Un presidente para la reforma
EL CESE de Carlos Arias en la presidencia del Gobierno es algo m¨¢s que una crisis pol¨ªtica. Si las palabras no tuvieran su fuerza propia e incontrolable, que tantas veces las convierte en malentendidos, habr¨ªa que decir que es una crisis de Estado.En efecto, no se trata de la sustituci¨®n de un gobernante o de un equipo ministerial en estos momentos, sino de la apertura de una nueva fase de la pol¨ªtica espa?ola coherente con la realidadexpl¨ªcita que nos rodea.
La Monarqu¨ªa tiene hoy que afrontar una situaci¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica que es fruto no s¨®lo de a?os, de falta de libertad, sino de a?os de mala gerencia, de discutible administraci¨®n del Estado, de falta de cr¨ªtica y de contraste entre soluciones alternativas. Los males econ¨®micos que el Gobierno Arias no ha sabido atajar se originaron hace mucho tiempo, con un equipo tecn¨®crata en el poder. Las Comisiones Obreras, como aparato sindical clandestino y paralelo, no son un invento de ahora. Y la oposici¨®n, perseguida y castigada durante el franquismo, no hab¨ªa podido ser sin embargo eliminada. La sociedad espa?ola hab¨ªa aprendido a organizarse de espaldas y hasta de frente a las normas legales que la reg¨ªan. Hab¨ªa una situaci¨®n de hecho que antes o despu¨¦s ten¨ªa que hacer crisis. La organizaci¨®n social, pol¨ªtica y econ¨®mica del pa¨ªs no responde a las necesidades vitales de ¨¦ste y no descansaba ni descansa en un consenso popular libremente aceptado. Quienes la defienden a ultranza parecen mirar sus intereses por encima de los del pueblo.
El Rey sabe forzosamente que su decisi¨®n sobre el nuevo jefe de Gobierno va a ser, pues, determinante. No lo fue en el caso de Arias porque el pa¨ªs estaba traumatizado por la muerte de Franco y porque a muchos les parec¨ªa l¨®gica una prudente espera de don Juan Carlos antes de producir cambios. Pero la persona que ocupe ahora la presidencia del Gobierno va a dar la medida del futuro de Espa?a. Y cualquier sombra de involuci¨®n o de retroceso causar¨ªa un grave da?o a la Corona y al pa¨ªs entero.
Un an¨¢lisis sereno de la cuesti¨®n hace suponer que la coherencia mostrada por don Juan Carlos hasta el momento va a ser la que ha de informar sus decisiones. Si el Rey ha prometido, solemne y p¨²blicamente, traer la democracia y ha adquirido tal compromiso con el pueblo espa?ol y con la opini¨®n internacional, es l¨®gico pensar que el cese de Arias se debe a la incapacidad de ¨¦ste para abordar semejante tarea. Y que el nuevo presidente ser¨¢ persona adecuada para llevarla a cabo. En una palabra: alguien a quien la oposici¨®n -sin la que ya es imposible construir nada serio en este pa¨ªs- considere interlocutor v¨¢lido, con autoridad sobre los quintacolumnistas del antiguo r¨¦gimen, con capacidad de gobierno para enderezar la econom¨ªa y, sobre todo, con fe en s¨ª mismo y en que el sistema democr¨¢tico es de veras el mejor para gobernarnos. Porque ¨¦ste debe ser el ¨²ltimo de los presidentes de Gobierno no elegido democr¨¢ticamente. Queremos decir que el que sea designado ha de preparar el camino para las elecciones generales que den por fin al Monarca las l¨ªneas de representatividad b¨¢sica del pueblo sobre las que poder actuar.
Siempre hemos dicho que no se puede hacer una democracia sin dem¨®cratas. Arias era un autoritario arrepentido, y s¨®lo a medias. Estamos seguros de que la soluci¨®n de la crisis ser¨¢ el l¨®gico desenlace de los planteamientos que la han condicionado. O sea, que no caben muchas sorpresas. El presidente que venga, civil o militar, ser¨¢ un presidente para la reforma. La reforma, se entiende, de verdad. No la que nos estaban intentando in¨²tilmente hacer pasar por buena, sin serlo.
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