Juan Rejano: otro poeta muerto en el exilio
Entre las consecuencias catastr¨®ficas que la guerra civil trajo consigo, acaso sea secundario el hecho de que muchos espa?oles tuviesen que realizar una obra fuera de su pa¨ªs. A fin de cuentas, otros pueblos ganaron. Y muchos j¨®venes -especialmente de Am¨¦rica- tuvieron grandes profesores de literatura o de ciencia; crearon importan les escuelas filos¨®ficas, o art¨ªsticas, impulsados por maestros espa?oles, indeseables en la Espa?a una, grande y libre. Pero es triste, trist¨ªsimo, que en muchos casos la labor de tantos espa?oles -y hasta sus nombres- sea totalmente desconocida en su tierra.El nombre de Juan Rejano ha comenzado a asomarse ahora -en la hora de su muerte- a las p¨¢ginas de alg¨²n diario. Casi cuarenta a?os de exilio obligado; casi cuarenta a?os de censura de un nombre y de una obra son razones obvias para que el espa?ol -el medio o el culto- del interior desconozca a un poeta, a un cr¨ªtico de literatura, a un gran periodista -fundador, colaborador, animador de muchas de las m¨¢s importantes revistas del exilio y colaborador, adem¨¢s, en revistas de Am¨¦rica latina-. A un maestro y gu¨ªa de j¨®venes escritores, mexicanos o hijos de espa?oles exiliados en tierras mexicanas. A un hombre y poeta del que podr¨ªa decirse -con las palabras que ¨¦l escribi¨® en memoria de otro hombre y poeta muerto en Colliure-: Dicen que al morir le hallaron a Espa?a dentro del pecho.
Juan Rejano acaba de morir en M¨¦xico, donde lleg¨® a los treinta y muy pocos a?os. En M¨¦xico, donde resid¨ªa desde 1939, fecha en que, como tantos miles de espa?oles -ilustres o an¨®nimos- cruz¨® la frontera de los Pirineos, para encontrarse en el campo de concentraci¨®n de Argeles: ?La arena y yo. Y el viento, el viento, el viento?... ?El viento en la garganta, entre los sue?os. Y tu ausencia, amor m¨ªo, y el recuerdo de la tierra perdida ... ? Y, por fin, lleg¨® a M¨¦xico.
Lleg¨® a M¨¦xico a dar. Como, lleg¨® a la vida. A dar, a no llevarse nada, a esperar algo, apasionadamente: ?Vine a dar. Vine a darme. Nada llevo. / En medio de la tarde, desnudo como el viento estoy. / A la hora exang¨¹e pagar¨¦ mi tributo final, y sin un grito ni un rencor me ir¨¦. En tanto, / apasionadamente espero. Y sufro.?
Antes de la guerra civil, Juan Rejano se hab¨ªa dado a conocer ya como periodista -hecho que Jorge Campos acaba de destacar en una reciente nota-, pero es en M¨¦xico donde crea una obra importante. Entre otras cosas, le debemos la fundaci¨®n y direcci¨®n de Romance -una de las grandes revistas del exilio-; fue jefe de redacci¨®n de ARS; fundador de Ultramar; fundador -con Moreno Villa, Prados, Altolaguirre y Giner de los R¨ªos de la malague?a-mexicana Litoral... En 1947 se le encarg¨® la creaci¨®n y direcci¨®n de la Revista Mexicana de Cultura, suplemento del diario El Nacional, direcci¨®n que desempe?¨® hasta fecha muy reciente. Aunque public¨® tres libros en prosa, su, labor creativa se centr¨® en la poes¨ªa. Durante su largo exilio public¨® quince libros de poemas. En los ¨²ltimos meses del pasado a?o reuni¨® lo que consideraba m¨¢s significativo de su obra po¨¦tica en un extenso volumen que titul¨® Alas de tierra;(1). Dej¨® en prensa un nuevo breve libro de poes¨ªa: La tarde. Estaba recopilando una serie de art¨ªculos y ensayos con intenci¨®n de editar dos nuevos libros.
Alas de tierra lleg¨® a Espa?a muy recientemente, y varios cr¨ªticos -justo en este momento- estaban comenzando a aproximarse a la obra del poeta cuando la noticia de su muerte nos lleg¨®. Por mi parte, no considero oportuno repetir ahora lo que escrib¨ª en Triunfo hace pocas semanas (2), cuando Juan Rejano estaba lleno a¨²n de vida y lleno del deseo de vivir su vida en su tierra.
Porque Espa?a -las tierras de los pueblos de Espa?a, y su Andaluc¨ªa, muy destacadamente- fue una pasi¨®n constante en su vida y en su obra. El amor a su tierra le dict¨® muchos versos, aunque much¨ªsimas otras preocupaciones tengan un lugar muy destacado en su obra; el amor a su tierra le dict¨® tambi¨¦n muchas p¨¢ginas de prosa. Y acaso ese intenso amor a una tierra le hizo comprender a otras tierras y a otros hombres; a intentar vivir para todas las tierras y para todos los hombres y, as¨ª, a armonizar su trabajo intelectual y su trabajo pol¨ªtico de militante comunista.
La muerte lleg¨® en forma r¨¢pida, inesperada, cuando proyectaba el regreso. En un emocionado poema en el que evoca una imagen lejana del campo de concentraci¨®n, hab¨ªa escrito estos versos: ?Es el primer ca¨ªdo / que veo en el destierro./ Anoche cav¨¦ un hoyo / en la arena, su cuerpo / tendi¨® a lo largo. Estuvo / mirando a los luceros / y se durmi¨®. Lo hallaron / por la ma?ana muerto. / Muerto de nada. Acaso / muerto de todo. Lleno de muerte hasta las u?as, / de vida hasta los huesos. / Apenas lo ha notado, / ay, amor, sino el viento.?
Si desde la tierra mexicana -su tierra final- pudiese Juan Rejano contemplar su propia muerte, acaso le quedar¨ª¨¢ una esperanza: la de ser ¨¦l, Juan Rejano, el ¨²ltimo ca¨ªdo en el destierro.
(1) Universidad Nacional Aut¨®noma de M¨¦xico, 1975. (2) N¨²mero 699, 19 junio 1976.
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