Amancio, Presidente de Honor, falleci¨® esta semana cuando al Madrid le esperaba el Liverpool en Champions. Y un desfile interminable de gente le despidi¨® como merec¨ªa en el Palco del Bernabeu. Su familia, Florentino, los compa?eros de su generaci¨®n, Ancelotti, algunos jugadores actuales, emblemas como Ra¨²l, el futuro del club representado por la plantilla de los juveniles con Arbeloa al frente. Presente, pasado y futuro estaban en la despedida unidos por la historia, el afecto y el orgullo de algo que dejaba la impresi¨®n de ser s¨®lido y valioso como una familia. En tiempos tan urgentes, la memoria se sigue abriendo paso para decirle adi¨®s con todos los honores a alguien que le alegr¨® la vida a mucha gente y marc¨® a fuego su tiempo futbol¨ªstico.
Como homenaje, un repaso general
Mientras el regate lloraba a Amancio, uno de sus due?os, Vinicius ped¨ªa paso con el bal¨®n en los pies a su inagotable manera. Se va una gloria y asoman otras; aquellos y estos subidos a una constante: la fiereza competitiva y el gusto por lo imposible que el club inyecta como primera premisa de su identidad. No es broma el Madrid y esta semana lo volvi¨® a demostrar en Anfield. Al estadio m¨¢s volc¨¢nico de Europa le bast¨® un cuarto de hora para entrar en erupci¨®n. Enfriar aquello requiri¨® de un manual de soluciones que culmin¨® en un nuevo cap¨ªtulo de inolvidable autoridad. La armon¨ªa colectiva y la calidad individual nos record¨® que al Real Madrid no hay un estilo futbol¨ªstico que lo identifique, pero si una m¨ªstica y rasgos temperamentales que pasan milagrosamente de generaci¨®n en generaci¨®n y que enorgullecen a la afici¨®n en la misma medida en que asustan a los rivales.
No habr¨¢ estilo, pero espect¨¢culo sobra
A estas alturas, ser del Real Madrid es creer en los milagros. ?ltimamente, como exige el mundo del espect¨¢culo, el equipo se ha abonado al ¡°m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa¡±. Pero observo que la rid¨ªcula acusaci¨®n de falta de estilo y el asombro que provocan las heroicas respuestas a las adversidades, pone en olvido una caracter¨ªstica que naci¨® con el club: el sentido del espect¨¢culo propio de talentos superiores que sintonizan al vuelo. El gol que cerr¨® el partido frente al Liverpool es un buen ejemplo. Modric taladr¨® el centro del campo con clase y tenacidad, descarg¨® en el ubicuo Vinicius que busc¨® de primera a Benzema. Pero cuando la pelota le lleg¨® a Karim con la porter¨ªa de frente, hab¨ªa pasado de estar solo a estar en medio de una multitud, con Alisson en primera fila. Bast¨® un amague para que volcaran el portero y un cami¨®n lleno de jugadores del Liverpool. Amancio hubiera aplaudido. Lo siguiente fue depositar el quinto gol.
Hay que cuidarlo
¡°Los equipos son de cristal¡± y el Liverpool es un buen ejemplo. Un equipo organizado, f¨ªsico, con m¨¢s entusiasmo combativo que reposado juicio y por eso mismo temible. No te bailaba, sino que te pasaba por encima. Como en los 15 primeros minutos del partido con el Madrid, pero siempre. Se fue alg¨²n jugador importante, se lesionaron otros, perdieron convicci¨®n y dejaron de ser un peligro andante. Pero los partidos no cambian solos. Hizo falta que se personara el Madrid como si los golpes en forma de goles no le dolieran, como si tuviera m¨¢s tiempo que los rivales para resolver el problema primero y exagerar hasta los cinco goles despu¨¦s, como si por derecho hist¨®rico estuviera autorizado a lo imposible. Amancio en el Bernab¨¦u y el Madrid en Anfield nos contaron lo mismo: aquella leyenda no tiene fin.
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