El Cl¨¢sico define jerarqu¨ªas
El f¨²tbol protesta a veces desde el fondo de los tiempos y reclama un respeto para sus viejas leyes: aunque s¨®lo sea de vez en cuando, sigue habiendo once titulares y once suplentes
Rodney Marsh, internacional con Inglaterra en los primeros setenta cuando jugaba en el Manchester City, luego entrenador de poco ¨¦xito y finalmente presentador de televisi¨®n y radio, dej¨® varias frases c¨¦lebres por divertidas. Entre ellas esta: ¡°Todo lo que tiene que hacer un entrenador es tener contentos a 11 jugadores. Los 11 reservas. Los 11 titulares ya lo est¨¢n porque son titulares¡±. Un pensamiento v¨¢lido, claro, para aquellos a?os en que hab¨ªa una l¨ªnea clara entre titulares y suplentes. A?os de alineaciones invariables, que los de ¡°cuando entonces¡±, como dir¨ªa Umbral, a¨²n recitamos. Cada vez que nos juntamos dos, tres o cuatro que llevamos tiempo sin vernos, es f¨¢cil que empecemos a intercambiar alineaciones de memoria como filat¨¦licos que muestran a otros filat¨¦licos su colecci¨®n de sellos antiguos.
Una gozosa experiencia de retorno infantil. A¨²n recuerdo lo identificado que me sent¨ª con I?aki Gabilondo cuando en no s¨¦ qu¨¦ comida entre varios nos reconocimos como los ¨²nicos poseedores de dos sellos raros que nadie m¨¢s ten¨ªa: las alineaciones de Hungr¨ªa y Alemania en la final de 1954. La misma escena la viv¨ª a?os despu¨¦s con Antonio Escohotado. Ese conocimiento com¨²n nos acerc¨®.
Pero hoy en d¨ªa, ?hay alineaciones fijas? ?Alguien podr¨ªa recitar con seguridad la de Espa?a en el ¨²ltimo Mundial, o la de Argentina, que sali¨® campeona? ?Y el Atleti de Simeone? No, los equipos ya no son de 11. Los equipos ahora son de 16 o 18, y si bien hay algunos que juegan casi todo, los dem¨¢s juegan bastante y se sienten parte de los triunfos con todo derecho. Los cambios, que han ido creciendo en progresi¨®n casi geom¨¦trica, abrieron aquella caja fuerte que era la vieja alineaci¨®n para que ya se puedan meter y sacar jugadores sobre la marcha cada semana, incluso en cada encuentro. Luego, la intensidad competitiva (el calendario se ha cargado con unos 20 partidos m¨¢s en este tiempo) llev¨® a las rotaciones, recomendadas tambi¨¦n por estudios m¨¦dicos, que detectaron c¨®mo el riesgo de lesi¨®n aumenta a partir de determinada cantidad de minutos al mes. Sumando unas causas con otras, es frecuente que pasen partidos y partidos, y el entrenador no repita alineaci¨®n. A veces coincide con alguna de semanas atr¨¢s, por pura casualidad.
Se acabaron los 11 titulares que saltan a relucir en esas justas alineaciones a las que nos entregamos los que ya ¨ªbamos al f¨²tbol en los sesenta. Igual que se acabaron los 11 ignorados suplentes. Ahora hay una ¨®smosis entre dos grupos a los que podr¨ªamos definir con aquel vago ¡°probables¡± y ¡°posibles¡± de los partidos que programaban los viejos seleccionadores para decidir el equipo final. El ¡°carrito del pescado¡±, antes la mitad de la plantilla, ahora son s¨®lo unos pocos malditos que no entran en la rueda ni por casualidad y les da igual porque si no se ir¨ªan, como esos cuatro invisibles del Madrid que encabeza Hazard. El resto est¨¢ honorablemente utilizado.
Pero hay partidos que marcan, partidos en los que el entrenador tiene que cantar sin disimulo qui¨¦nes son los 11 de su mayor confianza: tal noche grande en Europa, la final de la competici¨®n que sea, nacional o internacional¡ Y el Cl¨¢sico. Este es un partido de rango superior por la carga simb¨®lica que representa y porque los 22 que salgan en filas paralelas, capitanes al frente con el bander¨ªn, ser¨¢n conscientes de que la escena se est¨¢ televisando a todo el mundo. Se les ver¨¢ concentrados y felices, conscientes de que son de la partida un d¨ªa que, al margen del resultado final y de su propio desempe?o en el encuentro, marcar¨¢ su jerarqu¨ªa en la plantilla a la que pertenecen. Los otros ir¨¢n al banco, m¨¢s o menos defraudados, seg¨²n fueran sus expectativas.
Cambios, rotaciones, alineaciones variables, difuminadas, irrecitables¡ Otros tiempos y otras costumbres. Pero el f¨²tbol protesta a veces desde el fondo de los tiempos y reclama un respeto para sus viejas leyes, como es el caso: aunque s¨®lo sea de vez en cuando, sigue habiendo 11 titulares y 11 suplentes, como en los a?os de Rodney Marsh. Algo as¨ª como esas antiguas telas que, dobladas de nuevo, se empe?an en mostrar sus dobleces originales.
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