La nueva circunstancia espa?ola
Me atrever¨ªa a decir que desde el d¨ªa 11 de septiembre Espa?a vive una nueva circunstancia, algo que afectar¨¢ a nuestras personas individualmente, siguiendo la indiscutible afirmaci¨®n orteguiana de que todos, uno a uno, somos un yo y una circunstancia que nos envuelve; pero no como algo accidental y de quita y pon, sino como una esencial argamasa que va edificando nuestra biograf¨ªa.?Es tan importante la ley para la Reforma Pol¨ªtica presentada a alim¨®n por el presidente Adolfo Su¨¢rez y el ministro de Informaci¨®n, Andr¨¦s Reguera? Lo es, en primer lugar, porque cualquier ley para la Reforma lo hubiera sido, independientemente de su mayor o menor acierto, por el hecho de serlo y serlo de verdad, no como un t¨ªmido y habilidoso, alivio para hacer que se hace, sin hacer. Lo es, en segundo lugar, porque la ley presentada no s¨®lo va de frente y por derecho al problema m¨¢s grave que tiene en estos momentos contra¨ªdo el pa¨ªs, sino que va, a nuestro parecer, con acierto y claridad. Una de las cosas que m¨¢s nos gusta de la ley es la claridad. Un deseo bizantino de perfeccionismo puede dar al traste con el mejor edificio legislativo, por aquello de que lo mejor es enemigo de lo bueno. Preferimos una ley clara, sencilla y contundente a una ley exquisita, de pura orfebrer¨ªa, que a fuerza de querer resolverlo todo no resuelva nada. Una de las cosas que siempre nos han conturbado es la fronda inextricable de la legislaci¨®n espa?ola de los ¨²ltimos a?os, donde acaso por falta de una legalidad unitaria y coherente en sus ejes fundamentales, esqueleto de un fuerte Estado de Derecho, han salido por doquier, como plantas viciosas, infinidad de leyes, disposiciones, ordenanzas, a cada, cual m¨¢s desordenada y confusa. Por lo menos en este defecto no incurre la Ley fundamental del Gobierno Su¨¢rez, y ya es algo.
Es curioso que ahora se promulgue -mejor dicho, se intente promulgar, cuando se llega a la meta tras la carrera de obst¨¢culos que esperan a la ley- una ley fundamental que tiene por objeto arrasar las Leyes Fundamentales por antonomasia. Yo dir¨ªa aquello de que quien a hierro mata a hierro muere. As¨ª es la vida.
En el an¨¢lisis pol¨ªtico que diversas personalidades pol¨ªticas y diversos ¨®rganos de opini¨®n han llevado a cabo para exponer sus puntos de vista cr¨ªticos sobre la ley podemos encontrar juicios para todos los gustos: unos pedir¨ªan much¨ªsimas m¨¢s precisiones, lo cual equivale a decir que la nueva constituci¨®n no la har¨ªan los aut¨¦nticos representantes del pueblo soberano, sino que vendr¨ªa prefabricada de antemano, y otros, por el contrario, consideran que el Gobierno nos da, con esta ley, las cosas demasiado hechas, condicionando a los futuros padres de la patria. Como es f¨¢cil advertir, estas dos posturas se neutralizan y, como en un pol¨ªgono de fuerzas, se resuelven en una resultante que, a nuestro parecer, pasa por el justo medio de la ley propuesta.
Tambi¨¦n existen tipos de preferencias que se pueden clasificar seg¨²n los gustos o los temores de cada cual, siendo este cada cual, individual o colectivo. Algunos estiman que la C¨¢mara Alta est¨¢ demasiado alta y separada del pueblo, en las alturas de la Corona, y otros, por el contrario, que el peso de la moderaci¨®n que esta C¨¢mara significa no est¨¢ suficientemente afirmado ni afianzado. Se llega a la misma conclusi¨®n: que el pol¨ªgono de fuerzas de las tensiones preferenciales acabar¨ªa en una resultante que no se apartar¨ªa demasiado de lo que se nos ha ofrecido.
Hasta ahora hemos consumido un turno a favor del proyecto de ley y con esto pasamos a otra cosa. Nadie piense que pasamos del Pro Verrae a la Catilinaria ni a consumir un turno en contra. No tendr¨ªa sentido despu¨¦s de lo dicho. Pero s¨ª que queremos apuntar que nuestras ilusionadas esperanzas pueden verse frustradas estrepitosamente, si la forma de hacer operativa esta ley no coincide con sus buenos prop¨®sitos. Todo parte de devolver ¨ªntegramente al pueblo espa?ol su soberan¨ªa, cosa que exige en primer t¨¦rmino buena fe y buena voluntad, deseo de consultar la opini¨®n del pa¨ªs asumiendo el riesgo que haga falta. A grandes males, grandes remedios. Ser¨ªa, adem¨¢s de inoportuno, ingenuo preparar unas elecciones a lo Romero Robledo, llenas de componendas y pucherazos con las que el Gobierno no enga?ar¨ªa a nadie m¨¢s que a s¨ª mismo. Ser¨ªa equivalente a pensar que cambiando u ocultando una biopsia real el enfermo se salva. Doy por descontado que no es ¨¦se, ni mucho menos, el pensamiento del Gobierno y por ello sigo firme en mi confianza. Pero ¨¦sta se reforzar¨ªa si el paso pr¨®ximo fuera una buena ley electoral sobre la que pudi¨¦ramos pronunciarnos, de la misma manera, favorablemente. La ley electoral es el natural complemento del paso que se acaba de dar. Tambi¨¦n solicitar¨ªamos que era la redacci¨®n de la futura ley electoral participaran los partidos de la oposici¨®n, formalmente consultados por el Gobierno, no para tener unas conversaciones sin compromiso alguno, sino para llevara cabo un trabajo coordinado por medio de propuestas y contrapropuestas.
Tambi¨¦n nos preocupa la polarizaci¨®n del Gobierno, que fundamentalmente ha consultado a los partidos socialistas y democristianos, por considerarlos mayoritariamente representativos, y ha olvidado a los partidos liberales y social-dem¨®cratas, que pueden canalizar una, todav¨ªa desconocida, corriente de opini¨®n que se sit¨²a entre el proletariado y las clases conservadoras y que sociol¨®gicamente es la m¨¢s poderosa del pa¨ªs. Por de pronto, como partidos, representan ideol¨®gicamente la ra¨ªz del pensamiento democr¨¢tico que al parecer ahora nos inspira. Resulta un tanto incongruente que quienes mejor representan este pensamiento hagan aqu¨ª el papel de cenicientas, con grave da?o no para dichos partidos, sino para de terminados sectores de la sociedad espa?ola, que al sentirse desorientados y no encontrar su verdadero puesto pueden convertirse en un factor de conflicto en lugar de un factor de orden y moderaci¨®n.
Detr¨¢s de la ley electoral viene la forma de conducir las elecciones. Ahora nadie discute, por elemental
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La nueva circunstancia espa?ola
Viene de la p¨¢g. 8esp¨ªritu de justicia, la igualdad de oportunidades para acceder a los beneficios de la cultura. ?C¨®mo vamos, pues, a discutir el acceso del ciudadano al ejercicio de su ciudadan¨ªa, del que va a depender todo lo dem¨¢s, empezando por esa circunstancia envolvente que ha de dise?ar el curso de sus vidas y las de sus hijos?
Por tanto, igualdad de oportunidades ante las urnas. Lo que quiere decir reconocimiento de los partidos pol¨ªticos con un criterio amplio y sin mezquindades administrativas de tutela oficial, acceso tambi¨¦n a los medios de comunicaci¨®n de masas, prensa, radio, televisi¨®n, y libertad de reuni¨®n y de palabra dentro de los cauces de la convivencia ciudadana.
Todo esto lo esperamos de un Gobierno que no ha sido cicatero en prometer. Veremos si no, lo es tampoco en cumplir. Si es as¨ª, no cabe duda que tendremos una nueva circunstancia espa?ola.
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