La figuraci¨®n
A las puertas de la venidera, quiere este ¨²ltimo apartado del balance de la pasada temporada abordar aquella modalidad pict¨®rica que mayor materia suministr¨® a las exposiciones (?alrededor de las, 2.000?) habidas en Madrid: la figuraci¨®n. Y quiere hacerlo, m¨¢s como prevenida advertencia que a modo de acta o resumen, sin obedecer a prejuicio o dar en confusi¨®n de la voluntad con la mente, aunque el hecho aproximado de que de cada, 100 exposiciones hayan sido 99 de corte Figurativo hable por s¨ª mismo de inflaci¨®n y haga improbable el acuerdo entre cantidad y calidad.Dij¨¦rase que exhaustas las ubres de la abstracci¨®n, mal asimilado y peor traducido el fen¨®merio,pop, agotada tambi¨¦n la nueva figuraci¨®n baconiana e interpretadas a la espa?ola las corrientes objetualistas..., sobrevino de golpe el asedio de los neo-realismos, para resurrecci¨®n y fomento de- las mil y una trampas acad¨¦micas. Como al acecho furtivo o en estado estrat¨¦gica latencia, no tardaron en surgir por doquier, y por v¨ªa de plaga, los hiperrealistas, haciendo suya la flora y la fauna, el mueble y el inmueble, el, censo general de personas, animales y cosas.
Hiperrealistas especializados
?Hay hiperrealistas -dej¨¦ escrito en ocasi¨®n no lejana, y para disgusto y r¨¦plica de alguien a quien no se mencionaba expresamente de sillas, armarios o inodoros, de manzanas, granadas. y maletas, de pa?os, almohadas, conejos amaestrados, gabardinas tornasoladas, s¨®rdidos vagones. del metro, l¨¢mparas incandescentes, peri¨®dicos satinados, botellas etiquetadas, bolsas de pl¨¢stico crujiente entre cuerdas, panes congelados, as¨¦pticos desnudos, rostros del museo de cera... y botes y m¨¢s botes de tomate, refulgentes como plata de la que cag¨® la gata. ?
Hiperrealistas, a lo que se ve, especializados, cuyo com¨²n menester oscila entre la transparencia (enti¨¦ndase la proyecci¨®n y copia minuciosa de una y cien diapositivas) y el anacr¨®nico academicismo ladinamente resucitado (la ilusi¨®n:tenebri'sta, la fijaci¨®n del tromp-l'oeil, el bonito juego de la escala, la cuadr¨ªcula, la falsilla ... ) y convertido, de la noche a la ma?ana, en flagrante inflaci¨®n. Porque es de saberse que del escandaloso porcentaje, l¨ªneas-arriba insinuado, cumple a los hiperrealistas, especializados o sin especializar, la porci¨®n m¨¢s holgada
La profusi¨®n de los realismos a la moda provino, por un lado, del paulatino declive de la abstracci¨®n, cuyas s¨ªntesis magistrales estimularon prematuramente, y por su propio elementarismo, a toda una caterva de improvisadores que, bajo la advocaci¨®n de autodidactas, ven¨ªan a regalar en bandeja a los expertos titulados reino y negocio de las artes. El reclamo, por otra parte, de ciertas corrientes americanas, asimiladas con precipitaci¨®n y fuera de su contexto figurativo, no tard¨® en hallar apa?o y beneficio en la fortuita- validez de nuestra peculiar decencia acad¨¦mica.
El caso L¨®pez Garc¨ªa
?Otros ¨ªndices de oportunismo espec¨ªficamente circunscrito al auge de los hiperrealistas espa?oles? Uno solo: la ascendencia excepcional de Antonio L¨®pez Garc¨ªa, cuya raigambre hist¨®rica ha sido iniuamnte desvirtuada a manos y en provecho de sus ¨¦mulos coyunturales. Ni su esmerada figuraci¨®n surgi¨® como ataque al arte no-figurativo, ni prosper¨® su oficio con el ¨¢nimo de resucitar recetas acad¨¦micas y ama?os. reproductores; coexisti¨® m¨¢s bien, y sigue coexistiendo (desde los a?os' 50) con. las corrientes abstraccionistas, a favor de un mismo prop¨®sito de modernidad.
Antonio L¨®pez Garc¨ªa es excepci¨®n universal. Su intenci¨®n repetitiva no se funda (como para s¨ª quieren los hiperrealistas) en la verosimilitud accidental de los objetos, sino en la conciencia de la duraci¨®n, de su reiteraci¨®n infinita e incesante retorno. En ello va lo excepcional e inimitable de su pintura: proponer sin tregua la vis repetitiva (ortos y ocasos, horas y luces, tr¨¢nsito y regreso de las estaciones ... ) de un tiempo inmaterial (no el inventario, m¨¢s o menos fidedigno, de un mont¨®n de sillas, maletas, bolsas de pl¨¢stico y rutilantes latas de conservas).
Aqu¨ª yace el secreto de las cosas (cosas entre las cosas) reveladas por Antonio L¨®pez Garc¨ªa. Sus ojos, inundados en el torrente de la temporalidad, han divisado la rotunda continuidad del mundo y su constante diferencia, en tanto nos la transmite su mano por morosa v¨ªa de repetici¨®n, dejando en nuestra conciencia, en nuestra memoria y en nuestro sentido, una de las dimensiones m¨¢s genuinas de la expresi¨®n abstracta y de la. pintura en general: el enigma del tiempo (no el furtivo remedo apariencial de que tanto se pagan muchos de los neo -o m¨¢gico- o hiper-realistas).
Por una u otra senda
Denunciada la apropiaci¨®n indebida de estos tres or¨ªgenes, me resta indicar que las aguas parecen volver a su curso. La feria de Basilea anunci¨® el renacimiento de la abstracci¨®n (haya o no, tras ella, pretensiones teor¨¦ticas y exclusivismos interpretativos) y la liquidaci¨®n de no pocas de las neorrealidades. Tambi¨¦n en Madrid empiezan a vislumbrarse renacimientos y decadencias. Si en el primer balance cit¨¦ hasta diez exposiciones abstraccionistas de probada calidad, puedo hoy citar otras tantas en que la quiebra hiperrealista da paso a otras formas de figuraci¨®n (a merced, las m¨¢s, de pintores que a¨²n no han cumplido los treinta a?os).
Ha habido quienes, a la vista de la concepci¨®n pict¨®rica de Antonio L¨®pez (no en la emp¨ªrica emulaci¨®n de su oficio), han afrontado la dura tarea de restituir morosamente al espacio la enigm¨¢tica dimensi¨®n del tiempo, en que se, produce la vida misma. Ejemplar, en tal sentido, fue la exposici¨®n de Alberto V¨¢zquez (Galer¨ªa Arte Horizonte), atento a sorprender y plasmar cada uno de los corp¨²sculos e instantes del proceso figurativo. Merecen tambi¨¦n menci¨®n Florencio Galindo (Egam), y m¨¢s cuanto m¨¢s reh¨²ya la sombra anto?itista, Ameztoy (Juana Mord¨®), pese a ciertas ambig¨¹edades, y Brinkmann (Rayuela 19) con su lenguaje apocal¨ªptico.
Lo mejor de la figuraci¨®n sin duda que ha corrido a cargo de j¨®venes pintores dados a la destrucci¨®n de la imagen y al hallazgo de otras formas. interpretativas. Nicol¨¢s Gless nos ofreci¨® (Multitud) un magistral ejercicio transformador del espect¨¢culo urbano, P¨¦rez Villalta (Vandr¨¦s) hizo suya la reconversi¨®n del interior y el paisaje, Gerardo Aparicio (Egam) vino a desmitificar gloriosas alegor¨ªas y Juan Bordes (B¨¦tica) a recomponer los retratos de Ingres, en tanto el maduro Mart¨ªn, S¨¢ez (Kreisler Dos) -exhib¨ªa estampas inconfesables, y volv¨ªa el fallecido Zabaleta (Monasterio) a emparentar con los j¨®venes promotores de la nueva imagen.
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