Castilla, sobre la periferia; el hombre, sobre la mujer
Hace poco la prensa dio esta noticia: en Alemania Federal se hab¨ªan llegado a difundir unos estudios que comprobaban el antifeminismo sistem¨¢tico de los textos escolares alemanes. En ellos se silencia a la mujer. La mujer s¨®lo aparece, en cuanto a protagonista, con dos papeles. La seductora, corruptora del hombre, que tuerce los destinos de la historia mediante la vil y atrayente seducci¨®n de los grandes hombres -v¨¦ase Cleopatra, v¨¦ase Eva-, y la mujer de cualidades especiales, que sale de su papel para tomar el del hombre, pero siempre como una excepci¨®n en su sexo que ha asimilado todo un comportamiento ajeno a sus instintos m¨¢s hondos: Juana de Arco, Mar¨ªa Teresa de Austria.Podr¨ªa hablarse tambi¨¦n de Isabel la Cat¨®lica, aunque con alg¨²n que otro matiz. Ante la fuerza del reino de Arag¨®n, gobernado por Fernando V, su esposo, Castilla debe salir victoriosa. Pero hete aqu¨ª que la historia ha jugado una mala pasada al machismo castellano. Porque hay que arregl¨¢rselas de manera, en el momento de ordenar y dar forma a las im¨¢genes hist¨®ricas de que ¨¦stas aparezcan claras y sin fisuras, atrayentes seg¨²n nuestras leyes de comportamiento convencional. ?Ah, qu¨¦ dif¨ªcil es eso si la figura protagonista es una mujer! ?C¨®mo aunar la firmeza, la voluntad de decisi¨®n, la independencia de los criterios, las convicciones firmes, todo esto, a una mujer? ?Qu¨¦ mala suerte para los castellanos el que Isabel fuera la reina de Castilla y Fernando el rey de Arag¨®n! Hubiera convenido m¨¢s, por una vez, que los sexos cambiaran!
Pues para aunar la idea convencional de feminidad -Isabel la Cat¨®lica- con la de un pa¨ªs triunfador -Castilla- se ha tenido que montar todo un tinglado: la imagen de Isabel, con el tanto monta, monta tanto, supone la independencia, la voluntad de dicisi¨®n propia, el criterio claro. La imagen de Isabel tambi¨¦n presenta otra faceta, aunque ¨¦sta m¨¢s en sordina, sin explicar su personalidad, m¨¢s como broche que adorna: su respeto y admiraci¨®n por la cultura (aprend¨ªa lat¨ªn). Pero tambi¨¦n Isabel -mujer al fin- tiene que estar llena de dulzuras, de recatos, de sumisiones, de pasividades receptivas. Ante el libertino de su esposo, ella opone su resignaci¨®n comprensiva, ante el alegre savoir vivre de ¨¦l, la esposa opone la piedad y el recogimiento. El sabe divertirse, ella rezar.
Y as¨ª, la imagen hist¨®rica queda desdibujada en unos convencionalismos h¨ªbridos, s¨®lo aptos para el ideal de mujer de la Secci¨®n Femenina de la Falange y para las teor¨ªas feministas de nuestra Pilar Primo de Rivera, la representante oficial, durante toda la ¨¦poca de la dictadura, de la mujer espa?ola emancipada.
Pero a pesar de todo, para todos el simp¨¢tico es ¨¦l. Fernando sabe vivir y es un hombre de su tiempo, con una pr¨¢ctica pol¨ªtica fundamentada en las ideas de su ¨¦poca. Y ella, ?qui¨¦n es? ?Es culta hasta el final, con una preocupaci¨®n intelectual clara? ?Es fuerte hasta el final, con una inteligencia objetiva preocupada por una pol¨ªtica concreta? O, al contrario, ?es ella o es su confesor y sus consejeros quienes mandan y opinan? ?Y c¨®mo compaginar -problema fundamental para los se?ores preocupados de las esencias eternas- su femineidad y sus dotes pol¨ªticas?
El resultado es una imagen sublimada, abstracta, simb¨®lica y, a fin de cuentas, antip¨¢tica. Una persona que se nos quiere representar independiente y fuerte, pero s¨®lo en parte -en la que podr¨ªa repercutir en la pol¨ªtica y en la que respecta a la idea de una Castilla aut¨®noma, independiente y m¨¢s fulgurante que Arag¨®n-, pero incapaz de llevar su independencia y decisi¨®n a un planteamiento m¨¢s general y profundo sobre su propia vida. Isabel aparece como una especie de reprimida amarga, enjaulada en los barrotes de las normas castellanas del honor, con unos labios finos incapaces de sorber la vida. Decidida para unas cosas y sumisa para otras.
Ser mujer y ser reina
?Pobre Isabel! Verdaderamente era un punto demasiado d¨¦bil. Ofrec¨ªa una vulnerabilidad doble. Ser mujer y ser reina de Castilla. Ten¨ªa que hab¨¦rselas ingeniado o bien para cambiar de sexo, o bien, si es que estaba conforme con ¨¦l -cosa que me parece normal-, para ser reina de otro pa¨ªs menos importante, un pa¨ªs de la periferia del Estado espa?ol. Entonces hubiera tenido mucha menos importancia y la historia la hubiera aceptado con sus debilidades. Hubiera podido tener amante, por ejemplo, y, a lo mejor, sus labios ser¨ªan m¨¢s carnosos y su aspecto m¨¢s vital.
Pero la pobre Isabel tuvo mala suerte. La historia est¨¢ narrada por los hombres y, adem¨¢s, concretamente en Espa?a, la historia est¨¢ enfocada desde el centro. Frente a tanta adversidad... s¨®lo una salida. La delicia y el reposo, lleno de filigranas, de su sepulcro renacentista; ?qu¨¦ m¨¢s le da desde all¨ª?
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