Bronca injusta a la presidencia
El se?or Garc¨ªa Vali?o, que presidi¨® la corrida celebrada el domingo en Las Ventas, se llev¨® una bronca tan fuerte como injusta porque la gente le encontr¨® una rara cojera al quinto de la tarde. En Madrid, el quinto toro suele ser cojo, sobre todo si en los cuatro anteriores no hay oreja. No se sabe si es que al p¨²blico se le despierta en el quinto de la tarde una escondida vocaci¨®n veterinaria, o si en el sorteo se reservan los cojos para el quinto lugar, quiz¨¢ por man¨ªa. El caso es que se desat¨® la bronca. El toro renque¨® un poco al pararlo Manolo Ortiz con el capote y casi de inmediato desapareci¨® la tara. Un toro que est¨¢ seis horas quieto en un chiquero puede salir al ruedo entumecido o acalambrado, pero estas anomal¨ªas se le pueden pasar en cuanto pega unas carreras por la arena. As¨ª, es mi opini¨®n, sucedi¨® el domingo. Pero si la supuesta cojera desapareci¨®, no desapareci¨® la bronca, sino que fue creciendo y creciendo, y el se?or Garc¨ªa Vali?o la hubo de aguantar, y escuch¨® de todo. Una situaci¨®n cruel e injusta fue aqu¨¦lla, contra la que hay que rebelarse porque la presidencia tiene una misi¨®n muy delicada que deber¨ªa comprenderse mejor. Aqu¨ª no vamos a ser sospechosos de presidencialismo. Antes al contrario, convencidos de que en el palco se cuece muchas veces nada menos que el buen desarrollo de la lidia y la autenticidad del espect¨¢culo, en numerosas ocasiones hemos entrado a fondo en la cr¨ªtica de decisiones de los presidentes, cuando ¨¦stas parec¨ªan apartarse de lo que con tanta claridad establece el reglamento. Hubo una ¨¦poca, aqu¨¦lla bien desaparecida de los presidentes Torres, Pangua y la compa?a, en que ¨¦se ten¨ªa que ser, casi, el tema de cada cr¨®nica. Pero hoy son otros tiempos y los presidentes con que cuentan las plazas de Madrid est¨¢n realizando una labor ejemplar, con muy raras excepciones. La del se?or Garc¨ªa Vali?o el domingo fue impecable, en aquel toro de la bronca y en todos; y m¨¢s lo pudo ser si puso en pr¨¢ctica las medidas correctivas que el reglamento prev¨¦, cuando Curro Alvarez, en medio de la protesta, descoloc¨® al toro que estaba en suerte ante el caballo y llev¨¢ndolo a los medios le ech¨® el capote abajo varias veces para tirarle y dar as¨ª la raz¨®n al p¨²blico.Este pe¨®n y su jefe, Manolo Ortiz, realizaron en el segundo un brillante tercio de banderillas, que fue lo mejor de la corrida. Cada uno clav¨® dos pares, generalmente a cabeza pasada, pero juguetearon gallardamente con el toro, lo colocaban en suerte a cuerpo limpio, con espl¨¦ndida visi¨®n de las querencias, y ejecutaban la suerte en cualquier terreno, d¨¢ndole las ventajas al enemigo, para acabar el tercio los dos arrodillados ante la fiera. Lo hicieron muy bien.
El domingo se lidiaron en Las Ventas toros de Luis Albarr¨¢n para El Calatrave?o, Manolo Ortiz y Jos¨¦ Ib¨¢?ez
Calatrave?o: Media estocada tendida (aplausos y saludos, con algunos pitos). Metisaca, media atravesada y descabello (silencio). Ortiz: Dos pinchazos hondos, rueda de peones, pinchazo, media estocada tendida, rueda de peones y dos descabellos (palmas). Tres pinchazos, media baja y descabello (silencio). Ib¨¢?ez: Estocada que asoma por un costado, estocada y rueda de peones (silencio). Pinchazo, estocada atravesad¨ªsima que asoma por un costado, dos descabellos (aviso) y descabello (algunos pitos). Los toros: Desiguales de presentaci¨®n. En general con trap¨ªo, baj¨® mucho el tercero, floj¨ªsimo adem¨¢s. El cuarto fue terciado, pero serio y cornal¨®n. El quinto se protest¨® por supuesta cojera. El primero que fue suelto de dos puyazos: corto, se revuelve. El segundo echa la cara arriba y suena el estribo en dos varas; noble aunque mediada la faena se queda corto y no humilla. El tercero cabecea en una vara y un picotazo; no se tiene en pie, noble. El cuarto suena el estribo en tres encuentros; cae dos veces, peligroso. El quinto cabecea y se va suelto en dos varas; media arrancada. El sexto, declaradamente manso, derriba una vez; reserv¨®n, media arrancada, con genio.
A ese toro, que fue el m¨¢s noble de la corrida, le hizo Ortiz. una faena s¨®lo aseada, le falt¨® clase, y al quinto, que qued¨® con media arrancada, lo castig¨® por bajo despu¨¦s de comprobar que no ten¨ªa faena por ninguno de los pitones.
Dos toros dif¨ªciles le correspondieron a El Calatrave?o; ambos se quedaban en el centro de la suerte y el cuarto tiraba unos hachazos espeluznantes. Dos toros para traer de cabeza a cualquiera, pero El Calatrave?o se faj¨® con ellos, les consinti¨® incluso con exceso y resolvi¨® con torer¨ªa su actuaci¨®n. Est¨¢ el manchego en un momento crucial de valor y madurez, que no debiera quedarse en estas espor¨¢dicas salidas al ruedo de Madrid para pelear con lo que nadie quiere. Aunque la del domingo no fue precisamente una corrida pavorosa, de esas cl¨¢sicas para modestos, s¨ª bien, ten¨ªa la edad de sobra. Por ejemplo, el tercero era un animal anovillado, enmalvado, y muy flojo, ca¨ªa pesadamente en cuanto Ib¨¢?ez le obligaba a humillar. Por estos motivos el muleteo correspondiente no tuvo el menor inter¨¦s, pese a que el torero estuvo compuesto y acompa?aba bien la embestida. El sexto, en cambio, que ¨¦se s¨ª era un torazo con cuajo, muy serio y de mucha alzada, fue reserv¨®n y de media arrancada, peligroso, al que Ib¨¢?ez no pudo hacer faena, pese a su voluntad de intentarla. El trasteo result¨® deslucido, con tres desarmes, y la espada acab¨® por empeorar lo que ya de por s¨ª no hab¨ªa sido bueno. Hubo lluvia de almohadillas al final. El p¨²blico del domingo en Las Ventas estaba de una intransigencia apabullante.
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