Pol¨ªtica de cinco tenedores
La democracia es la gran f¨®rmula m¨¢gica que har¨¢ posible la soluci¨®n de todos los problemas. Un hombre, un voto, y ya est¨¢. Yo, que soy dem¨®crata por reacci¨®n contra un autoritarismo, puesto en manos incapaces y algunas veces corrompidas, y que espero de la participaci¨®n del pueblo, de todo el pueblo en el poder, una medicina de urgencia contra el caos administrativo que nos aqueja; pero que antepongo el liberalismo, que es m¨¢s una manera de ser que una ideolog¨ªa pol¨ªtica, a cualquier forma de Gobierno, me pregunto a veces, si ser¨¢ verdad tanta belleza, si bastar¨¢ una masiva participaci¨®n electoral, para conseguir respuesta pr¨¢ctica a todas las graves preguntas que nos atosigan, o si ser¨¢ la democracia en boca de algunos de los que con mayor apasionamiento la predican, tan s¨®lo una columna de humo, que nos permita, de momento, vivir sin el tormento de m¨¢s radicales problemas, con los que en el fondo, tenemos el temor de enfrentarnos.Hasta aqu¨ª todos los planteamientos de la proyectada reforma, dejan fuera del juego parlamentario a los posibles partidos de base proletaria, olvidando que son muchos los millones de espa?oles los que viven del trabajo de sus manos y que dif¨ªcilmente podr¨ªan participar en esas cenas de trabajo que con tanta frecuencia se prodigan en los hoteles de cinco tenedores. Pero al mismo tiempo que parece negarse la participaci¨®n pol¨ªtica a los partidos de base proletaria, reservando el monopolio a las f¨®rmulas tradicionales de las ideolog¨ªas burguesas, se piensa, supongo que seriamente, en ofrecer como medio de expresi¨®n de sus problemas a las clases trabajadoras, los cauces de un sindicato institucionalizado, como si a ¨¦sta tan s¨®lo interesasen los problemas laborales, y fuese indiferente a los pol¨ªticos.
Pero entonces cabe preguntarse, ?no equivale tal planteamiento a una verdadera institucionalizaci¨®n de la lucha de clase? Porque ello y no otra cosa significar¨ªan las tensiones entre un Parlamento de sustrato burgu¨¦s y un sindicato concebido como organizaci¨®n proletaria. El m¨¢s o menos ingenioso bicameralismo que se propugna por algunos, quedar¨ªa suplantado en la pr¨¢ctica por otro m¨¢s real, que es el de Parlamento y Sindicatos, con el agravante de que esta tensi¨®n, destruir¨ªa a la larga todo el sistema constitucional de pesos y medidas que trata de construirse. Porque el Sindicato nunca ha sido una pieza de la constituci¨®n del Estado, sino el producto de una asociaci¨®n espont¨¢nea al servicio de los intereses de clase.
Pero pensemos, por otra parte, que hoy d¨ªa el trabajo no es el monopolio de los obreros manuales, sino un bien en el que la mayor¨ªa de la sociedad participa, frente a una minor¨ªa cada vez m¨¢s reducida, pero cada vez tambi¨¦n m¨¢s poderosa, que busca en el monopolio de la riqueza la fuente de su fuerza pol¨ªtica. Claro est¨¢ que esta minor¨ªa que aspira a sostenerse como oligarqu¨ªa, no es comunista, aunque sea internacional en las formas de su actuaci¨®n; pero ?podr¨ªamos afirmar que todos los que trabajan por cuenta ajena son comunistas? Yo, personalmente creo que no; pero lo que necesariamente habr¨¢ de ocurrir, y est¨¢ ocurriendo ya, ser¨¢ que los comunistas, controlar¨¢n el Sindicato con los votos de los que no son comunistas, pero ven en las individualidades de esa ideolog¨ªa, las personas m¨¢s id¨®neas para defender en el orden laboral sus intereses de clase, lo que supondr¨¢ para los comunistas un doble beneficio: el de poder influir en la pol¨ªtica -?qui¨¦n duda que lo est¨¢n haciendo ya?- sin tener que soportar la responsabilidad y el desgaste que el disfrute del poder lleva aparejados.
Mi personal experiencia me ha demostrado que el di¨¢logo entre burgueses y proletarios puede ser fecundo, porque al fin y al cabo todos navegamos en el mismo barco, y las reformas m¨¢s hondas que hoy d¨ªa se imponen, las que afectan no a la mera forma pol¨ªtica, sino las estructuras sociales y econ¨®micas, solamente podr¨¢ llevarse a cabo a trav¨¦s de un di¨¢logo racional, cuyo cauce natural no es la manifestaci¨®n callejera ola acci¨®n violenta, sino el Parlamento, en donde cada Partido tendr¨¢ que afrontar su propia responsabilidad, sin el privilegio de las sombras. Un lugar en donde todos, sin exclusi¨®n alguna, puedan discutir los problemas que a todos afectan.
Yo no creo en la inteligencia demon¨ªaca de determinados grupos pol¨ªticos, propia s¨®lo del cardenal Richelieu de Los Tres Mosqueteros, como tampoco creo en los carismas de las personalidades providentes, y mucho menos en los de los meros herederos de esas personalidades. Creo que la inteligencia es un bien com¨²n, y el di¨¢logo un instrumento necesario. No puede delinquir el pensamiento, ya que entre los derechos naturales del hombre, est¨¢ uno que los espa?oles, que tantos yerros cometimos a trav¨¦s de los siglos, negamos siempre a los dem¨¢s: el derecho a equivocarse. Lo que delinque es la conducta, no por sus ideas, sino por sus actos, es por lo que nos es l¨ªcito condenar a los dem¨¢s.
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