?Falstaff?, por la Opera de Varsovia

Verdi hab¨ªa lanzado su consigna: ?Volvamos a lo antiguo y ser¨¢ un progreso?. ?Falstaff? nos demuestra que semejante propuesta no era vana palabrer¨ªa, si se sab¨ªa interpretar en toda su profundidad. No se trataba de imposibles ?retornos?, sino de buscar en las ra¨ªces de la tradici¨®n italiana puntos de partida para una ¨®pera nueva y de su tiempo. (?Falstaff? se estrena en la ?Scala? el a?o 1893),Al fondo, pues, de la ?comedia I¨ªrica? shakespeariana se encuentran los viejos madrigales, ciertas concepciones monteverdianas y lo mejor de cuanto aport¨® la ?¨®pera bufa?. Tradiciones todas que Verdi, con verdadero genio, asume para inventar nuevos modos de hacer oper¨ªstico.

No es casual que las dos grandes obras del ?viejo prodigio? est¨¦n apoyadas en argumentos de Shakespeare tratados, excelentemente, por Arrigo Boito. Una de las ?vueltas? que Verdi practica apunta justamente hacia el gran teatro, hacia la ra¨ªz del mejor teatro occidental. Frente a los que opinan ?la ¨®pera, o sea la m¨²sica? y ?la ¨®pera, o sea el teatro?, el m¨²sico de Parma demuestra que la magia de lo oper¨ªstico reside no ya en la juntura de los dos valores -el teatral y el musical- sino en la trascendencia de ambos a trav¨¦s de un concepto unitario superior, sint¨¦tico, y evidenciador. Cuanto de musical tuvo el teatro de Shakespeare habita en el ?Falstaff? verdiano. La acci¨®n est¨¢ en la escena pero tambi¨¦n en la orquesta y la palabra determina el canto y, a la vez, la fisonom¨ªa de lo instrumental.

?Falstaff?, es una fiesta teatral y musical y posee una vitalidad tal que ni ha envejecido ni envejecer¨¢ jam¨¢s. Al contrario, por muchas veces que asistamos a su representaci¨®n, la sorpresa asaltar¨¢ nuestro esp¨ªritu a cada instante. Claro que para ello se impone una necesidad: la realizaci¨®n natural, fluida, perfectamente ?orquestada? de esa acci¨®n incesante, de ese continuo ?hablar en m¨²sica?, de ese monteverdiano ?expresar las pasiones?, de semejante organizaci¨®n de la movilidad, cont¨ªnua en su esencia y no gracias a la continuidad de melod¨ªas ?standarizadas?. En ?Falstaff?, las arias y los d¨²os ceden su puesto a una instancia superior llamada ?vida?.

Cuando una compa?¨ªa como la de la Opera de Varsovia funciona como algo habitual, la perfecci¨®n de los resultados supera incluso la calidad de las individualidades. Cierto que Jerzy Artysz hace un ?Sir John Falstaff? magn¨ªfico en lo musical y en lo teatral; que ?Fenton?, el matrimonio Ford, ?Nanetta?, la Sra. Quickly, los ?graciosos? y el resto de los personajes encontraron definitiva calidad en Jery Kulesza, Kazimier Pustelak, Marek Dobrowsky, Leonard Broz, B¨¢rbara Nieman, Ursula Trawinska y Regina Reynik; no menos cierto que los coros, la orquesta, la danza, la bell¨ªsima escenograf¨ªa, funcionaron dentro de la misma t¨®nica.