La peque?a diana acertada
Los espectadores que dispongan de informaci¨®n suficiente sobre c¨®mo son las mujeres desnudas, o incluso aqu¨¦llos que deseen aplazar su formaci¨®n completa, pueden y deben ver Cardo borriquero. Las actrices est¨¢n vestidas, muy bien vestidas, se mueven en el sal¨®n de estar de una casa amueblada, con el tino con que es preciso moverse para no estropear una vivienda, hablan de sus cosas con gestos comedidos, hacen sonreir todo el tiempo y reir bastantes veces, se disputan un hombre, reparten divertidas musara?as, eluden toda referencia sociopol¨ªtica, se desinteresan completamente de los problemas c¨®smicos y, en fin, hasta nos hacen reflexionar un poquito, no mucho, sobre la validez de la sinceridad, la utilidad de la hipocres¨ªa, el viejo juego ?del amor y del azar?, la coexistencia matrimonial y el c¨¢lido perfil de algunas situaciones ?rid¨ªculas?.Se trata de un impecable ejercicio de teatro tradicional. Barillet y Gredy -Flor de cactus, Cuarenta quilates- son muy conocidos entre nosotros, como en el mundo entero, por su teatro de juego ligero, di¨¢logo brillante, situaciones perfectamente ligadas, temperatura justa, diab¨®lica habilidad. Este teatro que, por supuesto, ha tenido, tiene y tendr¨¢ siempre un lugar muy importante en los escenarios, es de escritura muy peculiar, y dif¨ªcil. Franceses -y no digamos ingleses- han mimado tanto el g¨¦nero que s¨®lo se puede entrar en ¨¦l con la decisi¨®n formal de conseguir la llamada ?obra bien hecha?. ?C¨®mo se hace eso? Los personajes son perfectamente conocidos -esposa fuerte, tierna y enamorada; marido fr¨ªvolo y bueno, amante interesante, vecino protest¨®n, visitantes latosos, veterinario infeliz y simp¨¢tico-; la an¨¦cdota funciona ante nuestros ojos sin trampa ni cart¨®n; la intriga no esconde ning¨²n factor; parece el juego de un h¨¢bil prestidigitador. ?C¨®mo? ?Puede salir una comedia de ah¨ª? S¨ª, puede. El ca?amazo es ligero pero soporta lo que debe soportar: el encanto verbal, medido, y achampa?ado, de un di¨¢logo de alt¨ªsima maestr¨ªa teatral.
Cardo borriquero,
de Barillet y Gredy. Versi¨®n espa?ola: F¨¦lix Calder¨®n. Director: Angel Fern¨¢ndez Montesinos. Escenograf¨ªa: Emilio Burgos. Int¨¦rpretes. Conchita Montes, Paula Martel, Gaby Alvarez, Jos¨¦ Mar¨ªa Monp¨ªn, Avelino C¨¢novas, Juan Jos¨¦ Otegui y Luis Lasala.Teatro Infanta Isabel.
No me refiero al fondo de ese di¨¢logo, tan impecablemente trasladado al espa?ol. Me refiero a ?algo? que se tiene o no se tiene, sin m¨¢s: a la ?forma? que ha de adoptar ese tipo de di¨¢logo teatral. Es la forma de la comedia cuyo autor, al quedar m¨¢s ?despegado? de los personajes que un autor tr¨¢gico, necesita diferenciar y modelar muy bien, los personajes, hacerlos hablar con vigor y rapidez, caricaturizar con imparcialidad, encontrar un hueco entre lo superficial y lo fr¨ªvolo, parecer f¨¢cil, ser, en fin, tan obvio como un artesano. Y tan original. Y tan encantador. Con todo eso puede hacerse un buen collar de conversaciones. Para que esas escenas se organicen en una comedia hay que articular, pulir y organizar. Ese es el talento de Barillet y Gredy. Nada menos.
?El oficio del comediante -escribi¨® Jouvet- es un asunto de sensibilidad.? Bien. Conchita Montes naci¨®, entonces, para la comedia. Su ?presencia? -esa otra misteriosa cualidad que, en definitiva, consiste en ?estar ah¨ª?- se basa en saber lo que le conviene y rechazar, para s¨ª misma y para el personaje, lo que puede da?ar. Es ?siempre? Conchita Montes. Al gunas veces he sonreido ante la conversi¨®n de esa ?cualidad? en un dem¨¦rito. Me basta para ello con recordar que Chaplin es siempre Chaplin y a nadie se le ha ocurrido censur¨¢rselo. Montes, siendo siempre Montes, es un breve prodigio encarnando humanidades. Aqu¨ª comparte el limpio y claro decorado de Burgos -aparte de los personajes epis¨®dicos con gran premio para Otegui- con la pareja Martel-Monp¨ªn. Yo tengo a Paula por una de nuestras m¨¢s grandes actrices. Y a Jos¨¦ Mar¨ªa Monp¨ªn por uno de nuestros m¨¢s eficaces actores. En esas condiciones, la ?conexi¨®n? Montes-Martel-Monp¨ªn se. beneficia de un ajuste de interacciones que es pura orfebrer¨ªa.
Comedia, pues, menor. Teatro, desde luego, menor. Aspiraciones modestas. Y, con todo ello, la perfecci¨®n. Nada grande puede decirse de este g¨¦nero. Lo ¨²nico que s¨ª se sabe, sin vacilaciones, es que sigue siendo encantador.
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