Televisi¨®n: la elocuencia de la realidad
Las cadenas de televisi¨®n son voraces consumidoras de material visual, ante las que no cabe la selecci¨®n rigurosa, porque las prisas no perdonan y la gran m¨¢quina est¨¢ siempre en funcionamiento. Exponer las circunstancias no quiere decir, evidentemente, que se disculpe el sistema ni las mediocridades que produce, pero s¨ª es necesario comprender las condiciones generales de trabajo antes de juzgarlo inapelablemente.
La TVE no es ajena a estos imperativos, que obligan a programar ingentes cantidades de pel¨ªcula impresionada, sin vigilar demasiado lo que ha quedado en ella. Aparte, en los ¨²ltimos d¨ªas, como obligado enlace entre el programa anterior y los telediarios de turno, se est¨¢n emitiendo reportajes informales y mudos sobre diversas ciudades espa?olas, con una banda musical caprichosa que podr¨ªa ser perfectamente intercambiable con cualquier otra. A juzgar por el tono de las im¨¢genes, se trata de material rodado por un equipo m¨ªnimo de operadores, sin m¨¢s af¨¢n que resaltar los atractivos tur¨ªsticos e hist¨®ricos de rigor, con las obligadas concesiones apolog¨¦ticas y oficiales, pero tambi¨¦n, y esto es lo importante, con el moderado registro de algunos rincones no demasiado pintorescos, y la atenci¨®n a los habitantes de cada lugar. No se trata siquiera de documentales, que exigen una mayor reelaboraci¨®n y montaje de las tomas, sino de una traslaci¨®n f¨ªlmica de relleno sobre la realidad cotidiana de las provincias. Los resultados son espl¨¦ndidos cuando el responsable se limita a recoger lo que est¨¢ viendo y s¨®lo pretende fijar en pel¨ªcula las apariencias cotidianas de los habitantes y del entorno en que se mueven. Olvidar las costumbres del organismo televisivo y dejar paso a la Espa?a real no es tarea f¨¢cil, pero hay que intentarlo. No pasa nada especial ni ins¨®lito, sino todo lo contrario: vivimos una experiencia vicaria impagable que nos permite conocer (a trav¨¦s de esa pantalla que tantas veces ha servido de obst¨¢culo) ese milagro diario protagonizado por unos espa?oles de pie, que simplemente van a trabajar o a holgazanear, y que se mueven en los sitios donde viven. El ¨²nico espect¨¢culo es el de unos seres humanos que comparten con nosotros eso tan dif¨ªcil de entender que se llam¨® un destino en lo universal, pero ni el mejor producto de ficci¨®n logra superar unos momentos reveladores en los que el aut¨¦ntico pueblo espa?ol -sin darse cuenta- se filtra en la peque?a pantalla, ajeno a consignas, imperativos, programaciones y prop¨®sitos redentores.Los responsables de TVE deber¨ªan tomar buena cuenta y dar mayor relieve en sus programas a esta irrupci¨®n de nuestras ciudades, pueblos y aldeas, no para un en¨¦simo repaso a sus abundantes o precarios monumentos, folklore o color local, sino para mostrar a las gentes que habitan este pa¨ªs, para que todos podamos conocer las apariencias y hablas de nuestros compatriotas. La realidad es elocuente por s¨ª misma y no hace falta adornarla con filigranas ret¨®ricas y convulsos efectos de c¨¢mara. Basta mirar serenamente para transcribirla sin deformaciones inevitables, dando paso a esta pujante vida cotidiana que pulula sobre nuestra piel de toro. Estas filmaciones humildes, sin m¨¢s prop¨®sito que unir unos espacios con otros, son m¨¢s valiosas, a mi entender, que cientos de pomposos documentales oficiales y oficiosos que se empe?an en modificar lo real y edulcorarlo con prop¨®sitos apolog¨¦ticos. Pero ser¨ªa factible avanzar m¨¢s y confeccionar un vasto plan de difusi¨®n del pa¨ªs real, que ya ha comenzado a asomarse en TVE a trav¨¦s de alg¨²n programa.
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