El Moscard¨® se vi¨® forzado a lograr la goleada
El p¨²blico, aburrido, se fue a casa a, meditar sobre la caravana de goles que su equipo le hab¨ªa hecho a ese grupo de once jugadores plet¨®rico de buenas intenciones y vac¨ªo de cualquier contenido futbol¨ªstico. Si el juego de ambos cuadros hubiese propiciado el resultado, la afici¨®n hubiera tenido dos horas de aut¨¦ntico delirio, pero el O'Donell no puso nada de su parte para que esto tuviera lugar.Fueron once, pero pudieron ser quince, veinte o veinticuatro. Si no se lleg¨® a esta cifra fue por la borrachera de remates a puerta que los jugadores del Moscard¨® cogieron durante los noventa minutos de partido. S¨¢nchez, Serrano y Lucas es seguro que a¨²n conservan resaca de la ?curda? que pillaron en el ¨¢rea de Roncero. A Fern¨¢ndez, Bernab¨¦u, Segura y Valbuena II, sin embargo, ya se les habr¨¢ pasado.
El O'Donnell -que la regional le guarde en su gloria la pr¨®xima temporada- apenas s¨ª lleg¨® en alguna ocasi¨®n al ¨¢rea de Valbuena I, que se limit¨® a sacar varias veces de puerta y a cantar bajo la fluvial- deporte este siempre saludable cuando se juega la promoci¨®n de permanencia en la divisi¨®n. Al equipo ceut¨ª le sobraron algunos jugadores. Hesle, por ejemplo, luci¨® con esmero una codera en el brazo izquierdo; Mu?oz convers¨® durante noventa minutos con Coloscou, hall¨¢ por el centro del campo; Hamidd se entretuvo en observar los balones altos que llegaban a la zona por ¨¦l ocupada y que Bordons o S¨¢nchez le robaban tranquilamente; Ricardo ech¨® de menos unos cent¨ªmetros de talla y Sel¨¢n... Sel¨¢n merece p¨¢rr¨¢fo aparte. Porque el lateral izquierdo, que corre con las manos pegadas al cuerpo, apenas si entreg¨® un bal¨®n a sus compa?eros; y, por si fuera poco, conf¨ªa m¨¢s en la fortuna y el mal tino del rival, que en sus piernas, para impedir el remate a puerta de los contrarios.
El Moscard¨®, ante las perspectivas que ofrec¨ªa el O'Donnell, no tuvo otra alternativa que marcar goles. Tantos gole que se patentiz¨® la poca confianza del club en el equipo. Porque cuando se consigui¨® el n¨²mero 10, el encargado de mover el marcador tuvo que recurrir a los dos carteles, el del n¨²mero 1 y el 0, porque ese guarismo no lo tienen. Y cuando se marc¨® el und¨¦cimo gol, ese fiel empleado ?rob¨®? el n¨²mero 1 del marcador visitante para componer la cifra.
Para finalizar la temporada, divirti¨® el partido del Moscard¨®. La afici¨®n, que durante todo el a?o sufri¨® sequ¨ªa de goles, sonre¨ªa el domingo cuando un delantero fallaba ante la meta de Roncero. El partido de vuelta, al la postre, no debe preocupar en demas¨ªa. Los rojiblancos madrile?os pasar¨¢n noventa minutos de calor en el campo del O'Donnell, que no apuros, nervios o similar.
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