Los amigos de la sangre
EL ASESINATO de don Juan Mar¨ªa de Araluce y la muerte de cuatro polic¨ªas en el mismo atentado no son un mero eslab¨®n m¨¢s en la cadena de violencias que ha padecido y padece el Pa¨ªs Vasco. Por el momento escogido de seria crisis pol¨ªtica -y la personalidad de la v¨ªctima consejero del Reino - el atentado de San Sebasti¨¢n va directamente dirigido contra los varios intentos de consolidar en este pa¨ªs una democracia.No basta con condenar el hecho, sino que es preciso establecer las motivaciones y objetivos del mismo. El caso es que al se?or Araluce, quien quisiera matarle, pudo haberlo hecho hace tiempo en momentos acaso de mayor tensi¨®n en el Pa¨ªs Vasco y con mayor facilidad que otros atentados c¨¦lebres cometidos en aquella geograf¨ªa. El se?or Araluce era, obviamente vecino de San Sebasti¨¢n y por la ciudad circulaba con coche oficial y bander¨ªn desplegado. Pudieron atentar contra ¨¦l en infinidad de ocasiones pero lo han hecho ahora, precisamente ahora. ?Por qu¨¦?
Por una parte, el crimen se produce despu¨¦s de que una parte de ETA-V hab¨ªa optado por abandonar la lucha armada para transformarse en partido de masas separatista y socialista. Tendencia largamente trabajada por el desaparecido -y quiz¨¢ asesinado Moreno Bergareche, alias Pertur. Pero tambi¨¦n despu¨¦s de que tres encapuchados declararan en San Juan de Luz que ETA-V volv¨ªa a la lucha armada y, por tanto, a las acciones terroristas.
De otra parte, este asesinato coincide con un movimiento de uni¨®n vasquistas en solicitud de amnist¨ªa total para los presos vascos (los menos beneficiados por la reciente amnist¨ªa). El brutal atentado de ayer reduce el margen de maniobra del poder para ampliar sus capacidades de perd¨®n.
Por ¨²ltimo se mata a tiros a un consejero del Reino, el m¨¢s alto cuerpo consultivo del Estado en un momento de dif¨ªciles maniobras pol¨ªticas del poder hacia soluciones de pacto, de transigencia de moderaci¨®n. Es como si los asesinos pretendieran poner al Gobierno contra la pared en momentos en los que m¨¢s que nunca el poder necesita cauces de di¨¢logo.
Un peri¨®dico no es una sala de justicia y su obligaci¨®n es contar lo que pasa, no impartir sentencias. La autor¨ªa directa o inducida de la muerte del se?or Araluce y sus acompa?antes la dilucidar¨¢n los jueces no los periodistas. Lo que nosotros detectamos es que el viejo proceso de intentar que las reformas pol¨ªticas patinen en sangre se reproducen. Y que es preciso detener cuanto antes a los autores del atentado, como a los asesinos del joven estudiante madrile?o el pasado d¨ªa 27, y ejercer una pol¨ªtica de autoridad, que para nada est¨¢ re?ida con las libertades democr¨¢ticas.
Casualmente cuando las Cortes votaban la reforma del C¨®digo Penal por la cual se daba entrada en la pol¨ªtica real del pa¨ªs a todos los partidos, corri¨® por los esca?os la noticia del asesinato del jefe local del Movimiento de Basauri. Aquella votaci¨®n qued¨® bloqueada. Hoy, cuando el poder se autotransforma en la c¨²spide, venciendo sever¨ªsimas reticencias para allanar el camino hacia esa denlocracia estable de la que escribimos asesinan a un consejero del Reino. ?Qui¨¦n se benefia del hecho?. los enemigos del cambio pol¨ªtico. Aquellos que no quieren la democracia porque con la democracia perder¨ªan viejos privilegios o aquellos que la combaten porque es un entorpecimiento en su dial¨¦ctica revolucionaria. Espa?a es la que pierde. Y con Espa?a la mayor¨ªa de ciudadanos que desean una transici¨®n en paz, pero tambi¨¦n una aut¨¦ntica transici¨®n. Y que son conscientes de que este grav¨ªsinio atentado a la convivencia y la paz ser¨¢ utilizado por quienes durante tanto tiempo han hecho del totalitarismo dogma pol¨ªtico. Sin reparar hasta qu¨¦ punto el pasado es origen y causa del presente y como no puede haber soluciones por eso que repitan viejos errores.
En cualquier caso nos parece acertada la declaraci¨®n del se?or Mart¨ªn Villa en el sentido de que El Gobierno no caer¨¢ en la trampa que se le quiere tender. El poder no debe aceptar provocaciones como las de ayer mismo, y no es con una represi¨®n indiscriminada y absurda como ha de contestar a los asesinos del se?or Araluce.
La principal obligaci¨®n del poder es mantener la cabeza fr¨ªa, hacer oidos sordos a los catastrofistas, no olvidar que se pretende azuzar a amplias zonas de ciudadanos a patrocinar salidas parafascistas y rechazar con toda la trariquilidad posible la infernal dial¨¦ctica de una estrategia antigua: cuanto peor, mejor.
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