La desencadenada furia de Francisco Nieva
A lo largo de la intrincad¨ªsima historia de la aventura humana, es f¨¢cil, descubrir que el teatro, que el hombre ha visto, en cada ¨¦poca, conten¨ªa una reconocida capacidad para procurar emociones, expresar sentimientos, formar una reflexi¨®n o bien provocar cierta especie de influjos vitales. Una puntual y constante disponibilidad esp¨ªritu al hace al hombre, desde la historia remota, sensible y receptivo a los espect¨¢culos. Es probable, es casi seguro, que la tribu fascinada por la hoguera del bosque o el reflejo del r¨ªo, fuese tan p¨²blico de teatro como la familia televidente. La radical honestidad del agua o de las llamas movedizas tiene poco que ver, aparentemente, con el sabio y a veces espl¨¦ndido reflejo est¨¦tico de la maravilla. La acci¨®n fecunda el teatro. Tr¨¢gico o c¨®mico, cualquier hecho dram¨¢tico, ostenta una serie de ademanes puros, que arrancan de la m¨¢s remota historia del espect¨¢culo y consagran el ferviente triunfo de aquellas, egregias movilidades del agua y el fuego. Sin acci¨®n no hay teatro.Esta acci¨®n, es contemplada por hombres sobrecogidos y ensimismados. El aislamiento de los espectadores no es, ni remotamente, incomunicativo. Todo lo contrario. Es una forma, ins¨®lita en la sociedad de estar en comuni¨®n, apasionada o reflexiva, pero f¨¦rvida, con el lugar com¨²n contemplado y, por consecuencia, con todo el c¨ªrculo de sus arrebatados y suspendidos testigos.
?La carroza de plomo candente? y ?El combate de Opalos yTasia?, de Francisco Nieva
Director: Jos¨¦ Luis Alonso. Decorados: Grupo Escuela de Arte Dram¨¢tico, realizados por Manuel L¨®pez. Int¨¦rpretes principales: Laly Soldevila, Rosa Valenty, Julia Trujillo, Ana Mar¨ªa Ventura y Jos¨¦ Mar¨ªa Prida. Teatro F¨ªgaro.
Desilusiones de nuestra fe
En esas condiciones, los reparos que se ponen a esta o aquella tendencia teatral, nacen de los reflejos de la conciencia personal m¨¢s que del hecho dram¨¢tico en s¨ª; son desilusiones de nuestra fe ante los latigazos o las blanduras de un acto de comunidad del que esper¨¢bamos otro distinto rango de emociones. Cuando Arist¨®teles asegura que la tarea del teatro es agradar, lo que quiere decir es que una acci¨®n contemplada en comunidad -la borrachera de Dionisios, el fren¨¦tico vendaval shakespiriano, la abundancia de fuerza expresada en un r¨¦cord deportivo- es satisfactoria para el hombre, porque le muestra, con j¨²bilo, el enorme r¨ªo de sus capacidades vitales: gran odio, gran alegr¨ªa, gran amor, gran fortaleza, gran pasi¨®n.Recuerdo todo esto, porque coincide la primera aparici¨®n de esta p¨¢gina con la presentaci¨®n, en nuestros escenarios, del furioso teatro de Francisco Nieva, hombre de singulares talentos, entre los que destacan dos riquezas bifrontes y util¨ªsimas: la expresi¨®n pl¨¢stica y la expresi¨®n literaria. ?Ah¨ª es nada! Con esa convergencia se puede ya generar, formalmente, un universo teatral. Dentro de ese universo hay toda una expresi¨®n de enfrentamientos maniqueos, burlones, esperp¨¦nticos y vagamente anarquistas, de la realidad espa?ola alucinadamente contemplada. En La carroza del plomo candente los ritmos l¨ªricos, alternativamente graves y triviales, impregnan toda una estilizaci¨®n hist¨®rica con el vago y muy teatral perfume del gui?ol y el tabladillo de la feria popular. El subt¨ªtulo, ceremonia negra, no debe influirnos. Lo sobrenatural -aqu¨ª, lo barroco- es mucho m¨¢s bufonesco y risible que endemoniado y sat¨¢nico. Nieva est¨¢ m¨¢s cerca de Quevedo que del Apocalipsis. Est¨¢ m¨¢s cerca de Jarry y de Artaud, que de Valle-Incl¨¢n. Y est¨¢n, sin duda alguna, m¨¢scara de Federico Fellini que del Bosco y de Vel¨¢zquez. Su ceremonial purificador convierte el escenario en un aquelarre medieval y ah¨ª asoma la m¨¢s clara e inequ¨ªvoca de sus estupendas influencias Michel de Ghelderode y su teatro de ferocidad, azufre, trupulencia y fanatismo, Magn¨ªfica influencia. Ghelderode avis¨® siempre que lo que hab¨ªa tras sus obras era ?una ?aspiraci¨®n de pureza?. Es lo que quiere Nieva cu¨¢ndo separa los valores vitales de los mortales, habla a los instintos y las adivinaciones -y enlaza con el mejor teatro po¨¦tico-, y empuja, hacia el espectador un cargamento de riquezas pl¨¢sticas, antes de permitirle asimilar la riqueza ideol¨®gica. Ah¨ª, tambi¨¦n acierta.
Teatro de sensualidades
Como en todas esas sombras formidables -Goya y Bruehel, Solana y el Bosco, Arist¨®fanes y Fellini, Valle-Incl¨¢n y Ram¨®n Artaud y Jarry-, el teatro de Nieva es tambi¨¦n un teatro de sensualidades. Son las mejores ayudas para la integraci¨®n sarc¨¢stica y cr¨ªtica del espect¨¢culo. La Venus calipigia, la de las nalgas coloreadas, es un hallazgo. (Y aqu¨ª un leve quejido andaluz. La conocid¨ªsima estatua napolitana de este personaje est¨¢ ya, amigos m¨ªos, muy bien identificada: era Telethusa, amante de Marcial, bailarina gaditana, nada menos, ?maestra en adoptar posturas lascivas al son de los cr¨®talos de la B¨¦tica y en cimbrearse al comp¨¢s de los ritmos de C¨¢diz, capaz de devolver la fuerza a los deca¨ªdos miembros de P¨¦leas y de provocar al marido de H¨¦cuba...?. ?Ven, Telethusa, romana de C¨¢diz, ven a bailar bajo,el sol marinero?, -dijo Alberti- Y digo yo: la fin¨ªsima y espl¨¦ndida Rosa Valenty, ?No pod¨ªa haber sido un poco m¨¢s gaditana y un poco menos imprecisa y remota? Es una sugerencia erudita pero inevitable ... )El combate de Opalos y Tasia, segundo espect¨¢culo del teatro furioso de Nieva es una delicia directa: teatro libre, de feria, de marionetas populares, de alegr¨ªa sin trabas; una demostraci¨®n del imperio de Nieva sobre Ios recursos esc¨¦nicos. Y un gran cierre muy ¨²til para recuperar al puro escritor. Nieva tiene un gran lenguaje, un lenguaje espec¨ªfico que se articula en tomo a dos ejes mayores: el lujo verbal y la expresividad, especialmente al servicio del humor y la poes¨ªa.
Sombra Glacial y cerebralista
Yo debo decir a Nieva lo que hay de peligroso, en su formidable alarde. Lo peligroso, es una sombra glacial y cerebralista que hiela, de pronto, el, espect¨¢culo. Es porque hay una cierta debilidad en la estructura -que no tiene nunca Valle, que no tiene casi nunca Ghelderode- y en esos momentos, la capacidad provocadora de los hallazgos teatrales no es suficiente para sostener el tinglado. Es todo. Nieva, dicho en otras palabras, tiene que vigilar a su imaginaci¨®n para que ¨¦sta se justifique, siempre, con la raz¨®n expositiva.Jos¨¦ Luis Alonso ha marcado los dos espect¨¢culos como una enorme fiesta de ampulosidades, altas voces, sintetismos, c¨®leras libertadoras y s¨ªncopas visuales y orales. El suyo es un fant¨¢stico trabajo, aparentemente alejado de su habitual manera de hacer. ?C¨®mo debe haber luchado, para desordenar sin perder claridad, hacer gritar sin perder lucidez y hacer violenta a la belleza y clara a la libertad! Formidable trabajo.
Y formidable reparto. Hay que escribir, en primer t¨¦rmino, el nombre de Laly Soldevila. La suya es una interpretaci¨®n que debe hacer historia. Su claridad verbal y gestual no es nada al lado de la fuerza ordenadora de la acci¨®n y sus ritmos, del empaque tonal, que obliga y marca a los dem¨¢s, de su inteligent¨ªsimo control de los aspectos mec¨¢nicos y conceptuales del personaje. Lo que hay en Nieva de confrontaci¨®n, irreverencia y jocundidad, Laly Soldevila lo puso inmediatamente en orden. Fue la gran solista de la gran orquesta. Dir¨¦ tambi¨¦n que en El combate de Opalos y Tasia, bajo la genial intuici¨®n de Luisa Rodrigo, dos actrices de talento muy vario y rico -Julia Trujillo y Ana Mar¨ªa Ventura- enfatizaron una enorme bronca f¨ªsica y verbal, que arrastra los t¨¦rminos del viejo sainete realista a una explosi¨®n surrealista de formidables dimensiones burlonas. Tras ellas, un reparto ilustra, -Pilar Bardem, Rosa Valenty, F¨¦lix Navarro, Jos¨¦ Mar¨ªa Prada, Valeriano Andr¨¦s y el ni?o Lagese alinearon, con fallos, desigualdades y aciertos grandes para componer este enorme fresco burl¨®n y ¨¢cido que irrumpe en nuestra escena como un formidable ba?o de inteligencia dram¨¢tica, inteligencia violenta, hermosa y lustral.
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