Espa?a en la Sociedad de Naciones
Una pasi¨®n fr¨ªa es la cualidad que Fernando Mar¨ªa Castiella considera necesaria para que los estadistas jueguen en la pol¨ªtica internacional. Su libro Una batalla diplom¨¢tica, el primero que publica desde que dej¨® de ser ministro de Asuntos Exteriores, en 1969, es un estudio de la aplicaci¨®n de esa pasi¨®n fr¨ªa a un asunto concreto, de m¨¢ximo inter¨¦s en su d¨ªa para los intereses del Estado espa?ol la obtenci¨®n de un puesto permanente, entre la oligarqu¨ªa de potencias europeas, en el Consejo de la Sociedad de Naciones.Sobre el estudio, organizado, con h¨¢bil t¨¦cnica de profesor avezado en la direcci¨®n de tesis doctorales, monta el autor una plataforma para fijar, como con astrolabio, la posici¨®n exacta y mensurable de Espa?a en la constelaci¨®n de Estados europeos de la ¨¦poca. Los resultados de la medici¨®n lastiman la intensa pasi¨®n fria del autor: ?Nos estaba vedado -dice- all¨ª, para siempre, el subir los ¨²ltimos pelda?os?. Espa?a, efectivamente, vio frustrada, por el juego de las grandes potencias europeas entre ellas, y sin que ninguna quisiese perjudicarla voluntariamente, su esperanza de conseguir ese puesto permanente, como potencia m¨¢s importante de las neutrales, y por su papel pol¨ªtico y humanitario en el conflicto europeo 1914-48.
Una batalla diplom¨¢tica de Fernando Mar¨ªa Castiella
Editorial Planeta, S. A. Madrid. 1976. 287 p¨¢ginas.
El libro no es s¨®lo un estudio diplom¨¢tico. Es tambi¨¦n una tesis sobre el comportamiento pol¨ªtico ante las peculiaridades y caracter¨ªsticas de la lucha internacional. En las connotaciones que Castiella adjunta a los hechos y a la documentaci¨®n se muestra una cuidadosa discriminaci¨®n por la que el riguroso pol¨ªtico que ¨¦l fue juzga desde su experiencia, lo que un estadista: puede y no puede hacer al momento de utilizar todos los instrumentos diplom¨¢ticos que se le ponen al alcance.
Rechaza Castiella que para obtener un fin considerado como primordial se abr¨ªa un frente colateral que aparezca como alternativa. Analiza Castiella la posici¨®n ded dictador Primo de Rivera ante las dificultades alzadas ante Espa?a para obtener el puesto permanente, en 1926. Querr¨ªa el general que si Espa?a perd¨ªa su reivindicaci¨®n, la Sociedad de Naciones le diese el mandato de administraci¨®n de T¨¢nger, como compensaci¨®n. Suscribe Castiella la posici¨®n expresada en su d¨ªa por el ministro de Estado Jos¨¦ Yanguas Mess¨ªa, cuando le dijo al general: ?No hay humillaci¨®n para Espa?a en que su aspiraci¨®n sea preferida, pero s¨ª la habr¨ªa en que acept¨¢ramos el hecho sin un gesto de dignidad?. Por su parte, Castiella dice: ?In¨²til me parece subrayar todo el da?o que la iniciativa, del general causaba a los prop¨®sitos de Yanguas. Cuando se pretende invocar, como lo hac¨ªa ¨¦ste, nada menos que la dignidad nacional, no se puede poner precio -por alto que sea- a ciertas condescendencias?. Para Castiella hay otra cosa casi tan criticable en la posici¨®n de Primo de Rivera: era impracticable porque la Sociedad de Naciones no pod¨ªa entregar mandato alguno sobre T¨¢nger y porque la operaci¨®n era inviable debido al contexto de los acuerdos internacionales sobre Marruecos.
La discriminadora percepci¨®n de lo que un pol¨ªtico debe ser se acompa?a en Castiella con una observaci¨®n caracteriol¨®gica: los intuitivos no son el tipo m¨¢s apto para ser efectivos en la pol¨ªtica exterior.,?Lo que m¨¢s les da?a, -dice- es su forma de acercarse a los problemas, con mucha suficiencia y un escaso aprecio de la meditaci¨®n debida, el estudio previo y el inestimable consejo de personas a las que hay que escuchar por su preparaci¨®n y competencia. Con esto, lo que se pretende decir es que la vida p¨²blica un personaje intuitvo ocasionalmente puede forzar la Historia; pero no est¨¢ claro que lo consiga siempre?.
Personaje central en el libro de Castiella es Yanguas, ministro de Estado desde diciembre de 1925. Este llev¨® desde el comienzo una bien organizada campa?a ante gobiernos y canciller¨ªas para obtener el cumplimiento de las promesas de un puesto permanente, dadas por las grandes potencias en 1921. En efecto, ese a?o las bien fundadas esperanzas espa?olas de obtener la permanecia fueron frustadas por el veto del Brasil, que se obstinaba en que el primer puesto permanente que se crease deb¨ªa ser para un pa¨ªs latinoamericano o para nadie. Las grandes potencias, en deuda con Espa?a desde la guerra eruropea, se compromentieron a dar el puesto a nuestro pa¨ªs en 1926.
Modificaci¨®n
En ¨¦se a?o el tablero internacional se hab¨ªa modificado sustancialmente. El esp¨ªritu de la Sociedad de Naciones hab¨ªa dado paso, de nuevo, a las ambiciones cl¨¢sicas de las potencias. Alemania aparec¨ªa en alza, exigente, imperiosa casi. Exig¨ªa un puesto permanente entre las grandes potencias y adem¨¢s que no se creasen nuevos puestos permanentes en el Consejo para as¨ª cerrar definitivamente el paso a Polonia. Espa?a no era una gran potencia en t¨¦rminos materiales ni pol¨ªticos. El veto de Suecia, al servicio de Alemania, en el Consejo, dio por fin cuenta de la aspiraci¨®n espa?ola tan acariciada.El an¨¢lisis diplom¨¢tico de Castiella sobre la obra de Yanguas se basa en documentos in¨¦ditos, extra¨ªdos de archivos en gran parte desbaratados durante la guerra civil, y otros oficiales, entre ¨¦stos algunos procedentes del palacio real. La combinaci¨®n d¨¦ estos documentos con un an¨¢lisis en profundidad de las circunstancias pol¨ªticas espa?olas e internacionalea da el relieve completo de esta batalla diplom¨¢tica. Deja de ser menos verdad, desde ahora, esta frase de Gabriel Ca?adas con que se abre el libro: En Espa?a, ?raro es el libro que nos trace el semblante de un diplom¨¢tico o que nos cuente la historia de una negociaci¨®n?. El libro acaba con un consejo d'orsiano: consagrarnos ?desde hoy a una severa disciplina en el comportamiento internacional?.
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