El abuelo que dej¨® en herencia su abono en La Romareda y su pasi¨®n

Como cada domingo vi partir a mi padre y mi abuelo materno hacia La Romareda. En casa era un ritual sagrado. Esa tarde de 1993 jugaba el Real Zaragoza en casa contra el Atl¨¦tico de Madrid. Por desgracia, jam¨¢s llegaron a ver el partido. En el caf¨¦ donde sol¨ªan parar de camino al estadio, mi abuelo sufri¨® un infarto. Son de esas noticias que te golpean porque no las ves venir. Son de esas cosas que impactan porque yo ten¨ªa 11 a?os y supongo que a partir de entonces empez¨® otra etapa en mi vida.

Hered¨¦ el abono de mi abuelo y ah¨ª se me abri¨® un nuevo mundo. Yo ya segu¨ªa el f¨²tbol, pero el hecho de ir religiosamente al campo me convirti¨® en un devoto. Adem¨¢s, mi bautismo coincidi¨® con una de las ¨¦pocas m¨¢s gloriosas del club. El primer a?o ganamos la Copa del Rey y el segundo la Recopa de Europa con ese incre¨ªble gol de Nayim. No pude ir a la final de Par¨ªs (s¨ª fueron mi padre y mi madre), pero recuerdo que grit¨¦ como un poseso cuando marcamos en la pr¨®rroga y que a mi abuela ¨C?qu¨¦ diablos har¨ªa con la ropa a esas horas de la noche?¨C se le cay¨® la plancha caliente al suelo. Esa alegr¨ªa, el olor de los puros en el estadio, la bravura de Juan Eduardo Esn¨¢ider, mi jugador favorito en la ¨¦poca, son cosas que no se olvidan.

El Zaragoza de hoy es diferente al de entonces. La pandemia nos fren¨® cuando parec¨ªa que volver¨ªamos a subir s¨ª o s¨ª¡­pero yo no pierdo la esperanza y sigo ah¨ª al pie del ca?¨®n, junto a mi equipo. Prueba de ello es la colecci¨®n de abonos que desde 1994 conservo en casa. Estoy tratando de inculcar el zaragocismo a mis hijos, de 5 y 7 a?os, la cuarta generaci¨®n de aficionados. Se lo digo muchas veces a mis alumnos en el colegio donde soy profesor de educaci¨®n f¨ªsica y donde muchos son del Real Madrid o del FC Barcelona: en las buenas o en las malas, no hay mayor orgullo que mantenerse fiel al equipo de tu ciudad.