Pobreza, anarquismo y represi¨®n, en los sucesos de Casas Viejas
Hace poco, en un art¨ªculo de la revista Sistema, el profesor Murillo llamaba sagazmente la atenci¨®n sobre la mezcla de reacciones que entre los hispanos suelen despertar los hispanistas: agradecimiento, admiraci¨®n, envidia, recelo, sonrojo e incomodidad ante la existencia de unos extranjeros que consideran a nuestra cultura lo suficientemente atractiva y -desgraciadamente- poco estudiada por sus propios miembros como para dedicarle, a veces de modo exclusivo y hasta apasionado, sus investigaciones. Pero cuando el tema que eligen para su trabajo es en extremo doloroso, entonces de entre esa mezcla de reacciones destaca, sobre todo, la verg¨¹enza, id¨¦ntica a la que, por ejemplo, sent¨ªan los espa?oles hace treinta a?os ante aquellos turistas que ven¨ªan a fotografiar nuestra miseria. Y este es el caso, precisamente, del libro que vamos a comentar sobre los sucesos de Casas Viejas, escrito por los franceses Brey y Maurice. Esperamos, no obstante, que esa inevitable verg¨¹enza no nos impida enjuiciarlo como se merece.
Historia y leyenda de Casas Viejas,
de Gerald Brey Jacques Maurice.Editorial Zero, Biblioteca Promoci¨®n del Pueblo. Bilbao, 1976.
Antecedentes anarquistas
De las 209 p¨¢ginas de la obra, dedican los autores las 64 primeras al estudio de los antecedentes anarquistas en Medina Sidonia y Casas Viejas y al examen de la estructura econ¨®mica y la situaci¨®n pol¨ªtica y sindical de aquella zona, 10 p¨¢ginas m¨¢s a narrar los sangrientos hechos de enero de 1933, 9 a sus repercusiones y 4 a conclusiones. El resto del libro, o sea, 110 p¨¢ginas, se destinan, como ap¨¦ndice, a transcribir y anotar diversos documentos relacionados con el caso, como los informes parlamentarios, art¨ªculos de peri¨®dicos, cuadros sobre salarlos y situaci¨®n econ¨®mica en la provincia de C¨¢diz a principios de siglo, y una peque?a antolog¨ªa de las producciones literarias sobre los acontecimientos, de las que sin duda la m¨¢s conocida sea el reportaje novelado de Sender Viaje a la aldea del crimen. A primera vista pudiera parecer que, en verdad, y con esa estructura, m¨¢s que de un libro original sobre Casas Viejas, de lo que se trata es de un pr¨®logo a los documentos del ap¨¦ndice, que no viene, por otra parte, a mejorar los estudios del tema realizados por historiadores espa?oles -valga como ejemplo el magn¨ªfico trabajo de Elorza-. De todos modos, una lectura reposada conduce necesariamente a la superaci¨®n de ese juicio primerizo y a reconocer que estamos ante una valiosa aportaci¨®n a la historiograf¨ªa de los hechos, gracias, sobre todo, al detallado estudio de los antecedentes pol¨ªticos y de la situaci¨®n econ¨®mica en la zona y tambi¨¦n al buen servicio que se presta a la divulgaci¨®n de aquellos acontecimientos con la publicaci¨®n de los documentos del ap¨¦ndice. Porque no basta con atribuir, como a veces se ha hecho, la causa del levantamiento popular al milenarismo campesino o a la ingenuidad revolucionaria anarquista, cuando los principales culpables de ese levantamiento fueron el hambre -como muy bien dec¨ªa el cura del pueblo en su declaraci¨®n testifical- y la incultura, productos ambos de unas relaciones de producci¨®n agraria radicalmente injustas.
Campa?a de propaganda
Con ello quiz¨¢s se explicar¨ªa la revoluci¨®n, pero no la salvaje represi¨®n que ocasion¨® veinte muertos, la mayor parte de ellos por fusilamiento, inocentes y sin juicio previo. Cuesti¨®n ¨¦sta que los autores no estudian suficientemente. Pues no resulta serio acusar al Gobierno de imprevisi¨®n cuando ni siquiera los ¨®rganos centrales de la CNT sab¨ªan exactamente d¨®nde estaba Casas Viejas, o cuando las propias autoridades locales fueron las primeras sorprendidas por los acontecimientos. Sobre aquella represi¨®n la derecha conservadora mont¨® una campa?a de propaganda, compuesta en su mayor parte de falsedades, contra la coalici¨®n republicano-socialista, que los autores deber¨ªan haber desmenuzado y aclarado. Recu¨¦rdese, por ejemplo. aquella famosa orden, atribuida calumniosamente a Aza?a, de Ni heridos ni prisioneros. Los tiros, a la barriga, cuya absoluta falsedad reconocen hoy, sin excepci¨®n, todos los historiadores.De todos modos, como antes se dijo, el trabajo es interesante y valioso. L¨¢stima que adolezca de incontables erratas de imprenta, de una descuidada edici¨®n y de una lamentable traducci¨®n. Como muestra antol¨®gica puede servir la p¨¢gina 41, en la que, despu¨¦s de un primer p¨¢rrafo expuesto en deleznable castellano, se lee que la reforma agraria de 1932 consisti¨® en ?expropiaci¨®n sin indemnizaci¨®n excepto para los se?or¨ªos jurisdiccionales y los bienes de los Grandes de Espa?a?. Semejante disparate, conociendo la competencia de los autores, no puede ser atribuido m¨¢s que al traductor o al editor. A la hora de hacer ediciones populares como la presente no deber¨ªa olvidarse que el p¨²blico popular no es un p¨²blico de segunda clase, al que pueden destin¨¢rsele productos defectuosos, pues eso, adem¨¢s de un menosprecio, es un agravio. La cultura popular no se fomenta con ediciones de lujo, desde luego, pero s¨ª con ediciones cuidadas, pulcras, sin errores, ya que en la educaci¨®n por la lectura no pueden separarse en modo alguno la ¨¦tica y la est¨¦tica.
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