Otra vez Catalu?a: ?qui¨¦n nos entender¨¢ ?
En la primera edici¨®n de ?50 a?os de Cultura Espa?ola? publicada por una editorial solvente hace pocos a?os y escrita por un autor que podemos considerar de izquierdas, no se dec¨ªa ni una sola palabra de Catalu?a ni siquiera de lo que en Catalu?a se hab¨ªa escrito en lengua castellana.En las conversaciones sostenidas hace unos cinco a?os entre castellanos, catalanes, vascos, gallegos y valencianos, tuve la oportunidad de afirmar que incluso los m¨¢s responsables culturalmente, se refer¨ªan a Catalu?a, Valencia, el Pa¨ªs Vasco o Galicia con una condescendencia irritante. Expuse mi impresi¨®n del momento con un s¨ªmil geogr¨¢fico: desde la meseta, a unos 700 metros sobre el nivel del mar, los instalados en ella, castellanos o no -porque de esto habr¨ªa mucho que hablar- condescend¨ªan a aproximarse ben¨¦volamente a la periferia, para pontificar desde su superioridad f¨ªsica sobre la necesidad de tener en cuenta el hecho diferencial de las zonas perif¨¦ricas o litorales. Hubo protestas en contra de mi afirmaci¨®n. Pedro Lain entre ellos. Y hubo afirmaciones tajantes del admirado Dionisio Ridruejo en el sentido de que estos hechos diferenciales no pod¨ªan en modo alguno quebrar la unidad del Estado. A esto se opon¨ªa con una rotundidad autoritaria y mes¨¦tica. Eso no, ven¨ªa a decir. S¨®lo Menchaca me daba la raz¨®n. Si, dec¨ªa, esta es la historia y desde aqu¨ª -Madrid- hemos gobernado Espa?a entera y hemos concedido favores o autonom¨ªas y hemos dominado cualquier vestigio de nacionalidad que, en Espa?a pretenda levantar cabeza. No fueron estas sus palabras, pero s¨ª, creo, su sentido.
Ciencia en catal¨¢n
Las declaraciones del presidente Su¨¢rez a Par¨ªs Match tambi¨¦n son sorprendentes e ins¨®litas. La terminolog¨ªa empleada, en alg¨²n, momento, nos parece inadecuada. Calificar de idiota una pregunta del entrevistador no es edificante. Tanto m¨¢s cuanto que la pregunta ten¨ªa mucha miga. Ignoro si el se?or Su¨¢rez ignora que se ha hecho y se hace y escribe ciencia en catal¨¢n. Si las cosas estuvieran en su sitio, y Catalu?a tuviera su personalidad jur¨ªdica, la contestaci¨®n no s¨®lo ser¨ªa ofensiva para Catalu?a sino tambi¨¦n para Holanda o Bulgaria, para Suecia o Finlandia. La difusi¨®n de la ciencia de estos pa¨ªses, incluida Catalu?a, podr¨ªa o deber¨ªa efectuarse a trav¨¦s de los cuatro o cinco idiomas m¨¢s universales. Vale la pena recordar que la obra de un ilustre bi¨®logo catal¨¢n, Ram¨®n Turr¨®, fue publicada primero en alem¨¢n y luego en catal¨¢n. Pero valga tambi¨¦n, mencionar que en estos momentos se va a publicar otra obra de un bi¨®logo espa?ol, escrita en castellano, simult¨¢neamente en ingl¨¦s y en castellano. No estoy autorizado para ofrecer m¨¢s precisiones. Es natural que la ciencia se difunda a trav¨¦s de los idiomas m¨¢s universales, entre ellos el castellano, pero ello no depende ¨²nicamente de la mayor o menor difusi¨®n del idioma, sino del clima, cient¨ªfico que cada pa¨ªs respire. Y en este sentido, la Espa?a llamada castellana, no ofrece por desgracia, un clima demasiado favorable a la ciencia. Por otra parte, recordar al se?or Su¨¢rez que el Institut D'Estudis Catalans public¨®, en catal¨¢n, una de las palabras, si no la primera, obra de L¨®gica Matem¨¢tica en Espa?a o que las investigaciones biol¨®gicas de August Pi i Sunyer fueron escritas en catal¨¢n y luego difundidas por todo el mundo en varios idiomas, o que Salvador Esriuha estado entre los poetas presentados para el premio Nobel, o que, en la Universidad Aut¨®noma de Barcelona, entre, 1933 y 1939, se impartieron ense?anzas de todas las ciencias en catal¨¢n, me parece elemental, demasiado elemental para que no lo haya tenido en cuenta al contestar la pregunta del redactor de Paris Match.
En cuanto a EL PAIS, los catalanes podr¨ªan exclamar lo mismo que Beethoven cuando Goethe demostr¨® no comprender su IX Sinfon¨ªa: ?Si vos no me entend¨¦is, ?qui¨¦n me entender¨¢?? Si EL PAIS. no comprende la nacionalidad catalana, ?qui¨¦n la entender¨¢? Tal vez el talante liberal espa?ol sea, todav¨ªa, napole¨®nico o est¨¦ emparentado con el esp¨ªritu de la revoluci¨®n francesa, lo cual, a estas alturas, no parece ser el mejor para enfrentarse con la conflictiva realidad espa?ola en el ¨²ltimo cuarto .del siglo XX.
He citado unos episodios de esa tensi¨®n, ahora tan actual, entre una Espa?a o un Estado espa?ol unitario y una Espa?a plurinacional. Podr¨ªa citar muchos otros. Pero interesa sobre todo ahora contribuir a la clarificaci¨®n del problema. Interesa tanto m¨¢s, cuanto que duele tropezar con afirmaciones incomprensibles en quienes m¨¢s deber¨ªan comprender. En este sentido un art¨ªculo de Josep Benet en EL PAIS (4/9/76) contribuye sustancialmente a este esclarecimiento. Adem¨¢s EL PAIS, noblemente, transcribe otros art¨ªculos aparecidos en Mundo Diario y TeleleXpres, (¨¦ste de Juame Sobrequ¨¦s) que coincide con las afirmaciones de B¨¦net. Tambi¨¦n EL PAIS (5/9/76) publica un art¨ªculo de Jos¨¦ A. Gonz¨¢lez Casanova sobre el mismo tema.
Lo fundamental es que Espa?a desconoce a Catalu?a. Pese a las mejores intenciones de algunos gestos minoritarios de espa?oles de alto nivel cultural. Es un desconocimiento visceral, apasionado, hist¨®rico y d e la historia. Sobre este desconocimiento se bas¨® la pol¨ªtica de los ¨²ltimos cuarenta a?os que trat¨® de borrar del mapa cultural. y, social de Espa?a cualquier vestigio de catalanidad. Como una repeti el de D¨¢maso Alonso que tuvo la gallard¨ªa de reconocer en una conci¨®n hipertrofiada de la pol¨ªtica de Felipe. V, se han tornado todas las medidas para borrar toda actividad propiamente catalana. Carles Riba se refer¨ªa a la inteligencia con que el Gobierno espa?ol hab¨ªa arbitrado las medidas represivas., contra el idioma catal¨¢n, aconsejado por universitarios ilustres que. en un tiempo formaron en el falangismo de la postguerra civil (posteriormente abandonaron aquella militancia).
Florecimiento cultural
Podr¨ªamos citar las contadas personas o grupos con responsabilidad cultural que en el curso de este siglo han demostrado alguna comprensi¨®n respecto a Catalu?a. El caso de Aza?a defendiendo el Estatuto de 1932 frente a un Parlamento Republicano dif¨ªcil de con vencer, el de algunos hombres de la Instituci¨®n Libre de, Ense?anza, y ferencia memorable (1960) que el primer poeta espa?ol en 1900 era Joan Maragall. Mencionar a un -catal¨¢n como poeta espa?ol es algo que no se le hab¨ªa ocurrido a ning¨²n intelectual de m¨¢s ac¨¢ del Ebro. Era el separatismo desde el centralismo: ignorar a Catalu?a cuando no despreciarla exquisita u ol¨ªmpicamente.
En cambio, desde el exilio, Anselmo Carretero y Gim¨¦nez ha demostrado no s¨®lo una comprensi¨®n hacia las nacionalidades ib¨¦ricas sino que ha estudiado las ra¨ªces hist¨®ricas de las mismas. La pr¨®xima edici¨®n definitiva de su obra ser¨¢ una contribuci¨®n notabil¨ªsima, que ofrecer¨¢, unas nociones claras sobre la pluralidad nacional, hisp¨¢nica.
Afortunadamente en estos cuarenta a?os sobre todo al partir de los cincuenta, algunos catalanes han luchado denodamente para mantener vivo el esp¨ªritu catal¨¢n. Y no sin sacrificio. Que lo digan si no Jordi Pujol, Joan Cornudella, y todos los que sufrieron persecuci¨®n por la causa catalana. Gracias a este esfuerzo el florecimiento pol¨ªtico y cultural son hoy un hecho en Catalu?a, cuya repercusi¨®n, forzosamente habr¨¢ de hacerse sentir favorablemente en el conjunto de la vida espa?ola.
Pero de este hecho quisiera partir, no para debatir una vez m¨¢s el c¨¦lebre editorial de EL PAIS, sino para hacer una afirmaci¨®n contundente: Espa?a es un pa¨ªs, una unidad, con diversas nacionalidades. Y la unidad de Espa?a est¨¢ en funci¨®n del reconocimiento de las mismas. Ni Felipe V, ni la mentalidad napole¨®nica del siglo XIX, ni el franquismo, han logrado desarticular las ra¨ªces y las realidades de las nacionalidades ib¨¦ricas. A partir de aqu¨ª, y sobre el reconocimiento de estas realidades, los pol¨ªticos deben arbitrar los modos y tiempos o ritmos que estructuren un Estado sobre estas bases. Cuan do esto se haya logrado podremos hablar de la unidad de Espa?a y podremos gozosamente olvidar los nacionalismos porque las nacionalidades constituir¨¢n un Estado de Derecho s¨®lido y perdurable. Mientras ella no se logre, la unidad de Espa?a ser¨¢ un artificio superpuesto a una realidad ind¨®mita y conflictiva. El Estado plurinacional espa?ol nos permitir¨¢ por fin, a los catalanes y a los otros grupos nacionales ib¨¦ricos, poder enriquecernos sin reservas de la cultura castellana. Y a la vez ofrecer nuestras riquezas al conjunto de los pueblos hisp¨¢nicos. Desde una catalanidad cultural, pol¨ªtica, social, y ec6n¨®mica reconocida jur¨ªdicamente, podr¨ªamos vencer todos los resquemores y desconfianzas que hoy nos invaden. De una actitud defensiva, reactiva y pol¨¦mica, pasar¨ªamos a una actitud dignamente abierta a los valores hispanos en su integridad. Para los que siendo catalanes hemos sentido desde siempre un amor a los valores hisp¨¢nicos, habr¨ªa llegado el momento feliz de poder vivir este amor sin interferencias perturbadoras. Aquel que no haya pasado por la triste experiencia de no ver reconocido su pa¨ªs como parte integrante y a la vez diferenciada del conjunto de pueblos hispanos, no puede compren der el anhelo de unidad que puede sentir un catal¨¢n. Los separatismos y nacionalismos son anacr¨®nicos y reaccionarios, como dec¨ªa mi ilustre amigo Faustino Cord¨®n, y a?ad¨ªa que todo lo que integra es constructivo y universal y lo que, separa es mezquino y raqu¨ªtico. Pero para elimnar los separatismos no sirven los uniformismos impuestos por la fuerza -en lo que tambi¨¦n coincidimos con Faustino Cord¨®n- sino el reconocimiento, de derecho, de la fuerza de los hechos y realidades. La realidad de Catalu?a ser¨¢ conflictiva y causa de nacionalismos exacerbados mientras no sea jur¨ªdicamente articulada dentro de Espa?a. La lucha por este logro creo que es la m¨¢s razonable, patri¨®tica y universalista.
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