"Don Quijote", en Montepulciano
Estaba tan reciente el estreno de la ¨²ltima obra de Hans Werner Henze, We come to the river, en el Covent Garden de Londres -EL PAIS, del pasado primero de agosto-, que era dif¨ªcil esperar un nuevo estreno despu¨¦s del brillant¨ªsimo trabajo, tan recientemente contemplado. Sin embargo, Henze ha vuelto a estrenar, en los festivales de Montepulciano, peque?o pueblecito de Toscana, cuyo Taller internacional lleva camino de convertirse en uno de los centros de investigaci¨®n m¨¢s fecundos de Europa.Lo que ha hecho Henze ha sido una gran fiesta en la Piazza Grande de Montepulciano. El espl¨¦ndido divertimento ha consistido, b¨¢sicamente, en una recreaci¨®n de la ¨®pera bufa de Paisiello, Don Chisciotte della Mancia. La m¨²sica y los temas del ochocientos volvieron a o¨ªrse en una soberbia reorquestaci¨®n de Henze. Como en el caso del Covent Garden, el m¨²sico mezcl¨® varias fuentes sonoras: ahora, una orquesta de c¨¢mara, con mucho viento y gran percusi¨®n, con la Banda Municipal del pueblo. Con atrevimiento paralelo, Giuseppe de Leva refresc¨® el viejo texto, organizando, en esencia, una confrontaci¨®n entre Sancho y Don Quijote, modernizados, viajeros que llegan a la playa en un seiscientos y los personajes de la ¨®pera, que vienen a escuchar. La confrontaci¨®n entre actores y cantantes les lleva a una frecuente interpelaci¨®n y a un permanente ensayo de estudio de sus comportamientos mutuos. Gerald English hab¨ªa abandonado las representaciones de Londres para encarnar a Don Quijote, y Lyndon Terracini se encarg¨® de Sancho. Las durezas del encuentro entre el viejo y el nuevo texto fueron suavizadas por la intervenci¨®n del grupo m¨ªmico de Nark Furneaux. El montaje general corri¨® a cargo de Giampiero Taverna.
Con independencia del ¨¦xito obtenido por el espect¨¢culo, es muy de destacar el reiterado experimentalismo de estos festivales. Casi m¨¢s que de los trabajos de las temporadas oficiales se est¨¢ nutriendo todo el desarrollo actual del teatro europeo de estas experiencias veraniegas, muy libres, muy en contacto con grandes masas populares. Por eso se trae aqu¨ª esta noticia. Para subrayar, una vez m¨¢s, la paup¨¦rrima experiencia de nuestras campa?as de est¨ªo. El desaprovechamiento de ese territorio abierto que son -que deben ser- los festivales, ha tra¨ªdo su descr¨¦dito total. Utilizados para probar espect¨¢culos mal rodados antes de su estreno madrile?o o, peor a¨²n, empleados para una agotadora explotaci¨®n de algunos ¨¦xitos de la cartelera central, nuestros festivales desaprovechan, desangeladamente, unos meses en que pod¨ªan refrescar la composici¨®n de los habituales consumidores de juegos dram¨¢ticos. Tendr¨¢ que encararse de otra forma, por supuesto, la vida futura de nuestro teatro abierto. Cuando el mundo entero busca formas de comunicaci¨®n m¨¢s completas que las que pueden generarse en los viejos escenarios, es muy penoso este repertorio festivalero que apenas parece so?ar con que llegue septiembre para encerrarse otra vez entre las protegidas paredes de los locales tradicionales. Luego vienen los dolores por el reverencialismo de las grandes salas y por la incomprensi¨®n de los habituales. La verdad es que un espacio abierto es todo lo contrario de un b¨²nker. Incluso para los espect¨¢culos.
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