La alternativa democr¨¢tica a la crisis del capitalismo
Eurocomunismo: la invenci¨®n de este neologismo es reciente, pero su adopci¨®n por el lenguaje pol¨ªtico ha sido fulgurante. Se?al de que urg¨ªa denominar de alguna manera el nuevo. comportamiento de los principales partidos comunistas de Europa occidental, la revisi¨®n que est¨¢n efectuando de sus posiciones ideol¨®gicas y estrat¨¦gicas. Urgencia terminol¨®gica que se explica, indudablemente, porque el fen¨®meno del eurocomunismo se sit¨²a entre los factores b¨¢sicos de una realidad insoslayable, de dimensi¨®n no s¨®lo europea, sino internacional: la realidad de que la alternativa democr¨¢tico-socialista a la crisis del capitalismo se presenta en algunos pa¨ªses de Europa occidental como una opci¨®n pr¨¢ctica, posible a corto o medio plazo, y no s¨®lo como una perspectiva hist¨®rica. - En Italia, un gobierno de ?com- promiso hist¨®rico?, o incluso un gobierno que tenga como eje a los partidos comunista y socialista, parece estar a la vuelta de la esquina. Bajo la presi¨®n de los graves problemas socioecon¨®micos p¨¦ndientes y del poderoso movimiento obrero-popular, es probable que se ponga en marcha una din¨¢mica tendente a rebasar la l¨®gica del mecanismo capitalista. Por algo Berlinguer, cuya prudencia es no toria, ha constatado recientemente ?la actualidad del socialismo en Italia?. Si nos atenemos al calendario electoral, los plazos para la instalaci¨®n de un gobierno con hegemon¨ªa socialista-comunista son algo m¨¢s largos en Francia, pero no ser¨ªa extra?o que se acortasen, dada la creciente debilidad de la actual coalici¨®n gubernamental, pr¨¢cticamente minoritaria desde las ¨²ltimas elecciones cantonales. En todo caso, el ?programa com¨²n? de la uni¨®n de la gauche proclama como objetivo ?abrir la v¨ªa al socialismo?. En Portugal, la mayor¨ªa del electorado ha reafirmado los postulados socialistas de la nueva constituci¨®n, pese a las graves dificultades que atraviesa el pa¨ªs y a los desaciertos de los partidos que se dan el socialismo como meta. M¨¢s incierto es el actual proceso pol¨ªtico espa?ol, y la opacidad que envuelve a muchos de sus factores b¨¢sicos hace dificil un an¨¢lisis objetivo, pero el car¨¢cter de nuestros problemas sociales no es muy diferente, por ejemplo, del de los italianos. Es previsible, adem¨¢s, que las fuerzas obreras y populares de signo socialista tendr¨¢n un protagonismo sobresaliente en la futura democracia pol¨ªtica. Por ahora, la alternativa socialista no se presenta como opci¨®n pr¨¢ctica, a corto o medio- plazo, m¨¢s que en esta zona, en la Europa latina, pero basta para dar al hecho una relevante dimensi¨®n internacional. En primer lugar, por la significaci¨®n estrat¨¦gico-militar de la regi¨®n. Kissinger lo ha formulado con meridiana claridad en su discurso del pasado diciembre ante los embajadores americanos en Europa: ?El desarrollo de la pol¨ªtica de izquierda -declar¨® el aprend¨ªz de Metternich- amenaza con socavar las relaciones que conciernen a la seguridad y a las pol¨ªticas de defensa sobre las que ha sido edificada la Alianza (atl¨¢ntica). Y ese desarrollo no dejar¨¢ de afectar a las relaciones entre Europa occidental y los Estados Unidos. En Italia, Espa?a y Portugal, y tal vez en Francia (Kissinger habla antes de las elecciones cantonales que dieron la mayor¨ªa a la izquierda), asistimos al crecimiento de la influencia de los partido comunistas, y nos planteamos la cuesti¨®n de saber qu¨¦ hacer..? Desde entonces se han multiplicado las ?sugestiones? de los l¨ªderes pol¨ªticos y militares americanos sobre ese inquietante ?qu¨¦ hacer?. A ellas nos referimos m¨¢s adelanteEfectos de contagi¨®
La trascendencia internacional de la alternativa democr¨¢tico-so cialista en el ¨¢rea latina europea consistir¨ªa -en segundo lugar- en su probable efecto de contagio sobre otros pueblos de Europa. Mitterrand ha subrayado ?el formidable est¨ªmulo ideol¨®gico que ejercer¨ªa sobre los trabajadores alemanes e ingleses? un gobierno de izquierda en Par¨ªs. Lo mismo podr¨ªa decirse en relaci¨®n con los trabajadores de otros pa¨ªses europeos, sin excluir los del Este, donde aguijonear¨ªa las corrientes democratizadoras, no por soterradas y reprimidas menos reales. No dejar¨ªa de contribuir tambi¨¦n al despertar pol¨ªtico de la clase obrera americana, cuya integraci¨®n ideol¨®gica en el sistema es hoy una de las bases m¨¢s s¨®lidas del imperialismo. Tales efectos son previsibles porque la problem¨¢tica del eurocomunismo, lo mismo que la de las tendencias de izquierda actualmente en auge en los partidos socialistas, es la problem¨¢tica de las v¨ªas democr¨¢ticas de transici¨®n al socialismo en los pa¨ªses industriales avanzados. No es casualidad por ejemplo, que el partido comunista japon¨¦s adopte posiciones ideol¨®gicas y estrat¨¦gicas similares a las de los partidos comunistas de la Europa latina. - La participaci¨®n de comunistas en gobiernos de pa¨ªses capitalistas desarrollados o el apoyo,a los mismos sin ocupar carteras ministeriales, tiene ya su historia: apoyo del PCF al gobierno Blum en el marco del frente popular franc¨¦s de 1936; participaci¨®n en los gobiernos de uni¨®n nacional antifascista de Francia, Italia, B¨¦lgica Austria, Dinamarca y Noruega al finalizar la segunda guerra mundial (hasta que en 1947 son excluidos muy poco democr¨¢ticamente -por cierto-, en cumplimiento de ¨®rdenes de Washington); participaci¨®n en el gobierno finland¨¦s durante ese mismo per¨ªodo y ulteriormente, a intervalos, hasta marzo de 1971, volviendo a entrar en noviembre de 1975; apoyo de los 19 diputados comunistas suecos, desde 1973, al gobierno social-dem¨®crata de Palme, que no tendr¨ªa mayor¨ªa parlamentaria sin ese apoyo, y participaci¨®n en el gobierno de Islandia de 1971 a 1974.
Frente a las potenciasPero esas experiencias se centran en situaciones, nacionales o internacionales, muy diferentes de las de Italia y Francia hoy. Basta mencionar condicionantes como la amenaza de las potencias fascistas en el per¨ªodo de los frentes populares; el control directo de Europa occidental por los americanos en la posguerra; el car¨¢cter de ?uni¨®n nacional? -no de alternativa socialista- que tuvieron los gobiernos de coalici¨®n antifascista en esos a?os, y, finalmente, la subordinaci¨®n ?le los partidos comunistas a la jefatura de Stalin durante esa d¨¦cada 1936-1947. Muy especial es la experiencia finlandesa, dado el fuerte condicionante que representa la vecindad rusa. La sueca tiene escasa relevancia por la debilidad del partido comunista, y lo mismo sucede con la de Islandia, por las caracter¨ªsticas del pa¨ªs. Habr¨ªa que agregar los casos de Chile y Portugal, as¨ª como el de la Rep¨²blica espa?ola durante la guerra civil, pero sin perder de vista que, en rigor, el tipo de sociedad en, ¨¢ises no es a¨²n (no lo era en estos pa la Espa?a del 36) el del capitalismo desarrollado. No puede prejuzgarse, por eso, de lo que ser¨¢n las eventuales experiencias italiana o francesa por lo que fue la chilena o ,est¨¢ siendo la portuguesa, aunque, evidentemente, haya muy ¨²tiles lecciones a retener. En puridad, la cuesti¨®n de la transici¨®n al socialismo a partir del capitalismo avanzado se plantea por primera vez, como posibilidad pr¨¢ctica, como proyecto de fuerzas obreras y populares mayoritarias, en la Italia y la Francia de nuestros d¨ªas. Y de esa posibilidad el eurocomunismo es factor esencial. De ah¨ª su candente actualidad. Pero, ?qu¨¦ es concretamente el eurocomunismo? Tres rasgos b¨¢sicos pueden definirlo: la ruptura de los partidos comunistas que lo protagonizan con su subordinaci¨®n de otros tiempos a la direcci¨®n y al modelo rusos; la revalorizaci¨®n de la democracia como v¨ªa de acceso al socialismo y como componente b¨¢sico -junto con la progresiva eliminaci¨®n de las relaciones de producci¨®n capitalistas- de la sociedad socialista; la b¨²squeda de una estrategia internacional que permita ese avance hacia el socialismo en Europa frente a las dos superpotencias, hostiles -por razones diversas, pero de efectos convergentes- al ¨¦xito de semejante experiencia. En los. tres art¨ªculos siguientes examinaremos cada uno de esos rasgos.
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