La Bolsa y las desgravaciones, fiscales
Una vez m¨¢s el Gobierno se ha decidido por una pol¨ªtica de desgravaciones fiscales en apoyo de la inversi¨®n como medio de fortalecer la Bolsa. Pero conviene meditar sobre la oportunidad y eficacia de tales medidas. Las ideas que las inspiran son bien f¨¢ciles de entender: puesto que hay demasiado papel y el dinero no acude, se conceden ventajas fiscales a quienes compren en Bolsa, de manera que salga el dinero y el ¨ªndice vuelva a una tranquilizadora normalidad. Esto es el equivalente en pol¨ªtica econ¨®mica al ?m¨¢s madera? de los hermanos Marx en el Oeste. Hace falta que el tren ande y no hay combustible, as¨ª que ?m¨¢s madera?, aunque haya que desmantelar el tren. Es decir, ?m¨¢s dinero? al precio de desgravaciones fiscales.Para ello, en primer lugar, se suspende el gravamen sobre las plusval¨ªas mobiliarias e inmobiliarias si se reinvierten en Bolsa. Sin entrar en detalle de la compleja regulaci¨®n actual de las plusval¨ªas, esta medida es de dudosa eficacia como medio de empujar el & dinero hacia la Bolsa. En principio esto dar¨¢ ¨¢nimo a los vendedores, que pueden realizar su papel sin tener que pagar el correspondiente tributo. Hasta aqu¨ª la medida ser¨ªa contraria a la finalidad perseguida, pero viene la segunda parte: las plusval¨ªas obtenidas en Bolsa hay que reinvertirlas en la propia Bolsa para no pagar el impuesto. 0 sea, que por lo que se refiere a las plusval¨ªas de activos mobiliarios, se tratar¨¢ en la generalidad de los casos de operaciones realizadas en el circuito cerrado de los corros burs¨¢tiles, sacando de aqu¨ª para poner all¨ª, comprando en Bolsa con dinero obtenido previamente en la Bolsa gracias a ventas con plusval¨ªa, as¨ª que todo queda en casa, sin entrada real de dinero. Y lo malo es que este r¨ªo revuelto seguro que trae ganancias de pescadores.
El tema es diferente si se trata de enajenaciones de activos inmobiliarios, al margen de la Bolsa, cuya plusval¨ªa quedar¨¢ exenta de tributaci¨®n si acude a ella. Esto s¨ª supondr¨ªa una afluencia de dinero. Pero me permito dudar de que en un momento como el actual los propietarios de bienes inmuebles vayan a enajenarlos para meter el dinero en una aventurada operaci¨®n de Bolsa s¨®lo por la ventaja de no pagar el tributo sobre la plusval¨ªa siempre que no realicen sus valores. La propiedad de bienes inmuebles da m¨¢s seguridad econ¨®mica que la de valores cotizados en Bolsa y en general garantizan hoy d¨ªa mayores plusval¨ªas. Este canto de sirena tampoco va a arrastrar mucho dinero, sobre todo en momentos de elevada tasa de inflaci¨®n.La principal virtud de la medida queda, por tanto, reducida a servir de atractivo a nuevos inversores, y esto resulta igualmente problem¨¢tico, porque ni es tan fiero ese gravamen sobre plusval¨ªas, dada la situaci¨®n actual del Impuesto sobre la Renta, ni la ventaja es de es as que resultan tangibles y ciertas al inversor.
En segundo lugar, se Insiste en la desgravaci¨®n del Impuesto sobre la Renta a favor de los que inviertan en Bolsa. Este s¨ª es un camino por el que puede llegar dinero fresco, y por eso ha sido una f¨®rmula tradicional que ¨²ltimamente se viene retocando para aumentar los coeficientes, seleccionar el destino del dinero y simplificar el modo de aplicaci¨®n del beneficio fiscal. Pero, como m¨¦todo de acarrear dinero, la medida ser¨ªa acertada sobre todo si los espa?oles pag¨¢ramos de verdad un Impuesto sobre la Renta. El Ministerio de Hacienda sabe muy bien que este tributo tiene, por una parte, una serie de resortes legales que lo dulcifican y por otra que sufre un alto nivel de defraudaci¨®n, sobre todo por parte de los contribuyentes de mayor fortuna, que son los que tienen mayor capacidad de ahorro y los que podr¨ªan llevar por tanto, dinero a la Bolsa si de verdad temiesen al Impuesto sobre la Renta y quisieran beneficiarse de esa desgravaci¨®n. El peque?o ahorrador, a estas alturas, est¨¢ muy escarmentado.
El Impuesto sobre la Renta no puede ser hoy d¨ªa una palanca eficaz de nuestra pol¨ªtica econ¨®mica. La mejor forma de convencerse de ello es constatar su baja recaudaci¨®n.
En cambio, puede que alg¨²n dinero llegue a la Bolsa gracias a la elevaci¨®n del l¨ªmite de las primas de seguros que pueden deducirse como gasto en el Impuesto sobre la Renta. La idea de un seguro cuyo precio se deduce como gasto. cala mejor en el contribuyente medio que la de una operaci¨®n burs¨¢til, y puede, en efecto, que las entidades de seguros canalicen por ello mayor cantidad de dinero. Claro que conviene no olvidar que tal medida beneficiar¨¢ sobre todo a dichas entidades asepuradoras.
Pero tal vez lo m¨¢s importante sea se?alar la alta de criticismo de tales medidas. Obedecen simplemente a la b¨²squeda de ?m¨¢s dinero? propia de un empresario o banquero con problemas de liquidez cuando lo que habr¨ªa que revisar de verdad ser¨ªa la base estructural de nuestra econom¨ªa y la funci¨®n y r¨¦gimen de la Bolsa y de los intermediarios financieros que est¨¢n siempre detr¨¢s de la Bolsa. Esta falta de criticismo no s¨®lo se traduce en medidas de urgencia que bien miradas son de dudosa eficacia, sino que adem¨¢s se arrasa lo que se encuentra por delante, como en el tren de los hermanos Marx. En este caso la justicia fiscal. o al menos lo que buena parte de gente entendemos hoy por justicia fiscal. En un pa¨ªs en el que pr¨¢cticamente no existe la imposici¨®n patrimonial, suspendemos el gravamen sobre las plusval¨ªas, detr¨¢s de las cuales, como dijo un hacendista, suelen esconderse innumerables pecados. En un pa¨ªs en el que no hemos conseguido afianzar el Impuesto sobre la Renta le damos un nuevo tajo cada vez que la pol¨ªtica econ¨®mica (una concreta pol¨ªtica econ¨®mica) lo requiere.
?Est¨¢n justificados estos sacrificios a la divinidad del mercado de capitales?
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