Con los refugiados saharauis: un viaje hacia el pasado
Los americanos est¨¢n hoy en Marte. Unos meses atr¨¢s los sovi¨¦ticos llegaban a la Luna. Los dos Estados han a?adido nuevos espacios para la imaginaci¨®n del hombre y, por el momento, para sus previsiones militares futuras. Es muy probable sin embargo que mientras pueblos enteros perezcan por inanici¨®n o guerras de exterminio, la transformaci¨®n tecnol¨®gica que estamos alcanzando, no sirva demasiado a la causa de la libertad universal y al mejoramiento de las condiciones de vida humana.
Dentro de Estados que se pretenden socialistas o capitalistas, desarrollados o subdesarrollados, existen pueblos enteros a los cuales no se les reconocen sus particularidades hist¨®ricas, culturales, ling¨¹¨ªsticas y nacionales. En los casos en que estos particularismos inciden adem¨¢s sobre importantes intereses econ¨®micos o pol¨ªticos, se les persigue e incluso se les extermina. El ejemplo m¨¢s reciente es el del pueblo palestino golpeado y diezmado en el pasado reciente por los Gobiernos ¨¢rabes conservadores, y en el presente por el sirio que en su constituci¨®n se propone construir en Siria una sociedad socialista.
La matanza de palestinos en Tal Al Zaatar, al igual que la de My Lai en Vietnam, o la de los negros en Soweto, forma parte de esa moderna cultura de la violencia que nos acompa?a y que por repetida tiende a insensibilizar. El caso del pueblo saharaui, expulsado de su tierra y obligado a vivir en miserables campamentos de refugiados en Argelia, en las zonas m¨¢s ¨¢ridas del inmenso desierto del Sahara, es tal vez uno de los menos publicitado, pero m¨¢s pat¨¦ticos.
Cien mil personas, el 70 por 100 o m¨¢s de la poblaci¨®n saharaui, viven —si se le puede llamar as¨ª— en 25 campamentos de refugiados que motean con sus jaimas (tiendas de campa?a) el desierto argelino. Esta es la gran tragedia, lo verdaderamente conmovedor de ese pueblo: ni?os que mueren —20 de cada 100 reci¨¦n nacidos, y 25 de cada 100 entre los quince d¨ªas y los cinco a?os—, hombres y mujeres desnutridos, v¨ªctimas de epidemias, enfermedades contagiosas, carentes de cuidados m¨¦dicos cualitativamente significativos, sin medicinas ni alimentos.
Los campamentos que hemos visitado durante varios d¨ªas est¨¢n situados en la periferia de la ciudad argelina de Tinduf, en un radio de 20 a 30 kil¨®metros. Entre Tinduf y ellos existe sin embargo un espacio de por lo menos quinientos a?os de civilizaci¨®n. Basta subir en el Land-Rover de los polisarios para pasar en menos de una hora, a otra ¨¦poca m¨¢s remota: del agua potable, la luz el¨¦ctrica y las casas de mamposter¨ªa, a la arena pura y simple, los pozos artesianos cavados en medio del desierto, y al sol de 50 grados.
Los reba?os de cabras, la mayor riqueza del n¨®mada saharaui, su ¨²nico sustento, quedaron atr¨¢s en la huida. Ahora, 100.000 personas viven esperanzados en la solidaridad internacional y mientras esta se materializa, mueren.
Para dar de comer al centenar de delegados extranjeros que asistimos al II Congreso, los polisarios mataron un camello, la comida de todo un campamento de 5.000 saharauis durante una semana, probablemente.
En el desierto argelino no hay vida, ni ¨¢rboles, ni vegetaci¨®n. S¨®lo arena que desplaza de un lado para otro el siroco. En los d¨ªas que vivimos en el Sahara los extranjeros nos hemos preguntado todas las ma?anas: ?Resistir¨¦ hoy? Los sasharauis viven as¨ª desde hace meses y ya se han familiarizado con la muerte.
Los refugiados necesitan de todo. Los alimentos que la aridez del desierto es incapaz de dar, las medicinas m¨¢s elementales, y hasta la le?a, imprescindible para hacer fuego y preparar el t¨¦ o la s¨¦mola, base de la alimentaci¨®n, hay que traerlos desde Tinduf donde por determinados mecanismos comerciales, lo que los polisarios adquieren les cuesta el doble de lo que esos mismos productos costar¨ªan en Europa.
En los d¨ªas pasados con los polisarios nos hemos preguntado muchas veces por qu¨¦ esos campamentos de refugiados est¨¢n situados en pleno desierto, lejos de Tinduf y no en las afueras de la ciudad argelina, junto a la le?a, el agua potable y la electricidad. Las razones pol¨ªticas son obvias: el saharaui tiene que volver a su Sahara y los dirigentes pol¨ªticos no quieren aceptar que el exilio puede ser prolongado.
Los polisarios llevan a cabo grandes esfuerzos por aliviar dentro de los campos, en lo posible, las penosas condiciones de vida. Ninguna raz¨®n pol¨ªtica, de todas maneras, deber¨ªa justificar el mantener a un pueblo entero en condiciones tan pr¨®ximas a la muerte. Luchar por lograr el derecho a la autodeterminaci¨®n es fundamental y esa lucha del Polisario es, al margen de las resoluciones de la ONU, de la OUA y las transacciones internacionales, lo determinante para el futuro del pueblo saharaui. Sin embargo, mientras se triunfa, ser¨ªa bueno que los h¨¦roes permitan que el hombre vulgar y corriente, no muera.
Si en la inclemencia del desierto, en los campamentos de refugiados, todo conmueve, si el combate armado del Polisario por su tierra no se presta a ambig¨¹edades, la batalla pol¨ªtica est¨¢ llena de controversias por los intereses que inciden sobre ella. Es la batalla de Estados o partidos que acumulan tragedias de pueblos para una conferencia internacional o para un comunicado partidario. Tampoco convencen quienes por su origen tienen la obligaci¨®n de estar disponibles veinticuatro horas sobre veinticuatro para dar a conocer la situaci¨®n de sus pueblos, y no logran renunciar a la siesta cotidiana.
En este sentido, son la ?Asociaci¨®n de Amigos del Sahara? y la de ?Amistad y Solidaridad con el Pueblo Saharaui?, las que anteponiendo el pragmatismo a la pol¨ªtica, han realizado y realizan diariamente una importante contribuci¨®n material. El ¨²ltimo env¨ªo de la primera fue un policl¨ªnico completo en peque?a escala que ya ha sido montado y ahora necesita personal para hacerlo funcionar. El ¨²ltimo env¨ªo de la segunda se elev¨® a ocho millones de pesetas en medicinas y alimentos.
Los polisarios, como otros movimientos de nuestras ex colonias, pusieron una gran esperanza en el apoyo y solidaridad de nuestros partidos de izquierda y les molesta la tard¨ªa comprensi¨®n de estos. La oposici¨®n espa?ola puede ejercer presiones sobre el Gobierno para que se reparen decisiones tomadas en una descolonizaci¨®n apresurada que ha perjudicado no s¨®lo a esos pueblos, sino a un gran n¨²mero de trabajadores espa?oles.
La delegaci¨®n de Coordinaci¨®n Democr¨¢tica que asisti¨® al III Congreso del F. Polisario, elabor¨® por diferencias de criterios, una media docena de comunicados a leer en el congreso, antes de encontrar la redacci¨®n definitiva aceptable para todos. El compromiso contra¨ªdo por los partidos espa?oles que estuvieron representados en ese congreso, de hacer conciencia dentro de Coordinaci¨®n y la izquierda en general, sobre el tema del Sahara, y presionar a! Gobierno para la revocaci¨®n del Acuerdo Tripartito de Madrid de 1975, es el resultado m¨¢s positivo entre ellos de este viaje, y tal vez el comienzo de la reparaci¨®n de una situaci¨®n.
Bien es verdad que tambi¨¦n los representantes en Espa?a de los grupos pol¨ªticos de nuestras ex colonias se han mostrado poco activos de cara a la oposici¨®n, y son m¨¢s de dos los partidos de Coordinaci¨®n que nunca han sido visitados seriamente por esos representantes. Lo esencial, en cualquier caso, es que los intereses del pueblo saharaui, muy superiores a todas las otras peque?eces, no sufran a causa de ellas.
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