El final del "boom
?Qu¨¦ aportaciones hizo el grupo a la renovaci¨®n t¨¦cnica de la novela hispanoamericana? Porque las bases secretas de esta asociaci¨®n, que la palabra mafia define en su conducta, se presentaron al p¨²blico como un punto de partida revolucionario para tina renovaci¨®n de forma y de fondo de la narrativa de esta parte del mundo. Pero en realidad no se vio m¨¢s que un enf¨¢tico y publicitario esfuerzo para sorprender al lector desprevenido y someterlo a su voluntad. El profesor Manuel Pedro Gonz¨¢lez (La novela hispanoamericana en el contexto de la internacional. Tezontle, M¨¦xico, 1967, en un volumen titulado Coloquio sobre la novela hispanoamericana) se ha expresado al respecto sin eufemismos.El profesor Gonz¨¢lez comenz¨® espigando en Rayuela lo que ¨¦l denomina, con traviesa iron¨ªa, unos cuantos morceaux choisis y los incluy¨® en su texto para que el lector pudiera juzgar por s¨ª mismo cu¨¢nto debe el autor argentino al creador de Ulises, ?Estos trozos -dice Gonz¨¢lez demostrar¨¢n el hibridisme, ling¨¹¨ªstico y la plebeyez l¨¦xica que en Rayuela dan la pauta y la caracterizan?. El an¨¢lisis llev¨® al profesor y, cr¨ªtico a reunir en un solo matiza Cort¨¢zar, Vargas Llosa y Carlos Fuentes. ?Ninguno de los tres -dice- parece haber encontrado todav¨ªa su camino de Damasco, su t¨¦cnica o procedimiento personal. Sus sendas novelas m¨¢s exaltadas revelan m¨¢s talento y cultura que originalidad, m¨¢s ingenio y, aptitud mim¨¦tica que autarqu¨ªa art¨ªstica. Los tres parecen m¨¢s interesados en ponerse al d¨ªa remedando trucos t¨¦cnicos y puerilidades de l¨¦xico, puntualizaci¨®n y estilo ya viejos en otras lenguas, que crear obra de raigal legitimidad. De ah¨ª que hasta ahora no hayan rebasado el rango de ne¨®fitos de Joyce, Faulkner, Malcolm Lowry, Aldous Huxley, Henry Miller y Eug¨¦ne lonesco?. Pocas l¨ªneas m¨¢s adelante el profesor Gonz¨¢lez dice: ?Rayuela es la novela m¨¢s h¨ªbrida y mestiza que conozco en espa?ol. Todo en ella es bastardo, espurio y contrahecho.?
Pregunta despu¨¦s el mismo autor: ??Qu¨¦! m¨¦ritos tiene la imitaci¨®n del pedestre abuso de la coma y de otros trucos de puntuaci¨®n y estilo que Samuel Beckett trasiega de Joyce? ,Es en esta jerga h¨ªbrida y rufianesca como deben escribirse nuestras novelas? ?Es por rutas de la imitaci¨®n m¨¢s servil como ha de superarse nuestra narrativa? Si todo lo que nuestros noveladores son capaces de darnos son pastiches m¨¢s o menos ingeniosos como Rayuela, La regi¨®n m¨¢s transparente y Muerte de Artemio Cruz, por ejemplo, ser¨ªa preferible que enmudecieran. El silencio, por lo menos, no pondr¨ªa de manifiesto el vasallaje art¨ªstico y la total ausencia de originalidad que tales contrahechuras evidencian?. M¨¢s adelante, el profesor Gonz¨¢lez (sus opiniones fueron le¨ªdas en un simposio sobre la novela hispanoamericana, organizado por la Washington University en la primavera de 1966) acusa a Fuentes de plagio, y la lectura de La Ciudad y los perros le arranca esta expresi¨®n: ?Cleptoman¨ªa estil¨ªstica y t¨¦cnica?. Se conduele despu¨¦s del ¨¦xito obtenido por este libro del escritor peruano y se contrapone al destino silencioso que rodea la obras de su compatriota Jos¨¦ Mar¨ªa Arguedas, ?quien nos dej¨® una de las novelas m¨¢s logradas que el indigenismo ha producido (Los r¨ªos profundos) hasta ahora. Y, no obstante, esta obra de excepci¨®n es apenas conocida en Am¨¦rica, y la cr¨ªtica la ha ignorado fuera de] Per¨² y la Argentina, donde apareci¨®, en tanto que a la de Vargas Llosa la ha exaltado ruidosamente?. ?Qui¨¦n organiz¨® este estrepitoso ?boom? de la supercher¨ªa literaria en exclusivo provecho de cuatro autores que, en s¨ªntesis, se limitan a imitar f¨®rmulas narrativas ya envejecidas en Europa y los Estados Unidos?
...De un pretendido revolucionarismo...
Saltando orgi¨¢sticamente por encima del pasado y del presente de la narrativa latinoamericana, los cuatro autores mencionados se autoproclamaron los ?renovadores de la narrativa de este continente por el camino de una prosa revolucionaria?. Y lo ¨²nico que existe de revolucionario en sus escritos son las menciones a Castro, a Cuba y al castrismo, compromiso pol¨ªtico que hab¨ªa que saldar. Ninguno de los cuatro usufructuarios sacrific¨® a?os de su juventud por luchar contra los reg¨ªmenes dictatoriales del continente. La literatura latinoamericana tiene un pasado no cristalizado en obras maestras, pero sus autores dieron testimonio como pudieron del mundo en que viv¨ªan y del tiempo azaroso que les toc¨® vivir. Quien quiera ver el Per¨² por dentro y desde dentro deber¨¢ leer a Jos¨¦ Mar¨ªa Arguedas o al joven Manuel Scorza ?(Redoble por Rancas), pero no encontrar¨¢ ning¨²n reflejo convincente de ese pa¨ªs en las obras de Vargas Llosa. Todos los escritores americanos y cuantos nos hemos sumado a su problem¨¢tica escribimos nuestras obras aqu¨ª, en relaci¨®n directa con nuestros respectivos pueblos. No necesitamos recurrir a la espaciosa argumentaci¨®n d¨¦ la perspectiva de la distancia, etc¨¦tera. (? Europa me dio una ¨®ptica que me hizo entender m¨¢s claramente a Am¨¦rica latina?. Julio Cort¨¢zar, revista Gente, Buenos Aires, 28-III-73). Por otra parte, es sabido que ninguno de los cuatro pas¨® una, noche en una comisar¨ªa por tomar parte al lado de sus pueblos en actos de protesta contra los abusos del poder pol¨ªtico tan com¨²n. Hay una excepci¨®n, anotada por el propio interesado: a Garc¨ªa M¨¢rquez la polic¨ªa de Par¨ªs lo deten¨ªa a cada momento por su parecido f¨ªsico con los terroristas argelinos...
Am¨¦rica latina no es el motivo fundamental, entra?able, en sus obras. Am¨¦rica latina es un protexto: ellos escriben para informar a Europa y. a sus amigos europeos acerca de la situaci¨®n de la literatura en esta parte del mundo. El pasado literario hispanoamericano ?estaba dominado por lo pintoresco para brindar al lector color local?. Este era el ¨²nico pasado literario que ellos mostraron a Europa. Azuela, G¨¹iraldes, Lynch, Quiroga, Eduardo Barrios, Ciro Alegr¨ªa, Jorge Icaza, Jos¨¦ Eustasio Rivera, Manuel G¨¢lvez, R¨®mulo Gallegos y el ya mencionado Jos¨¦ Mar¨ªa Arguedas hab¨ªan denunciado en sus obras los principales, factores del sometimiento y atraso de nuestro continente. Pero los mafiosos no se detuvieron ante los reparos que algunos esp¨ªritus avisados les hac¨ªan acerca de sus errores : Siguieron avanzando sin temor ni dudas. Eran los due?os de la verdad latinoamericana, y si alguien lo dudaba, que leyera las revistas y los ¨®rganos de prensa m¨¢s influyentes. Hab¨ªan descubierto la ?receta? y la repet¨ªan en cada nuevo libro. Despu¨¦s de haber brindado p¨²blicamente su adhesi¨®n al castrismo, cualquier pretexto les serv¨ªa para exponer las conquistas de la revoluci¨®n en reuniones, simposios, mesas redondas y otros entretenimientos intelectuales. Se turnaban como jurados de los concursos de la Casa de las Am¨¦ricas y repart¨ªan premios a sus amigos, sin otro m¨¦rito que el de estar en la l¨ªnea castrista. El mundo se enteraba a cada momento de sus viajes a la isla del Caribe como si hubiera llegado all¨ª un jefe de Estado. Pero ellos viv¨ªan en Europa porque ?en Europa se jugaba su destino pol¨ªtico?, seg¨²n apunta sagazmente Fernando Alegr¨ªa.
El caso Padilla...
Hoy resulta claro el porqu¨¦ de su adhesi¨®n a la revoluci¨®n castrista: cuando Cuba ya no daba dividendos literarios se volvieron contra el amo y denunciaron el juicio al poeta Heberto Padilla como un resabio del estalinismo. Castro acus¨® a los cuatro de ?lacayos de la burgues¨ªa? y les prohibi¨® el ingreso a la isla. ?Era la ruptura que ellos esperaban? Pero no interesan las sutiles especulaciones que hubo en torno de su adhesi¨®n y su posterior ruptura con el r¨¦gimen cubano: Castro ya no pagaba el alto inter¨¦s pol¨ªtico y publicitario de sus primeros a?os, y estos revolucionarios sin bandera regresaron a su lugar de origen. Eran escritores peque?o burgueses, y su personalidad se contrajo al claustro materno de cada uno. Algunos intentaron un retorno a sus pa¨ªses de origen, pero nadie los consideraba h¨¦roes. Hab¨ªan perdido su condici¨®n de ol¨ªmpicos. Era muy duro ese retorno. En un espect¨¢culo sin antecedentes en la historia de la literatura, Mario Vargas Llosa desempe?¨® un papel poco digno: ten¨ªa que repartir con la guerrilla el importe del Premio R¨®mulo Gallegos. y no lo hizo. Haeayd¨¦e Santamar¨ªa, directora de la Casa de las Am¨¦ricas de La Haban¨¢, se lo reproch¨® con estas palabras: ?T¨² preferiste comprarte una casa antes de ayudar al Che en Bolivia?. Este comadreo es indigno de escritores y mucho m¨¢s s¨ª se autodefinen como escritores revolucionarios.
Am¨¦rica latina fue el pretexto: la revoluci¨®n cubana hab¨ªa puesto al continente en la atenci¨®n internacional. Era la hora exacta para despertarse. Unas cuantas obras, que en otros momentos hubieran tenido el lento destino de todos los libros latinoamericanos, fueron presentadas como la s¨ªntesis final de un largo proceso de encuentro entre el hombre hispanoamericano y su medio social, humano y pol¨ªtico. La gente se volc¨® en las librer¨ªas para encontrar una respuesta a su propia angustia, a su soledad y marginamiento hist¨®rico. Y se encontr¨® con la trampa de una literatura ?nueva? que ya era ?vieja? en otros idiomas. Fueron traductores de experiencias y hallazgos ajenos. Pero ellos no son totalmente culpables. Dieron la medida de su capacidad creadora y de su talento. La cr¨ªtica hist¨®rica ha de juzgarlos por lo que realmente fueron y son. Los responsables son los organiza dores de esta estafa a la buena fe del lector de esta parte del mundo, que anda siempre busc¨¢ndose a s¨ª mismo en los libros que le dicen que lo representan y reflejan. Y ese lector ha sido defraudado una vez m¨¢s. Ellos,invidualmente y tambi¨¦n como mafia, como grupo, pisotearon todos los principios ¨¦ticos y se burlaron de todos los privilegios intelectuales. La respuesta la tienen en la indiferencia actual del p¨²blico hacia sus obras. Pero ingresaron en la inercia acad¨¦mica y universitaria, y la inercia es una ley muy poderosa, como se sabe.
La ley de la inercia
Fue Juan Liscano quien vio este problema con claridad y lo denunci¨® con valent¨ªa. En los cursos universitarios de los Estados Unidos van y vienen los cuatro o cinco nombres de los escritores del ?boom? con exclusi¨®n inexplicable del resto de los autores latinoamericanos. ?Los profesores tienen un esquema -dice Liscano- y hablan de los escritores famosos y el estudiante va a elaborar su tesis sobre ellos. Cuando uso la palabra famoso lo hago intencionalmente, refiri¨¦ndome al escritor del momento. El scholar norteamericano es quiz¨¢s uno de los mayores promotores de esa valoraci¨®n que pudi¨¦ramos llamar ?boom¨ªnica?. Si uno toma las revistas y la bibliograf¨ªa norteamericanas se queda asombrado de ver c¨®mo se repiten los mismos cuatro o cinco nombres de la literatura latinoamericana, en forma continua, y c¨®mo faltan las visiones globales de los movimientos y hay una ruptura total del equilibrio en ese sentido?. (La Naci¨®n, Buenos Aires, 21-3-76)
Es la ley de la inercia. Pero esta ley no rige y a para el p¨²blico. Deber¨ªa hacerse un estudio del silencio que el lector estableci¨® en torno de las ¨²ltimas obras de los cuatro beneficiarios del ?boom?, y se descubrir¨ªa la capacidad cr¨ªtica del p¨²blico para orientarse en la ' producci¨®n literaria. Las librer¨ªas de Buenos Aires, cuna del ?boom?, indican claramente al investigador que el ?boom?, si existi¨® alguna vez, ha muerto sin grandeza. Leer los ¨²ltimos libros de los cuatro autores, que es e como-releer los primeros, es empresa que el lector argentino ha resuelto postergar en nombre de otros autores m¨¢s interesantes. Lo viejo y lo nuevo de la literatura latinoamericana ha vencido la falsa imagen de una aceptaci¨®n forzada por la publicidad. La victoria es del lector..
Babelia
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