Tampoco en Gran Breta?a el presidente franc¨¦s logr¨® acreditar su pol¨ªtica
La situaci¨®n delicada del Gobierno del se?or Callaghan en Gran Breta?a, la gravitaci¨®n econ¨®mica determinante de Alemania Federal en la Comunidad Europea, la frialdad progresiva en las relaciones bilaterales entre Londres y Par¨ªs, y el crecimient¨® del socialismo en Europa -un socialismo que a¨²n mantiene algunos puntos de contacto con el laborismo brit¨¢nico- son factores que no pueden contribuir demasiado al logro del objetivo que sin duda se propuso el presidente Giscard D?Estaing con su viaje a Gran Breta?a: torcer a su favor, tanto de cara a la CEE como al proceso pol¨ªtico franc¨¦s, la relativa independencia o equidistancia que Londres mantiene frente a Par¨ªs y Bonn, desde su incorporaci¨®n al Mercado Com¨²n, en 1973. En ese sentido, se puede decir que su cena con la reina Isabel II sus ?comidas de trabajo? con el ?gran Jim?, no le proporcionaron a Giscard d'Estaing m¨¢s beneficios que sus desayunos con los barrenderos de Par¨ªs.
La pol¨ªtica atl¨¢ntica
En materia de pol¨ªtica europea, Giscard d'Estaing se encuentra en una especie de callej¨®n sin salida por un lado Sclimidt y Callaghan son dos atlantistas ?seguros?, y por el otro el presidente franc¨¦s no est¨¢ en estos momentos en condiciones de prescindir de la l¨ªnea ?independiente? del gaullismo en relaci¨®n con la OTAN.
Esto quiere decir que Giscard se mueve s¨®lo en Europa, y que esa soledad perjudic a su imagen interna. Miterrand dijo recientemente que el presidente ?no le da, ni Francia a los franceses, ni Europa a Francia?. Probablemente, Giscard ha pensado que Callaghan podr¨ªa hacer algo m¨¢s por la CEE -es decir, por Francia en la CEE- que su antecesor, el se?or Wilson. Pero lo cierto es que Callaghan est¨¢ condicion¨¢do muy estrechamente por el ala izquierdista del laborismo, cuyo jefe, el se?or Foot- a quien muchos llaman el ?vicepremier?- no es, por cierto, un europeista convencido, sino m¨¢s bien lo contrario. Curiosamente, la izquierda del ?Labour party? a¨²n prefiere oir hablar de OTAN que de Mercado Com¨²n. Por lo tanto, la hora del acercamiento brit¨¢nico a las tesis comunitarias francesas -que le facilitar¨ªan a Giscard- sus futuras confrontaciones con Mitterrand, y tambi¨¦n sus arreglos caseros con los barones gaullistas- parece a¨²n muy lejana, y as¨ª se lo habr¨ªa reiterado Callaghan, quien adem¨¢s no puede olvidar que gran parte de los 5.500 millones de d¨®lares que Inglaterra acaba de recibir para sostenerla libra, le llegaron de Bonn y de Washington, donde tampoco se adora a Giscard-; no de Par¨ªs. Evidentemente, si Callaghan se ve precisado a poner o a quitar rey en Europa, tendr¨¢ por fuerza que pensar en Schmidt no en Giscard d'Estaing, por m¨¢s que ¨¦ste haya sido el primer habitante del Eliseo que se haya presentado en Londres en los ¨²ltimos 16 a?os, y por m¨¢s, tambi¨¦n, que este aliado del gaullismo trate ahora de hacer olvidar a los ingleses como lo acaba de sugerir la prensa brit¨¢nica los ?rencores? de De Gaulle.
Pol¨ªtica agr¨ªcola y energ¨ªa
Por si fuera poco, ni Par¨ªs puede hacerle a Londres y a sus dem¨¢s so cios de la CEE concesiones en el tereno de la pol¨ªtica agraria cornu nitaria, ni Londres puede plegarse a la idea de la ?econom¨ªa energ¨¦tica com¨²n?, que ahora, con cierto retraso, propone Giscard d'Estaing. Si el presidente aflojase la ?bolsa agr¨ªcola?, tal como se lo pidi¨® casi a gritos el se?or Wilson durante la ¨²ltima reuni¨®n de jefes de Gobierno de la CEE en Luxemburgo, se encontrar¨ªa de pronto con las iras de los agricultores franc¨¦ses, que son los que en realidad est¨¢n determinando la pol¨ªtica agr¨ªcola del Mercado Com¨²n. Esas iras lo situar¨ªan a Giscard en una pendiente peligrosa ante las elecciones municipales de 1977, y las legislativas de 1971. Por su lado, si Callaghan aceptara el ?precio europeo? que Par¨ªs quiere conseguir para el petr¨®leo del Mar del Norte (seis d¨®lares el barril) las inversiones hechas por Gran Breta?a en los pozos submarinos, de m¨¢s de 5.000 millones de d¨®lares, podr¨ªan terminar en la ruina antes de lo previsto. Y eso sin contar el hecho de que Bonn tiene mucho que decir en cuanto a esas explotaciones, puesto que ya ha sembrado all¨ª alrededor de 1.800 millones de d¨®lares.
En definitiva en menos de dos meses Giscard d'Estaing ha debido enfrentarse, en Washigton y en Londres, con la insalobre -e insalubre, seg¨²n el presidente cocina anglosajona. Los r¨¦ditos de ese esfuerzo descomunal no pueden consistir m¨¢s, en el mejor de los casos, que en obtener de sus aliados un borr¨®n y cuenta nueva en lo que a las pasadas ?ofensas?, de la ?grandeur? francesa se refiere.
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