Giscard mira al exterior
LOS EMBAJADORES m¨¢s activos en Espa?a son los representantes de Washington y Par¨ªs. Razones econ¨®micas, pol¨ªticas, y estrat¨¦gicas dan pie para este despliegue diplom¨¢tico. Francia es nuestro vecino mayor Y nuestro primer cliente europeo. Y, sin embargo, la diferencia de dimensi¨®n entre USA y Francia es de tal entidad que una an¨¦cdota trivial puede ser m¨¢s util que las estad¨ªsticas. Los embajadores cursaron este verano, en Mallorca, sendas invitaciones a Don Juan Carlos I para una breve navegaci¨®n en dos distintos nav¨ªos: uno La Belle Poule, goleta de 23 metros de eslora y otro el portaaviones Nimitz, de 332 metros. Estas son las magnitudes simb¨®licas que separan a una y otra potencia.Y, sin embargo, las simplificaciones no explican del todo la realidad.
En el tablero mundial, Francia es el s¨ªmbolo, todavia hoy, de la autonom¨ªa europea frente al gigante norteamericano. En los ant¨ªpodas del estilo gaullista, sin la arrogancia, ni los desplantes del viejo general, Giscard d'Estaing se ha esforzado desde su llegada al poder por mantener las distancias frente a la presencia aplastante del gran aliado occidental. Claro que en tiempo de grave crisis econ¨®mica mantener las distancias equivale a no recibir instrucciones, y poco m¨¢s.
La soledad de Francia en la defensa de su autonom¨ªa nacional es visible. Alemania Federal act¨²a como gran representante de los intereses trasatl¨¢nticos en Europa. Gran Breta?a e Italia son hoy pa¨ªses vueltos hacia el interior, absorbidos por sus propias crisis. De las cuatro potencias medias de la CEE s¨®lo Francia trata de resistir el avasallamiento que -m¨¢s por la realidad de las magnitudes que por pura voluntad imperial- practican los Estados Unidos.
A pesar de la estructura bipolar de las relaciones internacionales, el esfuerzo franc¨¦s por preservar la posibilidad europea es algo m¨¢s consistente que una defensa de la dignidad o la pervivencia de un s¨ªmbolo. Giscard es en definitiva la voz que hoy mantiene la posibilidad europea, la esperanza en un proceso de unidad que si no progresa es necesario preservar, al menos en tiempos de dificultad, de los retrocesos. Porque ese progreso hacia la uni¨®n, que convertir¨ªa a Europa en el primer conjunto econ¨®mico mundial, s¨ª trastocar¨ªa gravemente el planteamiento presente. A pesar de la indefensi¨®n de la CEE, de su inviabilidad militar al margen del pacto atl¨¢ntico, el progreso en la uni¨®n europea contin¨²a preocupando a sovi¨¦ticos y norteamericanos. Por mucho que una flotilla de goletas no pueda inquietar al Nimitz.
?Qu¨¦ significa en este panorama el cambio de Gobierno franc¨¦s? Para los espa?oles, hay una perspectiva a considerar: el presidente Giscard dirigir¨¢ m¨¢s que nunca la pol¨ªtica exterior Y para ello ha designado a un experto, de formaci¨®n gaullista por cierto, para cubrir el dif¨ªcil frente interior. Barre es un especialista en desempleo e inflaci¨®n y Giscard trata de reforzar el flanco econ¨®mico para centrar su atenci¨®n en la pol¨ªtica de fronteras afuera. Lo dem¨¢s son an¨¦cdotas dom¨¦sticas. Barre es, efectivamente, un hombre incondicional, mientras que Chirac era un pol¨ªtico de fuerte personalidad propia, con un futuro cierto al frente de un partido fuertemente implantado. Pero lo que cuenta ahora es la determinaci¨®n de Giscard de regresar a la gran pol¨ªtica en sus dos frentes: el primero se llama Miterrand (o para decirlo en n¨²meros, el 49 por 100 de Francia), y el otro se llama Puerto Rico, donde vivi¨® horas amargas en junio, emparedado entre Kissinger y Helmut Schmidt, entre las fluctuaciones del franco y las llamadas a la disciplina.
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