El Me Too espa?ol
La fulminante ca¨ªda de Luis Rubiales demuestra que la br¨²jula ¨¦tica ha cambiado: nuestro suelo moral ya es otro y eso representa un triunfo del feminismo
El Mundial femenino ha sido doblemente hist¨®rico: en lo deportivo y en lo social. La fulminante ca¨ªda de Luis Rubiales demuestra que la br¨²jula ¨¦tica ha cambiado: nuestro suelo moral ya es otro y eso representa un triunfo del feminismo. La dimisi¨®n del presidente de la federaci¨®n es nuestro Me Too, el aterrizaje en suelo espa?ol de la cuarta ola feminista que trajo ese movimiento transformador. Esa impresionante movilizaci¨®n de 2017 fue la confirmaci¨®n de que los est¨¢ndares para evaluar lo que se consideraba aceptable hab¨ªan cambiado. A partir de ah¨ª empezaron a moverse las estructuras de poder. Eso acaba de llegar al fin a Espa?a: ese beso robado a la futbolista fue un abuso de poder.
Nuestro Me Too, seg¨²n lo bautiz¨® este jueves brillantemente la periodista Raquel Pel¨¢ez, tiene todos los ingredientes de aquella revoluci¨®n: el esc¨¢ndalo provocado por un beso no consentido, la condena social espont¨¢nea que va convirti¨¦ndose en una bola de nieve hasta causar la sacudida total. El Me Too espa?ol, adem¨¢s, ha sido limpio: sin victimizar a ninguna mujer p¨²blicamente, sin ponerla en la picota, sin necesidad de mostrar ninguna herida. La futbolista que sufri¨® el acoso, Jennifer Hermoso, ha hecho uso de su plena autonom¨ªa para hablar cuando ha querido, para denunciar en los t¨¦rminos que ha considerado oportunos, y para hacerlo a trav¨¦s del instrumento que ella ha elegido: su sindicato.
La ca¨ªda de Rubiales representa un triunfo frente a aquellos que ignoran el consentimiento de las mujeres, a las que ven como objetos para su gratificaci¨®n. Es la victoria de una futbolista profesional que se rebela frente a las jerarqu¨ªas de poder nada m¨¢s y nada menos que del mundo futbol¨ªstico, con sus reglas formales e informales que en otro tiempo hicieron pensar a los hombres poderosos que estaban por encima de la ley porque las estructuras institucionales los proteg¨ªan. Con la dimisi¨®n se derrumban los muros en los que algunos se parapetaban con su soberbia. Este caso ha sido pedag¨®gico, ha retratado los prejuicios de los hombres que se niegan aterrizar en la era Me Too, de aquellos que siendo conscientes de su privilegio no se esforzaban en cambiar. El clamor social es la prueba de que los nuevos est¨¢ndares han entrado en el consenso social, en el mainstream: ya no podr¨¢n ignorarse.
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