De la cumbre al llano
La denominada cumbre de la oposici¨®n, celebrada ¨²ltimamente en Madrid, ha podido defraudar tan solo a los que desconoc¨ªan las bases de su planteamiento: no se trataba de una asamblea constituyente convocada para decidir acerca de las formas pol¨ªticas y sociales del Estado, ni pretend¨ªa en modo alguno establecer definiciones que en pura democracia ¨²nicamente corresponder¨ªan a representantes leg¨ªtimamente elegidos mediante sufragio universal directo. ?C¨®mo podr¨ªa llegar a pensar nadie que hombres de tan diversas ideolog¨ªas y tendencias iban a pretender en unas horas dibujar con unanimidad la estampa de un futuro constitucional?El objetivo perseguido consist¨ªa tan solo en buscar un consenso sobre algunos puntos esenciales, que sirvieran de alternativa ofrecida al pa¨ªs en un momento sumamente grave de su vida pol¨ªtica, y casi, catastr¨®fico en el de su econom¨ªa, por la falta de confianza en la estabilidad imprescindible para que pueda llevarse a cabo cualquier medida de las exigidas en esta conflictiva situaci¨®n.
La oposici¨®n ha demostrado, a lo largo de muchas horas de laboriosa discusi¨®n, que se encuentra capacitada para el di¨¢logo, y que es capaz de. ceder cuando el bien de Espa?a lo exige. En ning¨²n momento del debate elev¨® nadie la voz, nadie fue interrumpido en la serena exposici¨®n de su pensamiento, se contest¨® a las razones con otras razones, sin una sola destemplanza: que unas 100 personas de las m¨¢s diferentes tendencias fuesen capaces de discutir con la suficiente autodisciplina para evitar se produjese el m¨¢s m¨ªnimo incidente durante las cerca de once horas que dur¨® la discusi¨®n es algo que yo calificar¨ªa de ejemplar, sobre todo si, se tiene en cuenta la. juventud de gran parte de los asistentes. ?Es ¨¦ste el pueblo que no est¨¢ a¨²n maduro para la democracia?
Al final, los acuerdos fueron un¨¢nimes. Acuerdos modestos si se quiere, pero que es de esperar sirvan de base a otros de mayor transcendencia y entidad, porque empezar a dialogar es el mejor sistema, el ¨²nico sistema para llegar a entenderse. Pero, ?entenderse en qu¨¦? En lo ¨²nico que en estos momentos y circunstancias interesa: en las condiciones m¨ªnimas necesarias para que esa democracia que continuamente se nos ofrece, se convierta en una pr¨®xima realidad.
Es indudable que no son s¨®lo medidas pol¨ªticas las que la situaci¨®n actual exige, sino tambi¨¦n, y con la mayor urgencia, medidas econ¨®micas que por su trascendencia no creemos puedan ser viables sin el consenso de todo el pa¨ªs, medidas que no pueden esperar y que s¨®lo un Gobierno nacional tendr¨ªa autoridad para llevar a cabo, devolviendo a todos la necesaria confianza, hoy tan deteriorada.
La oposici¨®n no cree que ¨¦ste sea momento de aventuras, sino de laborar todos en com¨²n por el bien de Espa?a, seriamente comprometido, y est¨¢ dispuesta a aplazar de momento hasta que los ¨®rganos legislativos elegidos por sufragio universal directo, funcionen y definan las normas por las que los espa?oles han de regirse en un pr¨®ximo futuro. Lo que no est¨¢n dispuestos a admitir es que nadie quede marginado, que la consulta popular se convierta en Una ficci¨®n ¨²til s¨®lo para dotar de legitimaci¨®n aparente a quienes hasta ahora han ostentado el monopolio del poder en su propio y exclusivo beneficio.
Esto no es hacer la revoluci¨®n, sino tan s¨®lo aceptar un sistema pol¨ªtico que es el que funciona en todos los pa¨ªses civilizados del mundo occidental, del que Espa?a debe formar parte por propio derecho. Yo no s¨¦ si esto debe llamarse ruptura o, por el contrario, invitaci¨®n a la unidad. Naturalmente que hablo sin arrogarme representaci¨®n alguna, exponiendo tan s¨®lo una opini¨®n personal, formada. creo que con toda objetividad, despu¨¦s de una reuni¨®n que ser¨ªa pretencioso calificar de hist¨®rica, pero que encendi¨® en todos los que a ella asistimos una luminosa esperanza.
En los momentos dif¨ªciles, todos los pueblos han decidido emprender sus acciones en com¨²n, con la representaci¨®n y la responsabilidad de todos. Dec¨ªa don Antonio Maura, que el c¨¢ncer de las democracias era el orden p¨²blico y el de las dictaduras, la corrupci¨®n. Pero si el Gobierno, de cuyas buenas intenciones no quiero dudar, no es ya capaz ni de asegurar el orden p¨²blico ni de poner t¨¦rmino a la corrupci¨®n, ?no es evidente que se impone la activa participaci¨®n de todos, sin exclusi¨®n alguna en las responsabilidades de esa tarea com¨²n?
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