Otro milagrito
El r¨¦cord de Rafael Blanquer no puede tomarse como un hecho glorioso. El que por primera vez un espa?ol haya conseguido superar los ocho metros en el salto de longitud, m¨¢s que lanzarnos por los caminos del optimismo, debe llevarnos a una situaci¨®n ruborosa. Por dos razones: la primera vez que ha sucedido y por el modo en que el atleta ha llegado a su m¨¢xima cota.Rafael Blanquer ha tenido que luchar contra la adversidad de las lesiones y ha logrado superar todos los graves contratiempos musculares que ha padecido. De estas lesiones, tengo para m¨ª que hay alguien responsable: los que durante a?os no le han facilitado los medios necesarios para que efectuara un entrenamiento racional.
El mejor saltador de todos los tiempos, en ocasiones ha tenido que realizar su preparaci¨®n sobre el cemento de los grader¨ªos de Mestalla. Durante largas temporadas, su sue?o no ha sido el tart¨¢n. sino la simple pista de ceniza y ni siquiera ¨¦sta ha estado a su alcance. Un atleta no se fabrica en intermitentes concentraciones y en entrenamientos por correspondencia. Que ¨¦l y su preparador, Lombao, se apunten el ¨¦xito hay que achacarlo a la pura casualidad.
En Espa?a hay cientos de atletas en potencia que no pueden ser nada, porque en la mayor¨ªa de los casos, no tienen ni un mal monitor al que pedir consejo. La mayor¨ªa de los espa?oles desconocen lo que es una pista de atletismo. Las que hay, est¨¢n mal utilizadas. En los centros escolares, no existen. La ley de Educaci¨®n F¨ªsica es papel mojado. Los casos como Blanquer son simples milagritos.
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