Hacia la unidad socialista
Quiz¨¢s por la poderosa fuerza centr¨ªfuga que tiende a desplazar a unos espa?oles de otros, cada d¨ªa se hacen m¨¢s urgentes y generales las peticiones de unidad. Podr¨ªa establecerse una relaci¨®n que. expresarse que cuanto m¨¢s tendemos a desarticularnos m¨¢s buscamos y solicitamos unirnos. No es esto extra?o. Hay una explicaci¨®n l¨®gica para ello como para todas las contradicciones, explicaci¨®n que no s¨®lo se refiere a los individuos sino al conjunto del pa¨ªs. Parece que estamos en uno de esos momentos, no raros en nuestra historia, en que nuestra identidad fundamental como naci¨®n g'lobal tendemos a expresarla disintiendo, reproch¨¢ndonos y particularizando con una energ¨ªa que no ponemos en unirnos. Quiere esto decir que en el panorama general de la naci¨®n el caso del socialismo no es ins¨®lito. Tambi¨¦n se buscan muchas otras unidades opor lo menos nuevas formas o modalidades de lo unitario.En cuanto al socialismo estrictamente se refiere, y ya es bastante aclaratorio que su divisi¨®n no sea nada ni extra?o, ni aislado en el panorama general del pa¨ªs, la unidad es hacedera y, a mi juicio, caminamos hacia ella. Desde luego,no es una unidad que se pueda conseguir de repente, s¨®lo por la buena voluntad. La buena voluntad ¨¦n pocas ocasiones es lo fundamental y primario pues suele estar limitada por condiciones objetivas, que con frecuencia, no sedes¨¦an, pero que est¨¢n y es dificil destruir. Despu¨¦s de los cuarenta a?os de dici¨¢dura han ocurrido al socialismo espa?ol dos cosas que tienen, a mi juicio, especial importancia. Una, que se ha fraginentado, no en facciones, sino en partidos, y otra, que haperdido. lo que pudi¨¦ramos llamar su sustantividad.
Durante, parte del siglo XIX y casi la primera mitad de? siglo XX el socialismo espa?ol era definible como una unidad, tanto en su versi¨®n sindical como en su versi¨®n pol¨ªtica, aunque hubiese distintas tendencias, e incluso facciones, dentro de la unidad general. Pero, despu¨¦s de los largos a?os de autoritarismo, han, aparecido partidos y no facciones, y si es fuerte la relaci¨®n que une a un hombre con la facci¨®n, es m¨¢s fuerte la que le une ? con un partido, cuando el partido ha vivido durante muchos a?os, por obra de la clandestinidad, como si fuese una facci¨®n.
La idea y el pailido
Ahora, en nuestro pa¨ªs, hay varios sectores configurados como partidos socialistas que tienen que vencer la afici¨®n de partido y pensar que la idea socialista puede cubrir una gran parte de las diferencias que separan a los diversos partidos con reminiscencias de facci¨®n. Para lograrlo, el problema est¨¢ en que nos pongamos de mente acerca de qu¨¦ entendemos por socialismo, y con esto vuelvo a la primera cuesti¨®n que, de modo deliberado y no por descuido, he dejado para el segundo lugar.
Si los socialistas queremos unirnos, y yo estoy convencido de que lo queremos, debemos definir qu¨¦ entendemos por socialismo, aceptando unos supuestos comunes que permitan el reconocimiento de nuestra propia condici¨®n, porque una gran estructura, que se llame socialista en la que entrase todo el que se atribuye este nombre, m¨¢s contribuir¨ªa a deshacer, perturbar, y desunir que a ordenar e integrar. Los espa?oles necesitarnos en todo, pero especialmente en pol¨ªtica, saber d¨®nde, est¨¢ cada uno, y si queremos entendernos con los que no son socialistas, conviene que se sepa claramente cu¨¢les son nuestros fundamentos y nuestros l¨ªmites para que no nos confundan con la socialdemocracia o con otros partidos semejantes.
La confusi¨®n del lenguaje
La mayor confusi¨®n consiste en que hablamos el mismo lenguaje todos y que., por t¨¢ctica y habilidad de partido, resultamos tan de acuerdo con lo que los sectores burgueses proponen, que cuando. llegue el momento, en que la voluntad popular tenga que elegir, no sepa a qui¨¦n. A¨²n podr¨ªamos a?adir que la intenc¨ª¨®na veces torcida. de complacer a quien tiene el poder puede llevar, cuando se trata de negociar, al fracaso de las posibles negociaciones.
El camino hac¨ªa el socialismo pasa por su previa definici¨®n y no es posible soslayar este primer paso. Me parece que lo propio se podr¨ªa decir con relaci¨®n a algunos socialismos regionales, en los que es freccuente que la preocupaci¨®n acerca de los hechos diferenciales de pueblo o nacionalidad se antepongan a las definiciones socialistas en cuanto tales, lo que,'a mi modo de ver, puede dificultar el proceso general hacia la unidad.
Esta primera etapa requiere conversar, sobrentendiendo que existe la buena voluntad y las limitaciones a la buena voluntad a que antes nos hemos referido. Para obviar, en lo posible, estas limitaciones, me parece que tendr¨ªa que ser principio inexcusable, en el proceso de la amigable discusi¨®n, entender que unidad no quiere decir en este caso unicidad: es decir, un todo en el que las partes se funden y confunden, sino unas actitudes comunes, pero que permiten posiciones diferentes en distintos sectores y puntos de vista, tambi¨¦n diferentes, en cuanto a lo que no se refiere a las bases fundamentales. Se podr¨ªa llegar a una estrategia com¨²n sin que esto implicase, en un primer momento, p¨¦rdida de la personalidad de los partidos, por que aunque lo que todos deseamos, es llegar a un ¨²nico partido socialista, conviene ir por pasos y no de un salto. El trato y discusi¨®n de los problemas, el conocimiento personal, al que tantas dificultades ha puesto la clandestinidad y el ¨¢nimo de facci¨®n, han de ser esenciales para que lleguemos al gran partido. Partido que ha de satisfacer a ne cesidades que el Estado espa?ol y los ciudadanos espa?oles, en cuanto miembros del Estado, tienen de una organizacion socialista que practique la doctrina socialista.
Cabe, no veo inconveniente en admitirlo, que se tarde en el proceso, e incluso, que no se logre la integraci¨®n total, pero esto no debe ser obst¨¢culo para que no haya una respuesta socialista comunitaria. Estoy convencido de que se puede conseguir una u otra forma de unidad y de que, sin apresuramiento, pero no despacio, iremos rebasando los obst¨¢culos que impiden que se imponga la buena voluntad. Un obst¨¢culo principalisimo, aparte ,de los se?alados, es la propia confusi¨®n al en que se mueve el pa¨ªs y la inseguridad que ¨¦sta Provoca en. Muchos respecto M futuro. Con frecuencia los pol¨ªticos, incluso los socialistas, piensan desde supuestos empresariales y no arriesgan su capital si no ven el futuro claro. Conviene que los socialistas nos convenzamos de que la mejor pol¨ªtica, para nosotros mismos y para es la generosidad y confianza. Es muy dificil que Espa?a pueda quedarse al margen-de la sociedad y de la pol¨ªtica occidental, es decir, del neocapitalismo burgu¨¦s. Esta etapa, que implica la democracia formal, ha de llegar, aunque nos ha de costar a¨²n muchos esfuerzos y grandes sacrificios conseguirlo, pero con la confianza de que antes o despu¨¦s lo conseguiremos.
Con tal confianza debemos jugarlo iodo al socialismo democr¨¢tico. En este todo va impl¨ªcito el que los socialistas estemos unidos para que el proceso din¨¢mico de la historia nos coja en condiciones de orientar la deniocrac¨ªa burguesa hacia los fines por los que luchamos, que, en resumen, son los que nos dan sentido y raz¨®n de ser en los que la clase trabajadora confia.
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